Rivera se equivocó en serio al incluir al Rey en la formación de Gobierno

Albert Rivera, líder de Ciudadanos.
Albert Rivera, líder de Ciudadanos.

El líder de Ciudadanos erró al haber anunciado que solicitaría a Su Majestad convencer a Pedro Sánchez para que aceptara las propuestas de Mariano Rajoy, una falta a la Constitución.

Rivera se equivocó en serio al incluir al Rey en la formación de Gobierno

La impaciencia es mala consejera. Y si no se es Alejandro Magno, también la falta de cautela. Digo esto a cuenta de imprudentes palabras de Albert Rivera (El País), señalando que tiene intención de pedir al Rey que: "Convenza al señor Sánchez de que tendrá que abstenerse para que esto se ponga en marcha porque si no iremos a otras elecciones" . Sorprendente. Sorprendente tirando a metedura de pata de las que encabezan la sección de disparates que recogen los periódicos. Desde luego, llama la atención que un dirigente político que tan a menudo cita la Constitución haya olvidado cual es el papel que nuestra Carta Magna asigna al Jefe del Estado. "Arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones" (Art.56.1).

El papel del Rey está acotado. La política es cosa de los políticos. Y mucho más la partidista. Moderar no supone marcar el rumbo. Arbitrar es hacer que se respeten las reglas del juego, pero sin intervenir en el juego político partidista. La Reina de Inglaterra no le dice a su primer ministro con quien tiene que formar coalición o si debe o no convocar referéndum. Esa distancia, es la garantía constitucional que asegura la permanencia de la institución al preservar su neutralidad alejándola de las opciones políticas concretas.

En España, en el pasado, el intervencionismo de la Corona en los asuntos de la política (que dio pie a una expresión muy castiza, el "borboneo") acabó provocando la caída de dos monarcas y propiciando sendos cambios de régimen. Por eso sorprende la imprudente manifestación de Albert Rivera. Una cosa es el deseo -por otra parte muy extendido- de que nos conviene que se forme cuanto antes un Gobierno para acabar con la insoportable interinidad política en la que estamos instalados -ir a unas terceras elecciones sería un dislate-, y otra muy diferente es querer meter a Felipe VI en el fregado de la política partidista. Ni es su papel, ni hasta ahora se le ha pasado por la cabeza. Afortunadamente. El joven Rivera debería embridar algo más su entusiasmo. De otra manera -como es el caso-, corre el riesgo de meter la pata hasta el corvejón.

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