La España mediática nos vende gatos por liebre, charlatanes por expertos

Las mañanas de Cuatro. / Cuatro
Las mañanas de Cuatro. / Cuatro

En este país no hay expertos propiamente dichos, o sea mentes racionales y razonables analizando la cruda realidad desde perspectivas ecuánimes y neutrales, sino holligan intelectuales intentando arrimar el ascua a sus sardinas ideológicas.

La España mediática nos vende gatos por liebre, charlatanes por expertos

No sabía que en España existiese semejante abundancia de expertos en todo tipo de asuntos, la verdad. Sintonizabas estos días emisoras de radio, hacías zapping por los canales de televisión, buceabas en las páginas de los periódicos, y salían expertos en yihadismo de debajo de las piedras. Los expertos son esos señores que, cuando ocurre algo, una matanza inexplicable en Estados Unidos, un naufragio en mí Costa de la Muerte, un desastre en una curva de Angrois, un holocausto laboral, un crack en La Bolsa, un Brexit contra todo pronóstico, una carnicería en un boulevard de Niza, un golpe de Estado en Turquía, cosas así, aparecen de repente en un plató, en un estudio de radio, firmando al pie de una columna de periódico, y te explican el quién, el qué, el cómo y el por qué ha pasado lo que ha pasado.

Expertos de pacotilla con vocación de forenses

Yo no sé cómo serán los expertos en otros países, oye, a pesar de que en la BBC no pronosticaron el Brexit,  ni en el Washington Post el Golpe de Ankara, ni en L´Equipe la victoria de Portugal en la Eurocopa. Pero lo que es aquí, en España, nuestros expertos se han especializado en informes forenses, en conclusiones después de las autopsias, en interminables debates sobre las causas de las crisis, de los accidentes, de los atentados, de las derrotas de la Roja o del golpe de Estado o el estado del Golpe de Turquía ¡Siempre todo a toro pasado, coño! Absolutamente todo, la erudición, la racionalidad, la argumentación, el contraste de los datos, al servicio del color del cristal ideológico a través del cual contemplan la vida.

¡Dios mío!, ¿cómo han caído tan bajo?

Si esa pandilla de individuos parciales, mediatizados, demagogos, ultras y engreídos conforman nuestro elenco nacional de expertos, no me extraña que, en el gran teatro del mundo que pronosticaba Calderón, este país no pueda representar ni una sola obra que no sea una tragedia. Resulta patéticamente cómica la mezquindad guerracivilista con la que los unos a los otros y los otros a los unos se echan en cara a los parados, a los pobres, a los ricos, a los corruptos, a los jóvenes, a los viejos, a los vivos y a los muertos. Resulta descorazonador, mientras permanece aún caliente la sangre de las víctimas en La Avenida de los Ingleses, en un mercado de Bagdad o en una calle de Berlín, que los gurús intelectuales permitan que los crueles, nocturnos y alevosos verdugos se disipen entre la niebla de teorías conspiratorias y oleoductos de ida de armas y vuelta de petróleo. Aunque sea verdad, incluso toda la verdad y nada más que la verdad, con los cuerpos aún presentes y los heridos en las delgadas líneas rojas de las UCIS, hay que reflexionar sobre los que han tomado el volante de un camión de la muerte, han apretado los gatillos o han activado los artefactos explosivos. Resulta indecente, ya digo, que tantas presuntas mentes brillantes progresistas y conservadoras, embriagadas de soberbia y egolatría, sigan cayendo tan bajo cada vez que la sociedad y la historia les demanda grandeza y altura de miras.

Una trascendental especie en peligro de extinción

Debo reconocer y reconozco que parece que saben un huevo, con perdón, de un montón de cosas. Que te quedas embobado ahí, frente a la Caja Tonta, mientras estos señores se baten en estériles duelos intelectuales respecto a las siniestras manos negras que mecen las cunas. Incluso, por momentos, casi llegan a convencerle a uno de que saben más de “lobos solitarios” que el mismísimo “Amigo Félix”, Rodríguez de la Fuente, claro, de lobos comunes o Herman Hesse de lobos esteparios. Pero al final acabas dándote cuenta de que sólo pretenden darnos el pego desde sus respectivas placentas mediáticas progresistas o conservadores. ¡Son un bluff!, lo que yo re diga. La prueba de cargo de que los expertos en España son una especie con tanto o más peligro de extinción que el Lince Ibérico. Mismamente, el único ejemplar propiamente dicho que nos queda, a mis escasas luces, es José Antonio Marina, la mente más brillante en esa materia tan sensible, tan trascendente, tan absoluta y absurdamente desahuciada a la que llamamos EDUCACIÓN, ¡que en paz descanse! Y, sin embargo, ya ves, no le hacen ni puto caso. Como a Ortega cuando exclamaba ¡no es esto, no es esto!; como a Julián Marías cuando soñaba con un nuevo ser humano español en sus “terceras” de ABC.

¡Qué difícil es ser un genuino experto, en este país llamado España, y no acabar desvaneciéndose en la historia en el intento.

Comentarios