Feijóo se convierte en una marca política que no parece tener techo electoral

Alberto Núñez Feijóo. / Mundiario
Alberto Núñez Feijóo. / Mundiario
Por algún misterio, la derecha no dio la batalla de la Moncloa con Feijóo de candidato. Si lo hiciera, el líder gallego probablemente tendría que hacer algunos ajustes en su cuidado marketing político, pero sería tal la ventaja de partida –dentro y fuera del PP– que no se antoja un objetivo imposible.
Feijóo se convierte en una marca política que no parece tener techo electoral

El cuarto triunfo electoral con mayoría absoluta de Alberto Núñez Feijóo en Galicia no tiene parangón en otras comunidades autónomas españolas ni en otros estados con estructura federal similar a la española, que se denomina autonómica pero es cuasi federal. Su triunfo sobre la izquierda de su comunidad es arrollador, con casi la mitad de todos los votos, lo que quiere decir que cuando un gallego va por la calle sabe que si él no votó a Feijóo, el que viene de frente –si también fue a las urnas– sí lo hizo. Esa circunstancia condena a sus adversarios, el PSdeG - PSOE y el BNG, a no ser alternativa por sí mismos, lo cual no remedian aliándose de manera sutil, sino resistiéndose a presentarse como un vector resultante, lo cual dificulta que el electorado –no siempre iniciado– perciba que hay alternativa en Galicia.

El plus que le aporta Alberto Núñez Feijóo al PP de Pablo Casado es fácil de calcular: al menos es de 16 puntos. Las cuentas, en números redondos, no distan mucho de las siguientes: el Partido Popular tiene un suelo del 30 y pico por ciento en Galicia, mientras que Feijóo sube al PP hasta el 48%. ¿Cómo lo hace? Su fórmula es un mix, que parte de asegurar su propio espacio en el centro-derecha, con guiños al galleguismo histórico, de modo que el partido se sienta cómodo tanto en el rural como en las ciudades y en las villas. Como sabe que con eso no es suficiente para tener mayoría absoluta, busca votos en otros caladeros: el centro, la extrema derecha y el centro-izquierda, con recetas a medida, en tiempos distintos, ya que ahí se mueve en evidentes contradicciones.

A los socialistas –veteranos– los corteja, por ejemplo, apelando a que él votó al PSOE de Felipe González en 1982 y les hace ver que echa de menos el felipismo en el PSOE de Pedro Sánchez. Resultado: en torno a un 5% de sus votos llegan desde el espacio socialista o socialdemócrata. Lo que más le cuesta es captar votos de la extrema derecha pura y dura, la que lo acusa de nacionalista (sic) por hablar gallego, y lo más asequible para él es hacerse con el voto de Ciudadanos, ya que su propio estilo es muy del que tenía Rivera en sus inicios, cuando aún no había perdido la cabeza. Así, con un 5% del PSOE, otro 5% de Ciudadanos y un 6% de Vox, partido que aún así conserva el 2% de otras elecciones recientes, redondea la faena de la mayoría absoluta en Galicia.

Feiióo se convierte de este modo en un político del agrado de mucha gente en su comunidad, que ve en él a una persona equilibrada y sensata. En el fondo, los gallegos saben que Feijóo no ha hecho grandes cosas –tampoco tuvo dinero en las legislaturas de su mandato– pero ven que sabe estar, que en Madrid lo respetan y que es una persona agradable. Conocen sus pecados pero los ven veniales. Alberto Núñez Feijóo es como muchos otros gallegos que salieron de la aldea para estudiar en la ciudad, sin pretensiones de hacerse intelectuales, sino profesionales con un sueldo decente. En su caso, de funcionario que atrajo la atención de José Manuel Romay Beccaría, un hombre fuerte de AP –luego del PP– que lo llevó a la cima de la política, casi sin despeinarse. Subió a la par que Carlos Negreira, de inicio aventajado a los ojos de Romay, pero Feijóo siempre supo meterse por el camino más recto.

Cuando volvió de Madrid para reconquistar la Xunta, no las tenía todas consigo pero ya entonces tenía algo claro, que lo ha terminado por encumbrar: quería tener un buen equipo cerca. Tal vez es la clave menos conocida de su arrollador éxito político. Con Feijóo trabajan una serie de profesionales –periodistas, letrados, economistas... algún politólogo– que han hecho de su jefe el político con el mejor márketing de España. Si Galicia tuviera el mismo nivel que Feijóo en ese sentido sería California.

Personalmente, el presidente de Galicia no se presenta como el más intelectual ni el más simpático, pero sabe estar. Es una persona educada, agradable y tolerante por convicciones propias, y a estas alturas no solo sabe leer bien los discursos sino que ha aprendido a construirlos siempre a base de silogismos, es decir, con razonamientos tanto deductivos como inductivos, con pocas aristas. Jamás se coloca en los extremos, busca complicidades y es capaz de apropiarse de ideas ajenas a su ideología, que reconvierte. En su entorno hay buenas plumas, sagaces; hombres y mujeres bien formados y con experiencia en el manejo de la palabra.

Cualquiera podría pensar que el demócrata JFK o el nacionalista Castelao no deberían ser referentes de un político de derechas pero en boca de Feijóo encajan con mayor naturalidad que si citase a Milton Friedman, Friedrich Hayek, Karl Popper o Julián Marías.

Por algún extraño misterio la derecha española todavía no dio la batalla de la Moncloa con Feijóo de candidato. Si lo hiciera, el líder gallego probablemente tendría que hacer algunos ajustes en su cuidado marketing político, pero sería tal la ventaja de partida –dentro y fuera del PP– que no se antoja un objetivo imposible. En Galicia, Feijóo ya lo ha hecho todo: cuatro mayorías absolutas parecen suficientes. Ahora le queda hacer de Romay en busca de otro chico listo y agradable para Galicia y ver si se la juega –o no– en unas elecciones generales en España. Por supuesto, también puede apartarse de los focos, irse al sector privado o retirarse en A Coruña, frente al mar, para disfrutar de su familia. A día de hoy, ¿quién no le iba a permitir elegir?

Diego Calvo, Pablo Casado, Alberto Núñez Feijóo y Miguel Tellado. / Mundiario

Diego Calvo, Pablo Casado, Alberto Núñez Feijóo y Miguel Tellado. / Mundiario

Matrícula de honor para Diego Calvo 

La noche electoral de este 12-J, Alberto Núñez Feijóo le puso notas a sus barones provinciales y le dio matrícula de honor solo a uno: Diego Calvo, el presidente del PP de A Coruña, la provincia que le aportó a Feijóo unos mejores resultados. Diego Calvo tiene muchos rasgos en común con el Feijóo que corrió para ser presidente, también salió de una aldea para estudiar en la ciudad y se ha movido con corrección en la política, sin pisar a nadie pero abriéndose siempre camino. 

Casualidades de la vida o no, Diego Calvo fue promocionado por el mismo valedor de Feijóo: el ex ministro José Manuel Romay Beccaría. Y fue catapultado a la presidencia del PP coruñés por el compañero político de Feijóo: el ex alcalde de A Coruña Carlos Negreira. La vida a veces está llena de casualidades, y en la vida a menudo es fundamental el factor humano. En la política también. @J_L_Gomez

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