Rajoy hizo bien en ir a Arlington aunque fue una pena que no se acordase de José Couso

El cámara José Couso.
El cámara José Couso.

Era hijo, sobrino, nieto y biznieto de oficiales superiores de las Fuerzas Armadas españolas y murió cumpliendo su deber de informar acerca de una guerra ilegal y cruel.

Rajoy hizo bien en ir a Arlington aunque fue una pena que no se acordase de José Couso

En Washington, Mariano Rajoy esperaba ser recibido y bendecido por su todopoderoso presidente y hacerse con él la foto de rigor. Y lo primero que hizo al aterrizar en territorio estadounidense fue dirigirse al cementerio militar de Arlington (Virginia) y rendir homenaje a los soldados estadounidenses muertos en diferentes guerras. Lo cual, como oficial superior del Ejército español que soy, me parece muy, muy bien. Es bueno que los políticos reconozcan los esfuerzos que los uniformados realizamos en determinados momentos.

Pero también, digo yo, que no hubiese estado de mas que Mariano, oportunamente, hubiese rendido otro homenaje a un compatriota suyo —que casualmente era mi sobrino—, el fotoperiodista José Couso Permuy, asesinado en Bagdad por ciertos compañeros de los que, ante sus tumbas, Rajoy colocó una corona de laurel. No olvidemos que José también era hijo, sobrino, nieto y biznieto de oficiales superiores de las Fuerzas Armadas españolas y que murió cumpliendo su deber de informar a sus conciudadanos acerca de una guerra ilegal y cruel.

Y el homenaje reclamado no hubiera sido otro que Rajoy, con voz diplomática, cortés pero firme y tranquila, por aquello de que no se le ponga el tic en el ojo izquierdo que le surge cuando miente… o se pone nervioso, hubiese reclamado del presidente Obama el estricto cumplimiento de los convenios bilaterales de cooperación judicial y de extradición, firmados por ambos países. Está claro que cuando dos estados firman estos convenios ha de ser cumplidos por ambas partes.

En el caso de José, único que permanece abierto en todo el mundo en que se encuentren procesados tres militares de los Estados Unidos por un crimen de guerra, dicho país se niega constantemente a cumplirlos, bien por acción o por omisión.  Es sabido que en el Derecho Internacional hay un principio jurídico universal que dice: “O juzgas o entregas”. Los norteamericanos no hacen ni lo uno ni lo otro. Es un gravísimo incumplimiento de la legalidad internacional vigente, que ha de ser necesariamente denunciado. Pero Mariano no hizo nada, demostrando, una vez más, la sumisión y el sometimiento de nuestro país al dictado del imperio estadounidense. ¡Somos meros súbditos! ¡Qué vergüenza…!

Rajoy regresó a Madrid con el título de “gran líder”, otorgado por el presidente Obama, lo cual, no sé por qué razón, me recuerda un poco a lo del “amado líder”, utilizado en un lejano país oriental no muy recomendable…

Ni derechas ni izquierdas

Pese a lo que muchos puedan creer, el caso Couso no es de izquierdas ni de derechas. Los tres gobiernos de distinto color que se sucedieron tras aquel trágico 8 de abril de 2003, los de Aznar, Zapatero y Rajoy, ha seguido similares trayectorias en cuanto a sus esfuerzos encaminados a impedir que la causa abierta prospere, todo ello bajo cuerda, como demostraron, no ha mucho, los papeles de Wikileaks.

Creo que no será una descortesía que, trascurridos más de diez años de aquella fecha, relate el contenido de mi primera entrevista con el señor Rajoy, a la sazón vicepresidente del Gobierno  con el señor Aznar. Entonces era yo el portavoz de la familia Couso Permuy y le señalé: “Si yo hubiese sido el comandante de una unidad militar española que hubiese matado a un periodista de los Estados Unidos, mi cabeza hubiese estado al día siguiente, en bandeja de plata, en el despacho oval de la Casa Blanca”. Me dio la callada por respuesta. A renglón seguido le pregunté: ¿Pero que somos… aliados  o súbditos? Rajoy, alzando la ceja, respondió: ¡Aliados, por supuesto…! ¡Pediremos al gobierno de los Estados Unidos que abra una investigación judicial!

A continuación me mostró un informe, emanado del Estado Mayor del Ejército español, que no hubiese firmado el cabo más tonto del mismo, y que se refería al supuesto y sofisticado armamento contracarro que poseía el ejército iraquí, lo cual, aun en aquellas circunstancias, era harto increíble para un militar informado. A las pruebas nos remitimos sobre la inexistencia de “las armas de destrucción masiva”… Para llorar… ya que nadie ha pedido perdón.

Al manifestarle mi asombro e indicarle lo del cabo tonto, Rajoy me contestó ingenuamente: “Es que yo, de estas cosas no entiendo nada…” Le respondí: “Pues cese Ud. a su asesor de temas militares y que le informen verazmente…

Para intentar aclarar esta cuestión gestioné, a través de su ayudante, una entrevista con el entonces jefe de Estado Mayor del Ejército, el general Luis Alejandre Sintes, que había sido mi comandante jefe de la sección del Estado Mayor Especial en A Coruña, durante el año 1985, en la que yo servía y que, por ello, me conocía personalmente. El ayudante me indicó que era seguro que habría de darme audiencia, pero todavía hoy estoy esperando una respuesta… y no me recibió nunca… Jamás se lo perdonaré.

Todos los sucesivos gobiernos, como digo, se dedicaron, en la sombra, a entorpecer el caso judicial y a maniobrar para conseguir el archivo definitivo, a través de la Fiscalía General del Estado. Ante la opinión pública y la familia, los ministros decían todo lo contrario… Por dos veces consiguieron archivar el procedimiento, pero otras tantas veces el Tribunal Supremo ordenó su reapertura, señalando, sin entrar en el fondo del asunto, que había evidentes pruebas de la existencia de un crimen de guerra y en su resolución daba fuertes varapalos a las tesis jurídicas sostenidas por la Fiscalía. La última vez, casi les recomendaba que volviesen a la Facultad a estudiar Derecho Internacional Humanitario. Pese a todo ello, el caso sigue abierto en la Audiencia Nacional… aunque les pese a muchos y sigamos siendo súbditos del Imperio...

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