Cuarta mayoría absoluta de Feijóo con Pontón de jefa de la Oposición tras barrer a la izquierda rupturista

Día Nacional de Galicia.  / Xurxo Lobato
Día Nacional de Galicia. / Xurxo Lobato
El electorado de Galicia ha votado este 12-J por el continuismo, a la vez que ha premiado a sus dirigentes autonómicos por sus gestiones en la crisis de la Covid-19.
Cuarta mayoría absoluta de Feijóo con Pontón de jefa de la Oposición tras barrer a la izquierda rupturista

Decir que la historia se repite parece una obviedad tras los resultados salidos de las urnas el 12 de Julio que –si se obvia el contexto- parece un déjà vu: Alberto Núñez Feijóo revalida la cuarta mayoría absoluta, igual que lo hizo Manuel Fraga en su día; Ana Pontón dispara al BNG con un resultado histórico, incluso mayor que el que consiguió Xosé Manuel Beiras en el año 1997 y otro Caballero, esta vez Gonzalo, relega al PSdG a un insignificante tercer puesto. La llamada izquierda rupturista fue barrida del mapa, tras confirmase la defunción de Podemos en la comunidad. Así, pues, el Parlamento de Galicia vuelve a un tripartidismo clásico al que no apuntaba ninguna encuesta pero parece que sí el sentir de los gallegos en un momento en el que otra gran crisis económica está por gestionar.

Los politólogos hablan de que el modernismo líquido impregna la política actual de liderazgos fugaces, si bien esta teoría no parece cumplirse cuando los ciudadanos aprecian el riesgo de una crisis o recesión inminente, donde los experimentos con gaseosa dan paso a la apuesta por las fuerzas políticas sólidas y solventes, con implantación territorial, que pueden dedicar sus esfuerzos a la resolución de los problemas colectivos más allá de sus reyertas internas, como ocurrió en su día con el espacio rupturista.No es casualidad que en este contexto Feijóo en Galicia logre su cuarta mayoría absoluta y que Íñigo Urkullu en el País Vasco vuelva a gobernar reforzado. Unidas Podemos se hunde en ambos territorios, pasa a ser una irrelevante cuarta fuerza política en el Parlamento Vasco y a desaparecer del parlamento gallego.

En tiempos de incertidumbre, gana el pragmatismo. El electorado ha votado por el continuismo a la vez que ha premiado a sus dirigentes autonómicos por sendas gestiones en la crisis de la Covid-19. Los mensajes de la noche electoral son claros: aviso al Partido Socialista que, tras su coalición central con el partido de Pablo Iglesias, se mantuvo como hace cuatro años sin recoger ningún rédito de la debacle de los morados, que aprovecharon como nunca los partidos nacionalistas BNG y Bildu, en Galicia y Euskadi, respectivamente. Ambos se posicionaron como segunda fuerza parlamentaria en cada comunidad, sin que a Sánchez parezca preocuparle demasiado a la vista del abandono explícito que hizo al líder gallego, al que el azar impidió acompañar en el cierre de campaña, y al que no dedicó ningún esfuerzo en auparle. Pero aviso también a Pablo Casado, que no puede capitalizar la victoria de Feijóo –que ganó con discurso propio y moderado, tras el rechazo de la coalición con los naranjas impuesta desde la dirección y lejos del histrionismo imperante en Madrid -  y ha de asumir la derrota de Carlos Iturgaiz, su apuesta personal en coalición con Ciudadanos para disputar, sin éxito, el  espacio de la extrema derecha en el País Vasco. Debe apuntar Casado que la evidencia indica que el éxito está asegurado en las posiciones centrales y transversales, extremar la postura lo único que consigue es dejar vacío el centro para que otros lo ocupen.

Cerrada la incógnita de una campaña diferente, una jornada electoral diferente, toca formar un gobierno diferente, donde la economía será más importante que nunca y su necesaria transversalidad pide cobrar forma de una vicepresidencia que lo impregne todo. Ya queda un día menos. @mundiario

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