La fiscalía de Brasil deja a Lula da Silva al borde del abismo judicial

Lula da Silva. / RRSS
Lula da Silva.

Las autoridades brasileñas han dado un golpe bajo al expresidente al involucrarlo en el caso Lava Jato, el más grande desvío de dinero en la historia reciente del país. 

La fiscalía de Brasil deja a Lula da Silva al borde del abismo judicial

De ser en su momento el presidente más popular de Brasil a estar a prácticamente nada de ser imputado por corrupción. Lula da Silva está a punto de cerrar un año para el olvido luego de que la fiscalía de Brasil lo acusara de participar en el caso Lava Jato, que fue una red de desvío de fondos públicos, la más grande que se recuerda en el país, y de la que el exmandatario de hecho fue el cabecilla. Lula y su esposa habrían recibido sobornos de la empresa OAS, una de las tantas involucradas en el escándalo de Petrobras. El carismático Luiz Inácio (su verdadero nombre) pretendía presentarse a las elecciones de 2018, pero este nuevo revés deja todo en el aire y en manos del juez Sergio Moro, enemigo jurado de da Silva y quien dirigirá la investigación.

Deltan Dallagnol, investigador, describió durante dos horas la red que encabezo da Silva. "Sin el poder decisión de Lula, este esquema sería imposible", aseguró Dallagnol, quien acompañó su comparecencia con gráficas y metáforas de todo tipo. "Tras asumir el cargo de presidente, Lula ordenó la formación de un esquema delictivo de desvío de fondos públicos destinado a enriquecerle ilícitamente, perpetuarle de forma criminosa en el poder, comprar apoyo parlamentario y financiar carísimas campañas electorales", prosiguió el investigador. Las autoridades cariocas han puesto el dedo sobre Lula por haber recibido de OAS Leo Pinheiro nada menos que 1.1 millones de dólares en sobornos, especialmente en una casa propieda del expresidente y en la que inyecto 330,000 dólares en la compra, 278,000 para remodelarla y 105,000 dólares para equipar la cocina. El otrora mandamás del Partido de los Trabajadores ha negado que la casa sea suya, mientras la compañía habría invertido 393,000 dólares en almacenar y ocultar todas las evidencias que conectaran con da Silva.

Pero aquello es tan sólo el inicio de la carpeta del Ministerio Público. María Letícia, cónyuge del expresidente, la acompañó en las buenas y ahora lo hará en las malas tras haberse cofirmado que ella sobornó junto a su marido al presidente del Instituto Lula (organización que es la voz oficial del exmandatario) Paulo Okamoto; el arquitecto Paulo Gordillo y cuatro antiguos empleados de OAS, el expresidente José Adelmário Pinheiro, conocido como Léo, el exejecutivo Agenor Franklin Magalhães Medeiros y otros dos empleados, Fábio Hori Yonamine y Roberto Moreira Ferreira. 

Y la montaña de delitos es todavía más grande. La fiscalía tiene en la mira a varias empresas que en su momento donaron dinero al Instituto Lula y que formaron parte del escándalo de Petrobras, epicentro de la crisis que se ha tragado a todo un Gobierno en cuestión de meses. Esas acusaciones salpican también al expresidente, primero por haber obstaculizado a la justicia al intentar evitar la acusación de Néstor Cerveró, exdirector de la petrolera estatal. Y el segundo, cómo quien no quiere la cosa, por ser dueño de una finca en Sao Paulo, remodelada por la empresa de la poderosa familia Odebrecht, que ya tienen un lugar fijo en todos los banquillos de acusados del país. La red de corrupción trabajó desde 1987 en Petrobras, pero la ley permite investigar nada más los últimos 12 años, coincidentemente el tiempo que ha pasado desde que da Silva asumió como presidente del país antes de ceder el testigo a su aprendiz Dilma Rousseff

La defensa de da Silva se pronució tímidamente por las redes sociales para defender a su cliente. "Desde el 30 de enero de 2016, Lula entregó los documentos que prueban que él no es el dueño de ningún apartamento en Guarujá", publicaron en el Facebook del expresidente. "Lula apenas estuvo una vez en ese edificio, cuando su familia se planteaba comprar el inmueble. Jamás fue propietario", prosiguieron. Pese a todo, lo cierto es que las esperanzas de da Silva son realmente insignificantes. Su partido, el de los trabajadores, ya abandonó a su suerte a Rousseff en su momento y nada hace pensar que vaya a ser distinto con él. Aparte de eso, Sergio Moro, el juez, nunca ha ocultado su desprecio hacia la figura del exmandatario, y ahora que su destino está en sus manos no se adivina nada positivo para éste.  @hmorales_gt

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