Estimulan el "imaginario monárquico" presentando a la infanta Leonor como excepcional

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Leonor, llamada a reinar.
El “imaginario monárquico” consiste en una construcción intelectual para introducir en la mente de las gentes el concepto de que la monarquía es una institución natural, que por tanto debe ser aceptada como tal con “naturalidad”.
Estimulan el "imaginario monárquico" presentando a la infanta Leonor como excepcional

Tras las repetidas y no cesantes peripecias del rey honorífico Juan Carlos I, que tanto dañan la imagen de la Corona, las revistas del corazón y otros espacios de frivolidad y chismorreo han puesto en marcha una colorida campaña de lo que se llama “Imaginario monárquico”; es decir, dibujar en la mente de los ciudadanos la convicción de que la monarquía es algo excelso, necesario y natural para que sea aceptado sin la menor reflexión, sobre todo esta monarquía. Y ahora todos los focos apuntan a la excelsa figura de la princesa Leonor (por cierto, dejando en la sombra a la segundona) a la que se augura que será reina, para lo cual le espera un duro aprendizaje, al margen obviamente de lo que al respecto puedan pensar los ciudadanos, y menos los que aspiren a que todos los altos cargos del Estado sean electivos. Pero como dice Guglielmo Ferrero en su clásico libro sobre “El Poder” resulta difícil entender que la jefatura del Estado en el siglo XXI se pueda heredar como una finca.

Esta niña es biznieta de un taxista y desciende por línea paterna de uno de los diversos amantes de Isabel II, llamado Enrique Puigmoltó. Su madre no creía en la institución que encarna, como es bien sabido ¿De qué dote especial está ungida? Su abuelo fue designado sucesor de Franco a título de Rey, pero pudo haber sido otro entre varios el elegido por un sujeto que se consideraba a sí mismo providencial. Pero pongamos el caso de otra niña de su edad, biznieta de otro taxista. Pensemos que es una niña igualmente aplicada, que cuando sea mayor tenga vocación política y pueda llegar a ser candidata a la Jefatura del Estado y se someta a la elección de los ciudadanos para ocupar el cargo por un tiempo. Como la monarquía es católica, la hija mayor de Letizia Ortiz tiene que serlo. Tendrá que casarse con un tipo al que la suerte hará príncipe consorte y con el que engendrará su prole. La otra chica podrá tener pareja o no, podrá ser madre no, ser madre soltera o incluso tener pareja del mismo sexo, tal y como es normal en nuestros días. La vida de Leonor ya está condicionada al margen de su propia voluntad. ¿Y si no quisiera ser reina, y si su hermana, la segundona, si lo quisiera o estuviera más capacitada? Esta niña podría ser simplemente una ciudadana más, biznieta de un taxista como cualquier otra, con la misma dignidad, a la que sus conciudadanos puedan elegir jefe del Estado por ella misma.

Familia real española. / Casa Real.

La familia real española.

Pero, ¿qué es eso del “Imaginario monárquico”. Consiste en una construcción intelectual para introducir en la mente de las gentes el concepto de que la monarquía es una institución natural, que por tanto debe ser aceptada como tal con “naturalidad”. El profesor José Luis Rodríguez García, catedrático de Filosofía, es uno de los pocos autores que ha analizado con rigor la evolución histórica de Juan Carlos I y de la monarquía que encarna.  “Plantear en qué medida y a través de qué procedimiento el rey sigue siendo ungido por la divinidad –escribe- puede parecer cuestión anacrónica. Pero no en el caso de España: Juan Carlos fue nombrado rey por decisión personal de un general que era jefe del Estado y Caudillo de España por la Gracia de Dios y sólo responsable ante Dios y ante la historia. Es preciso considerar el alarmante proceso en virtud del cual un militar rebelado contra un gobierno legítimo terminará por aparecer como enviado de la divina Providencia, una especia de encarnación angélica que aparece en la tierra para fortalecer el combate del Bien contra el Mal”.

