La ficción catalana y La Balsa de Piedra de Saramago

errante
El español errante.

Entre la buena fe que se le supone a la justicia alemana y la mala fe que se sospecha del magistrado Llarena, han condenado al iluso Carles Puigdemot a vagar por el mundo en compañía de un alérgico pasaporte de España y como un paradójico errante español ¡Tampoco es como para echar cohetes secesionistas...!

La ficción catalana y La Balsa de Piedra de Saramago

SOSTIENE PEREIRA que entre la justicia alemana y el magistrado Llarena han condenado a Carles Puigdemont a convertirse en un “español errante”. Entre todas las hipótesis que se podían barajar para el exhonrable expresident: una celda preventiva, un acercamiento penitenciario, un juicio sonado y sonoro, una sentencia discutida y discutible y el previsible indulto agazapado en la flamante recién estrenada y ecléctica chistera del BOE, todas ellas infalibles cajas de resonancia para un aspirante a mártir y héroe de los delirios de independencia de Cataluña, la historia parece que se ha decantado por mantenerle un par de humillantes décadas vagando por el mundo, aaag, caca, nene, con el salvoconducto de un pasaporte español.

Suponía Pereira, como un servidor, que un expresident tan vehemente preferiría ser un conmovedor “preso político” con denominación de origen catalán que un vulgar usuario de la libertad con denominación de origen español. Pero nos equivocábamos los dos. Se nos ha venido abajo un mito del relato del Proces. Llegamos a creernos que, la españolidad, ¡lagarto, lagarto!, produciría el mismo efecto en un catalán sediento de secesión que los mismísimos ajos en los sedientos sucesores del Conde Drácula y, ya ves, ahí tienes a una buena parte del apasionado independentismo bañado por el Mare Nostrum descorchando botellas de cava tras la retirada de la euroorden.

Con los antecedentes de los Tardá, Rufián y compañía manteniendo sus honorables culos pegados a sus escaños en la Carrera de San Jerónimo, que deberían ser talmente como mortíferas sillas eléctricas esperándoles al final del corredor de la muerte al que sus señorías llaman “de las almas perdidas”, la telaraña judicial en la que ha caído Puigdemont tras un claro intento de pasarse de listo y la última encuesta del CIS catalán, cuyas campanas repican por Junqueras entre rejas y doblan por el exPresident extramuros, el parte médico sobre el estado de salud del Proces empieza a ser de pronóstico reservado. Sostiene Pereira, ya digo, que durante los próximos veinte años, salvo que Sánchez la emprenda a pedradas contra nuestro propio y su propio tejado, Iglesias introduzca con calzador electoralista un referéndum aconstitucional o la mayoritaria macedonia parlamentaria sorprenda al personal con un temerario agujero en la capa de ozono de la Constitución, la sombra alargada de un exPresident, recorriendo el planeta con pasaporte español, se irá desvaneciendo mediáticamente en la historia como una gesta y acabará resurgiendo como una caricatura. Coincido con Pereira en su pronóstico de que Junqueras ha empezado a intuirlo y que, en Euskadi, donde el independentismo ha descubierto que hay que vestirse despacio cuando se tiene prisa, esperan a ver la suerte que corren las barbas de su vecina Cataluña mientras, prudentemente, mantienen las suyas a remojo. Sostiene el imperecedero personaje de Tobucchi que la democracia es una convicción personal de zigzagueantes mayorías y minorías, cuyas soberanas voluntades no pueden interpretar a su antojo o al del CIS los llamados poderes ejecutivos, legislativos y judiciales, aves de paso en definitiva, y mucho menos el cuarto poder ese, mediático y tal, que se está subiendo a la parra y ha decido dejar de informar para dedicarse a formar.

Claro que le he preguntado a Pereira, en su larga experiencia, qué posibilidades le adjudicaba al independentismo catalán de salirse con la suya, pero se ha limitado a rebuscar en su biblioteca, elegir una obra de un ilustre compatriota suyo y ofrecérmela amablemente en solemne silencio y con una discreta expresión de picardía. Solo un inesperado desprendimiento geológico de Cataluña de la Península Ibérica, la amputación geográfica propiamente dicha, como un enorme, traumático y gélido iceberg, vamos, en un proceso literalmente similar al de “La balsa de piedra” que inmortalizó Saramago, ofrecería alguna posibilidad de que la República Independiente de Cataluña, esa ficción que non e vera ma ben trovata, acabase ocupando un lugar en el mapa geopolítico de Europa.  @mundiario

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