Para Feijóo es una suerte tener enfrente a una oposición dispuesta a pactar los "temas de país"

Ana Pontón. / Mundiario
Ana Pontón. / Mundiario
Ya quisiera Pedro Sánchez que el PP adoptase en la política estatal una actitud  similar la de PSOE y BNG en Galicia y que los populares empezasen por admitir la legitimidad democrática del gobierno de coalición.
Para Feijóo es una suerte tener enfrente a una oposición dispuesta a pactar los "temas de país"

En vísperas del 12-J algunos dirigentes y cargos públicos del PP mostraban en privado su deseo de que Feijóo revalidase la mayoría absoluta pero, a ser posible, sin superar el techo de Fraga. Sin salirse. No eran uno, ni dos, y algunos bastante cercanos -y absolutamente leales- al presidente. Ninguno dudaba de que, tal y como anticipaban todos los sondeos serios, Don Alberto podría seguir gobernando sin agobios, sin ataduras ni condicionamientos, porque los gallegos le renovarían su confianza otorgándole un cuarto y nuevamente holgado triunfo electoral. Su temor, sin embargo, era que una victoria abrumadora se le pudiese subir a la cabeza, que no fuese capaz de digerirla o que le inyectara una dosis de engreimiento que le acabase endiosando o distanciando peligrosamente de la cruda realidad sobre la que tiene que actuar. 

Las urnas decidieron además simplificar el mapa político gallego, sacando de escena a las Mareas, otorgaron al Benegá de Ana Pontón el liderazgo de la oposición y de paso le propinaron una cura de humildad al Pesedegá de Gonzalo Caballero. Otro éxito de Feijóo, que daba así desde Galicia una lección sobre cómo cerrar el paso al populismo de derechas y al centrismo de nuevo cuño, aglutinando en torno a su figura y a sus propuestas aquello que Don Manuel bautizara como la mayoría natural. Por si fuera poco, con los resultados recién salidos del horno, nacionalistas y socialistas se ofrecían a colaborar en la construcción de grandes consensos en la tarea de reconstrucción a la que obligan los estragos económicos y sociales originados por la pandemia. 

Desde luego para Feijóo es una suerte -y puede ser un acicate- tener enfrente a una oposición que está dispuesta a pactar los "temas de país". En eso tiene razón Caballero. Ya quisiera Pedro Sánchez que el PP adoptase en la política estatal una actitud  similar la de PSOE y BNG en Galicia y que los populares empezasen por admitir la legitimidad democrática del gobierno de coalición. Aquí nadie le discute a Don Alberto su hegemonía política, ni la condición de invicto. Todos asumen que tiene por ello pleno derecho a llevar la iniciativa a la hora de hacer propuestas para las negociaciones en los ámbitos de que se trate. Y no se puede pretender que, en aras de los acuerdos, renuncie a los pilares fundamentales de su programa electoral, porque eso sería engañar a sus votantes e, indirectamente, malversar la voluntad mayoritaria de los gallegos.  

Constituiría un error, impropio de un político con su bagaje, que Feijóo interpretara como un signo de debilidad la actitud constructiva de nacionalistas y socialistas. Es una muestra de madurez, la esperable de dirigentes políticos que entienden que el papel de oposición conlleva asumir responsabilidades, y remar a favor, sobre todo en circunstancias tan críticas como las actuales. Es de esperar que Don Alberto haga pronto un gesto significativo, cediendo siquiera parcialmente alguna de sus facultades o prerrogativas en aras del dichoso consenso. O aparcando al menos el rodillo parlamentario. Nada de eso menoscabaría la posición de poder del presidente y sin embargo llenaría de razón ante su militancia y su clientela a Pontón y Caballero, los dos "jóvenes" políticos, progresistas pero sensatos y pragmáticos, que encarnan la bendita oposición que a los gallegos nos ha tocado en suerte. @mundiario

Comentarios