Fascismo

Matteo Salvini, ministro de Interior de Italia. RR SS.
Matteo Salvini, ministro de Interior de Italia. / RR SS.

¿Acaso no hemos escuchados los chistes de los guardias de fronteras americanos ante los llantos desesperados de esas criaturas diminutas al ser arrancadas por la fuerza de los brazos de sus padres? Es el horror y el espanto. Y la estupefacción. ¿Cómo es posible tal carencia de humanidad en aquella Gran Nación que fue la vencedora total sobre el terror fascista europeo?

El fascismo fue derrotado, pero no erradicado. Tampoco sus variantes nacional socialista alemana o la nacional católica española. Llega con un fascista para contaminar a toda la sociedad. La elementaridad y extremismo de sus propuestas engranan bien en las alteradas mentes de los ciudadanos caídos en desgracia o con riesgo de descenso social. La ignorancia es el mejor terreno para sembrar el fanatismo y el miedo a la miseria funciona como un abono rico en predisposiciones al odio. La semilla del fascismo aparece siempre traída por los vientos de la desesperación y la pérdida de esperanza en un futuro mejor.

La semilla del fascismo aparece siempre traída por los vientos de la desesperación y la pérdida de esperanza en un futuro mejor

El fascismo medra entre nosotros, pero ya no tiene el mismo rostro paramilitar de las SS y la Falange, sino el estúpido discurso del populismo oportunista. No solo se repite una mentira para hacerla realidad y manipular a los ignorantes, sino que la ideología se adapta sobre la marcha a las demandas más elementales y primarias de las masas. El fascismo apela a la bestia que llevamos dentro. Es una ideología etológica, tan bestial como la violencia dominadora del gorila o la instrucción social-mecanicista del hormiguero.

El Estado y el individuo, no ya ciudadano, se unen en una maquinaria que apisona todo vestigio de inteligencia, independencia y libertad. La persona no existe. El ser no es humano sino ser-útil, servicial, esclavo de la comunidad que encarna el propio Estado. El diferente lleva aún peor suerte. En lugar del individuo se sitúa la etnia, la religión o la nacionalidad. Los nazis no llamaban por su nombre a los judíos, solo un número los diferenciaba  -nunca identificaba, pues la identidad no es un atributo de quien no es persona-  para ser procesados sin error por la maquinaria de aniquilación. Millones de seres humanos fueron impresos con un número de serie, como un coche o una lavadora. Luego fueron entregados al plomo, el gas o el hambre. No pertenecían al pueblo. Eran, por tanto, los enemigos del pueblo, los causantes de todos los males de la Gran Alemania.

No me gustan las advertencias. No me gusta dar consejos. O la sociedad europea y americana se movilizan unidas contra la barbarie fascista y racista o la Humanidad será conducida a otro callejón sin salida

El criminal italiano, Matteo Salvini, Ministro de Interior fascista de la Italia actual, propone censar a los ciudadanos de etnia romaní. Es el primer paso, su numeración, como hemos visto, para luego comenzar su exterminio. Echarán a los que puedan y guardarán los números de serie de los restantes en espera de que se den las condiciones para su eliminación. El pecado de estas personas es ser diferentes. Lo que no entiendo es cómo somos tan imbéciles para dudar que si pudieran los asesinarían como lo hicieron hace setenta u ochenta años. Es el mismo fascismo con cara amable, de quien sabe que no es el momento de matar. Su cara amable es idéntica al rostro de Adolf Hitler en su ascenso hacia el poder. ¿Recordamos que al nazi lo eligieron las masas en las urnas? ¿No hemos visto como negaron el pan y la sal a los supervivientes del Aquarius? Les aseguro que si estas gentes  se murieran a seis metros del muelle de Hostia, Matteo no se cansaría de reír,  porque Matteo es un fascista, uno de verdad, en carne y hueso. No es una pesadilla. Está ocurriendo. El mal anida entre nosotros y se expande rápidamente en un Occidente que no sabe a dónde va. No es un mal subjetivo, es la la brutalidad, la opresión, la muerte...

¿Acaso no hemos escuchados los chistes de los guardias de fronteras americanos ante los llantos desesperados de esas criaturas diminutas al ser arrancadas por la fuerza de los brazos de sus padres? Es el horror y el espanto. Y la estupefacción. ¿Cómo es posible tal carencia de humanidad en aquella Gran Nación que fue la vencedora total sobre el terror fascista europeo? ¿Cómo es posible que lo consientan los mismos que lucharon y derrotaron a Hitler y a Mussolini?

No me gustan las advertencias. No me gusta dar consejos. O la sociedad europea y americana se movilizan unidas contra la barbarie fascista y racista o la Humanidad será conducida a otro callejón sin salida. El último tropiezo remodeló el mapa del mundo y costó la vida nada menos que a 250 millones de personas. Es nuestra responsabilidad como ciudadanos. @mundiario

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