PSOE y PP, partidos dinásticos

Reyes y príncipes siempre han estado ahí, formando parte de nuestras vidas y, además, están imbuidos no ya del origen divino que los consagra, sino de todas las cualidades que consideramos excelentes: el Rey es sabio, prudente, valeroso. Todo lo que hace, aunque sea su deber hacerlo, es algo excepcional. Si uno analiza lo que se escribe y divulga estos días por parte de las revistas del corazón y los espacios de chismorreo se puede comprobar que esa es la línea argumental en torno a una niña como otra cualquiera, pero que parece ser algo fuera de lo común.


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Dice Goytisolo que, en España, a diferencia de Inglaterra y otros reinos del norte de Europa, en donde la institución monárquica se funda en un consenso tradicional de honda raigambre histórica y en una tranquila sucesión de reinados sin altibajos ni seísmos, la Monarquía española de los dos últimos siglos ha sido una especie de tobogán con subidas, bajadas, caídas y descarrilamientos. En España se pretende evitar todo debate sobre la república, pues la figura de la Corona la apuntalan los dos grandes partidos dinásticos, PSOE y PP. Si durante la “Transición” y gran parte del reinado de Juan Carlos I, funcionó un pacto de silencio o simplemente los medios miraron hacia otro lado, o consideraron la monarquía tema “tabú” (gracias a los buenos oficios del entonces jefe de la Casa Real Sabino Fernández Campo). Pero la sociedad ha cambiado.

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Una foto hoy irrepetible.

Dicen Chomsky y Herman en un clásico libro que el poder establece los marcos contextuales del orden del día y elimina aquellos temas inconvenientes. Es más, ambos autores insisten en que, en la transmisión de mensajes simbólicos para el ciudadano medio, aparte de las funciones tradicionales (entretener, divertir e informar) inculcan valores y pautas de comportamiento para integrarse y, por lo tanto, aceptan, las estructuras institucionales de la sociedad. Así pues, pueden –y de hecho ocurre como sucede en España- convertirse en los mejores creadores de ese “imaginario monárquico” que se quiere imponer como un elemento casi natural, como parte del ecosistema de la sociedad moderna.

El adormecimiento nacional

Por lo tanto, no sólo son las revistas del corazón, con sus frivolidades, las que abanderan la campaña a la que asistimos. El proceso está generalizado. Como dice el profesor Rodríguez García en su libro sobre la monarquía ¿Cómo es posible que la circulación del imaginario monárquico haya seducido hasta el adormecimiento racional a gentes sensatas a incluso a la multitud?

En la medida en que los medios incluyan en sus agendas-setting (es decir aquello que nos debe interesar porque los medios nos lo dictan) a la monarquía como elemento esencial del futuro de la felicidad de los españoles, al proporcionar estabilidad al sistema se habrán despejado muchas de las preocupaciones de quienes ahora se preguntan si realmente ¿llegará a reinar Leonor? Hay que activar la puesta en marcha de aquellos elementos que permitan conjurar la voluntad de los ciudadanos de modificar la forma de jefatura del Estado. Weawe ya advirtió sobre la necesidad psicológica de orientación que necesita la gente ante ciertos temas considerados relevantes y sin embargo lejanos para la audiencia. No todas las personas son igualmente influenciables o confían en los medios con la misma intensidad. Influyen diferentes factores en el proceso como son el grado de conocimiento o desconocimiento que tenga el público en casa caso.

En este caso, la prensa rosa o del corazón es la mejor aliada con que cuenta la institución monárquica, con independencia de su origen, para obtener la adhesión de grandes masas poco críticas o informadas, a quienes es muy fácil vender como próximos los personajes de estos círculos selectos. Desde la frivolidad de su tratamiento, los medios de comunicación, y especialmente las revistas llamadas “del corazón”, insistimos, agudizan el efecto “agenda setting” en amplias capas de la población que esperan, consumen y digieren una densa cantidad de mensajes cuyo efecto es la aceptación de una institución sobre la que nunca tuvieron la oportunidad de pronunciarse, al contrario que otros países como Grecia o Italia al final de procesos semejantes por los vividos por la sociedad española a lo largo del siglo XX. @mundiario

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