El Estado está dejando de existir en Cataluña porque se le permite cada día

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Alcaldes catalanes blandiendo los bastones.

Una parte de la sociedad, del vecindario civil de Cataluña, están enfermos porque no se habla de la corrupción de Convergencia, del 3% o de los enjuagues de la familia Pujol.

El Estado está dejando de existir en Cataluña porque se le permite cada día

Una parte de la sociedad, del vecindario civil de Cataluña, están enfermos: porque no se habla de la corrupción de Convergencia, del 3%, de los enjuagues de la familia Pujol…Estos no roban, es España, somos los españoles los que robamos, los que lastramos el futuro de Cataluña. Es increíble que la corrupción de los propios haya dejado de ser tema de debate. Es como si no existiera.

Mas y los suyos, con sus repetidos y crecientes gestos de desafío al marco legal que rige nuestra convivencia, con sus desplantes de matón de taberna, con su desprecio a la relación jurídica  con el resto de los españoles, está logrando que se genere un sentimiento –que nunca antes había existido- de hartazgo hacia Cataluña, de rechazo y repudia, cuyas consecuencias pueden ser dolorosas para todos, pero especialmente cuanto al propio futuro y calidad de vida de los españoles avecindados en aquella comunidad.

Pero con todo, resulta desolador que haya españoles significativos, periodistas, políticos y otras gentes de relieve que se han rendido. Que han acabado por reconocer a una parte de la sociedad catalana el derecho a decidir por sí solos una cuestión que nos afecta a todos, cuando no siquiera ellos mismos están de acuerdo con qué quieren. Estos colaboracionistas pusilánimes aceptan que el Estado de rompa y se resignan al desmembramiento anunciado del país, si nadie lo evita.

Por eso, tan peligrosos como Mas son aquellos que se han rendido ante la manipulación victimista de una parte de Cataluña. Siempre ha sido la misma cantinela: “que si España no nos quiere, que si no se nos reconoce nuestro hecho diferencial, que si aportamos más de lo que recibimos…”. Desde que Cambó entonó ante Alfonso XIII esta salmodia no han parado de corearla.

Una parte de la sociedad, del vecindario civil de Cataluña están enfermos: porque no se habla de la corrupción de Convergencia, del 3 por ciento, de los enjuagues de la familia Pujol…Estos no roban, es España, somos los españoles los que robamos, los que lastramos el futuro de Cataluña. Es increíble que la corrupción de los propios haya dejado de ser tema de debate. Es como si no existiera.

Pero la culpa no es suya. Mas y sus alcaldes se portan como matones de taberna, se instalan en desafiante pose porque saben que nadie les va a plantar cara desde Madrid. Y si al matón no se le para, el matón sigue. Es lo que pasa. Y hemos llegado a este punto porque el presidente Zapatero lo propició por acción, y Rajoy lo deja avanzar por omisión.

Pero es que además, es curiosa la doble paradoja de este desafío, de esta rebelión en toda regla que estos días ha llegado a la cota más expresiva de su osadía. Mas es el máximo representante del Estado, entendido como configuración política de la nación en Cataluña. Su legitimidad, la de su gobierno y los alcaldes que lo arropan, cuando ha de comparecer como justiciable, surge de la Constitución y del ordenamiento legal que de la misma se desprende, desde el Estatuto a las leyes de régimen local.

Por un lado, los manifestantes que acompañan a Mas invocan la calidad democrática de la representación legal que ostentan, obviamente, sostenida por el marco constitucional dentro del que la han obtenido. Y al mismo tiempo rechazan ese mismo marco, su ordenamiento y los poderes que del mismo derivan, es decir en este caso, el judicial al que tratan de presionar en burda cuadrilla.

El desprecio a los otros españoles

Y nos rechazan, nos ofenden a los demás españoles que respetamos las leyes, aunque queramos introducir cambios, pero de modo ordenado, civilizado, abierto a la discusión inteligente. Más y los suyos están en abierta rebelión y dispuestos a ignorar las leyes que regulan nuestra convivencia, salvo en los resguardos garantistas que les conviene. Han llegado al paroxismo del absurdo y como nadie les para los pies, porque han llegado lo suficientemente lejos como para que se empleen los medios previstos para ello, cada día nos sorprenderán con una nueva ocurrencia, con un nuevo desafío, confirmando que el Estado ha dejado de existir en Cataluña. Y ha dejado de existir porque el Gobierno de Mariano Rajoy lo permite.

Hace años, el profesor Alvaro D´ Ors publicó un interesante análisis sobre la paradoja de los asesinos de ETA que, por un lado rechazaban y no reconocían a los jueces que los juzgaban, al Estado de Derecho del que se declaraban enemigos y al que negaban toda legitimidad, al tiempo que invocaban sus “derechos constitucionales” en la medida que podían sustentar determinadas garantías procesales y de trato. D´Ors concluía que quien de manera pública y notoria no quería reconocer la Constitución quedaba en absurdo supuesto al reclaman que sí se le aplicara en aquello que le convenía, pero que elegían de manera selectiva, ignorando el resto, su marco general y sus principios.

Ese parece ser el discurso de Mas, de quien lo sigue, respalda y comprende.

Pero la culpa, insisto, no es solamente suya.

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