Ángel Gabilondo baja a la arena política y descoloca a todos sus rivales

La campaña de Ángel Gabilondo. / PSOE
La campaña de Ángel Gabilondo. / PSOE

Al rechazar la coalición con Iglesias y apostar por la moderación, deja en evidencia a su propio partido y aísla a los radicales.

Ángel Gabilondo baja a la arena política y descoloca a todos sus rivales

Ángel Gabilondo es catedrático de Metafísica, la rama más abstracta de la Filosofía que se ocupa de las cualidades del ser, cuyo dominio es una de las cimas de la sabiduría. Por formación y talante se encuentra muy por encima de la clase política española, formada mayoritariamente por funcionarios públicos y por funcionarios de los partidos, orientada a la confrontación grosera y con un bajo nivel intelectual. Ganó las pasadas elecciones autonómicas pero no logró apoyos suficientes para ser investido Presidente. Durante los dos últimos años el PSOE ha intentado apartarlo a través de su nombramiento como Defensor del Pueblo, una cómoda sinecura alejada del vaivén político. El enrocamiento del PP lo ha impedido hasta ahora.

La sorpresiva convocatoria de elecciones en Madrid y la negativa de los ministros más políticos a encabezar la lista electoral, ha obligado a los suyos a hacer de la necesidad virtud, confirmándolo de nuevo como candidato. La presentación a los medios ha abundado en los tópicos, soso y serio. Sin embargo su primera declaración política ha provocado un cortocircuito. Al desmarcarse públicamente de Iglesias y oponerse a su radicalismo, ha obligado al número dos del PSOE y ministro del Gobierno, José Luis Ábalos, a marcar distancias, asegurando la buena sintonía de la coalición gubernamental.

El movimiento de Gabilondo es inteligente y estratégico. Inteligente por cuanto rompe la dinámica de bloques de la política española al propugnar un acuerdo que incluya a Ciudadanos y Más Madrid pero que excluya a Unidas Podemos. Estratégico al ofrecer una congelación de impuestos a los votantes de Ciudadanos opuestos a apoyar al PP y a Vox. Es decir, el candidato socialista se mueve hacia el centro electoral al tiempo que se apresta a absorber a parte de Ciudadanos.

Pero Gabilondo abre una contradicción en el Gobierno de Pedro Sánchez aunque contradicción manejable. Cuestiona indirectamente al socio de Gobierno pero favorece que Sánchez utilice un doble discurso, como Presidente y como dirigente de su partido. A fin de cuentas, Gabilondo no ha dicho nada que no haya dicho Sánchez hace sólo dos años.

Las elecciones madrileñas tienen más elementos sorprendentes. Para empezar, el liderazgo de Ayuso, construido en sólo dos años, se debe fundamentalmente al intento del Gobierno estatal de ningunear a Casado, transformando a la Presidenta madrileña en el rival principal, sometida al acoso diario de ministros y de los medios de comunicación próximos, censurándola hasta la exageración por la gestión de la pandemia o magnificando cualquier asunto regional. Sin embargo los datos epidémicos no siendo los mejores de España tampoco son los peores, siendo la Comunidad madrileña la única que ha creado empleo, además de sobrepasar en creación de riqueza a Cataluña por primera vez en la historia. Non son malas credenciales para una contienda electoral.

Casado, pendiente de la desarticulación de Ciudadanos

El ninguneo de Casado, visible también en los halagos a Vox o en el nuevo papel asignado a Feijóo, no ha producido hasta ahora efectos visibles. Su futuro depende de los resultados electorales y no tanto del hostigamiento gubernamental. Por el momento le favorece la desarticulación de Ciudadanos así como el fracaso de las mociones de Murcia y Castilla-León, todas basadas en captar a diputados de otros partidos mediante procedimientos opacos. Unos buscaban votos entre los diputados centristas y los otros entre los escindidos de Vox. Historias nada edificantes.

Gabilondo, además, ha recuperado la iniciativa. Sabe que la estrategia de Iglesias es la polarización con Ayuso, basada en la desmesura dialéctica, que es lo mismo que le interesa a la candidata popular. Si el PSOE recupera un discurso sólido, basado en las políticas reales y no en los lemas tuiteros, puede abrir un espacio electoral mayor. Cuarenta días de inflamación discursiva pueden agotar a los ciudadanos sensatos, dando mayores oportunidades a quienes ofrezcan un discurso más racional que emocional.

Gabilondo con sus breves intervenciones en esta campaña, ha hecho ya algo muy relevante como es dignificar la política. Ofreciendo rigor y seriedad en el Gobierno se sitúa en un plano en el que sus rivales tendrán dificultades para competir. Fijando claramente los límites de sus alianzas ofrece un espacio suficientemente amplio de encuentro para todos los electores progresistas que no estén abducidos por el populismo. Y al tiempo levanta una voz respetable en medio del vocerío guerracivilista que otros cultivan. @mundiario

Comentarios