Fuerte división en la conmemoración de las primeras elecciones democráticas

XL aniversario de las elecciones del 15 de junio de 1977. / Twitter
XL aniversario de las elecciones del 15 de junio de 1977. / Twitter

El clima de antagonismo, descalificación y revisionismo no aventura nada bueno. Hay que retraerse a las Cortes republicanas para encontrar un lenguaje parlamentario tan bronco como poco interesado en el diálogo y el compromiso

Fuerte división en la conmemoración de las primeras elecciones democráticas

Progresivamente la división político-partidista se impone en todos los órdenes de la convivencia, hasta extremos nunca alcanzados en el período democrático, que cumple cuarenta años. El clima de antagonismo, descalificación y revisionismo no aventura nada bueno. Hay que retraerse a las Cortes republicanas para encontrar un lenguaje parlamentario tan bronco como poco interesado en el diálogo y el compromiso. Últimamente se ha instalado un debate  en torno a la denominada Transición, una materia más propia de historiadores que del debate político. Para contrarrestar la posible imagen constructiva que podría deparar la conmemoración oficial en el Congreso de los Diputados, se ha organizado un acto previo destinado a cuestionar directamente el acto siguiente, con la excusa de un hecho tan indiscutible como histórico: las víctimas del franquismo. La mirada hacia atrás, obsesiva, para no mirar adelante.

El Rey ha cumplido con un discurso de perfil bajo, consciente quizás de ese marco tan contrario a lo que él mismo representa. No ha estado fino teniendo que acudir a citas de la Restauración, tan distante y tan distinta,  como fuente de autoridad

El Rey ha cumplido con un discurso de perfil bajo, consciente quizás de ese marco tan contrario a lo que él mismo representa. No ha estado fino teniendo que acudir a citas de la Restauración, tan distante y tan distinta,  como fuente de autoridad. Y ha estado en exceso prudente al soslayar cualquier referencia a los problemas que hoy afronta el sistema democrático español. La Presidenta de las Cortes en cambio ha acertado equilibrando el carácter institucional con el contexto actual.

En el acto previo la mayor parte de los portavoces han considerado como principal problema acabar con lo que justamente se conmemoraba luego, la Constitución. Ese inicial consenso se diluye en múltiples propuestas, republicano, territorializado, federalista, ¿varios Estados?, revisionista…Menos discusión provocan los derechos individuales o los aspectos del bienestar económico o social, tal vez porque se consideren ya óptimamente desarrollados, tal vez porque sean cuestiones que exigen mayor rigor.

uzgar las decisiones del pasado desde nuestra perspectiva actual no resuelve  los problemas contemporáneos

Esa dinámica política es destructiva. Juzgar las decisiones del pasado desde nuestra perspectiva actual no resuelve  los problemas contemporáneos. En realidad es algo que saben todos los portavoces y por ello como es habitual en la política, el súbito interés por la Transición no es  sino un episodio más de la confrontación que aisla al Gobierno en votaciones políticas: indemnizar por el dinero republicano, revisar la Ley de Memoria histórica, denunciar los Acuerdos con la Santa Sede, etc. La enmienda a la totalidad que representa una nueva Constitución solo se entiende dando por hecho que no se redactará pero su debate, abstracto y voluntarista, permite el cómodo antagonismo. Nadie es tan simple como para atribuirle efectos mágicos a un nuevo texto. Mientras, yacen en el cajón del Congreso  propuestas de efecto inmediato como la despenalización de la eutanasia o una nueva Ley  Secretos Oficiales que impida el abuso actual.

Y así va transcurriendo esta legislatura, gestual y vocinglera, apocalíptica a veces, poco productiva, rupturista sólo en apariencia, como se ha visto en el debate presupuestario, y en general cortoplacista.

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