De aquellos fallos estos lodos

Imagen referencial de un revolver y sus balas. / Pixabay
Imagen referencial de un revolver y sus balas. / Pixabay
 Si hay algo parecido a una asociación secreta es un chat estable con un número de miembros amplio, que de manera regular facilita a sus miembros gestionar odio y amenazas.
De aquellos fallos estos lodos

El artículo 22 de nuestra Constitución dice taxativamente que “se prohíben las asociaciones secretas y las de carácter paramilitar”. Si hay algo parecido a una asociación secreta -aunque no se haya inscrito como tal (porque no podría)- es un chat estable con un número de miembros amplio, que de manera regular facilita que sus miembros gestionen el odio y las amenazas…

Claro que es un grupo privado: toda asociación secreta lo es, por definición. Y si no, que el señor fiscal que archivó la denuncia del ministerio de Defensa nos explique dónde está la diferencia.

Miembros de esa asociación fueron instruyendo a sus compañeros para “fusilar a 26 millones de españoles, niños incluidos”, o para dar un golpe de Estado: “sólo otro 36, pero con muchos más muertos por la parte roja y separatista puede arreglar esta triste España”.  Es más: ese diálogo más parece una deliberación sobre como pasar a la acción. Y quizá tuvimos la suerte de que hubo una persona decente en aquel grupo que se dio cuenta de la trascendencia de aquellas soflamas y las publicó y denunció.

Fiscal y jueces fuera de juego

Pero el señor fiscal no se dio cuenta. Probablemente no tenga ni idea de lo que significa un grupo de WhatsApp ni una reunión virtual permanente… Y lo archivó con el argumento de que eran “conversaciones privadas”. Supongo que de buena fe.

Algo parecido ocurrió con otro grupo semejante, esta vez de policías municipales de Madrid, que se dedicaron a insultar y a proferir amenazas, o propuestas de agresión a la entonces alcaldesa Manuela Carmena. Y ese grupo también tiene una gran similitud con una asociación secreta, precisamente por su privacidad. Y ocurrió también que algún partícipe decente supo ver la trascendencia de aquellas soflamas. Algo que no supieron ver los jueces de Madrid que archivaron la causa, también con el mismo argumento de la privacidad.

Es cierto que los jueces están para aplicar la ley. Y los fiscales para defender la legalidad. Pero ¿tan cortos son quienes no son capaces de ver que ley y legalidad tienen su fundamento precisamente en la ley de leyes que es la Constitución? ¿Y no conocen la ley de leyes? ¿Y no tienen la creatividad suficiente como para interpretar y asociar las similitudes? Porque no quiero pensar lo peor, que sería que no tienen voluntad de hacerlo.

Y seguro que esas dos asociaciones han seguido funcionando -ahora con más humos y con la tranquilidad de la impunidad-, y muy posiblemente otras han aparecido, animadas por la entidad legal que ambas medidas les refuerza.

Me atrevo a ir más allá: ambos grupos, además de su similitud con una sociedad secreta, dada la naturaleza de sus miembros, tienen también todo el parecido con la otra característica que prohíbe la Constitución: la de una asociación paramilitar.

Proteger nuestra Democracia

No me atrevería a decir que las seis balas y las tres amenazas recibidas por el ministro Marlaska, por el ex vicepresidente de Gobierno y por la directora general de la Guardia Civil procedan de alguno de estos dos grupos. Pero sí me atrevo a afirmar que, si en los dos casos citados hubiera habido una mayor diligencia por parte del fiscal en un caso y de los jueces en otro, esta amenaza pública no se habría producido, y nuestra sociedad no andaría en la zozobra de saber que hay gentuza que quiere atentar contra la convivencia democrática, y contra la propia Democracia.

No estaría nada mal que esas asociaciones de jueces revolcadas por Bruselas en su excesivo celo por su independencia, pusieran más celo en exigir que los jueces, en lugar de limitarse a ser ejecutores autómatas de las leyes, incrementaran su formación y su cuidado por iluminar con los preceptos constitucionales sus decisiones cuando se ponen a interpretar cualquier ley.

No me gustan los alarmismos. Pero durante un año y pocos meses en este país han ido pasando determinadas cosas que muestran claramente que entre nosotros hay gente que está tratando de urdir alguna jugarreta a la convivencia de nuestra sociedad. Y se impone una vigilancia estrecha para evitar que nos den el más mínimo susto, y para castigar severamente sus bravatas, su chulería y sus atrevimientos. @mundiario

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