España, en plena campaña de seducción a través de la propaganda política
Con sus eslóganes, consignas, retorcimiento de argumentos, olvido descarado de objetivos irrenunciables y líneas rojas,... comenta este autor en un nuevo artículo para MUNDIARIO.
La propaganda política, tan de moda, consiste en la difusión de ideas y opiniones con el propósito de influir en la modificación de conductas, conservación de adhesiones y rechazo de otras ideas para conseguir adeptos.
La propaganda pone el acento en las emociones más que en los razonamientos.
La propaganda elige hechos intencionadamente; es decir, ofrece una información parcial o sesgada con el propósito de influir en los destinatarios del mensaje.
La propaganda incita a adherirse a sus propuestas, en vez de facilitar información para que los demás formen su propia opinión y elijan con libertad.
La verdad no es el objetivo final de la propaganda, sino inclinar a la gente a favor de sus objetivos. La verdad y la información, con frecuencia, están reñidas con la propaganda.
La propaganda seduce, fascina, hechiza, sin preocuparle la reflexión acerca de sus contenidos. Utiliza flautistas de Hamelin, encantadores de serpientes, gentes que saben lo que los destinatarios desean oír. Consiguen el arrobo y la admiración mediante su estudiada oratoria y apariencia.
La propaganda difunde sencillas ideas bajo el envoltorio de atractivos eslóganes, palabras “abracadabrantes”, repetidas de forma machacona, pertinaz, cual martillo pilón.
La propaganda no tiene reparo en ir modificando sus mensajes según las circunstancias o la actuación de los competidores; y lo hace como el camaleón cambia de color y la serpiente se adapta al terreno.
La propaganda de un determinado grupo convierte en argumentos a su favor, las diatribas, reproches y críticas de los adversarios.
La propaganda no responde a preguntas, machaca hasta la saciedad con sus lemas –repartidos organizada y periódicamente entre los líderes del grupo-, bajo el lema “pregúntame lo que quieras que yo responderé lo que me de la gana”.
La propaganda es capaz de presentar como un éxito la renuncia a un objetivo planteado antes como irrenunciable.
El éxito de los líderes de barro, oportunistas, "salvapatrias" y redentores que utilizan la propaganda de esta forma, surge por los enormes errores de otros y por la existencia de altavoces inesperadamente interesados.