España, un país de exiliados
El exilio ha sido refugio de discrepantes y heterodoxos desde tiempos inmemoriales. En España, el golpe militar franquista de 1936, provocó la huida cientos de miles de españoles que buscaron refugio en todo el mundo. Este trágico suceso aún perdura en nuestra memoria por su importancia numérica, pero no termina ahí la historia de los refugiados por razones políticas. Como hijo de exiliado, me parece oportuno terciar en el debate sobre el estado de la cuestión en España.
En una reciente entrevista a Pablo Iglesias Turrión, el periodista le preguntó si consideraba a Carles Puigdemont como un exilado político. No era una pregunta banal sino propia de un interrogatorio. No se trataba de conocer su pensamiento, sobradamente conocido. Pues si negaba esa condición, se contradecía, y si la afirmaba, se alineaba con los independentistas. Eso se llama falacia. Y por eso afirmó su convicción de tenerlo por exilado político.
Como dejó claro a lo largo del interrogatorio, Iglesias ni es nacionalista ni aplaude la estrategia del independentismo unilateral. Más aún, considera dramática una eventual salida de Cataluña del territorio español. Disiente del método, pues apuesta por un diálogo que la ceguera de muchos no acepta.
El régimen del 78, por boca de uno de sus auspiciadores, considera algunas cuestiones políticas como clave de bóveda del entramado constitucional, por lo que se niegan a admitir el debate: todo se viene abajo si se toca alguna pieza de ese código.
Puigdemont es un exilado político, perseguido por razones políticas. No ha sido condenado pues no fue juzgado. Los catalanes condenados por el 1-O, son presos políticos y no políticos presos. El Tribunal Supremo reclamó del primero su extradición, y condenó a los segundos a penas severísimas, conculcando el principio de juez natural (art. 24.2 CE), ya que el enjuiciamiento correspondía al Tribunal Superior de Justicia de Cataluña. La burda acusación inicial (rebelión) fue el pretexto para avocar al Supremo la competencia. No se han respetado los derechos de los acusados.
La Monarquía española, como reza el escudo del águila de Toledo, es bicéfala. Juan Carlos sigue siendo rey al alimón con su sucesor que le repudió. ¿Es Juan Carlos un exilado, un fugado o un prófugo? Nunca manifestó personalmente ponerse a disposición de la justicia, sino a través de persona interpuesta (su abogado). Blanco y en botella. No puede ser exilado ni prófugo. Es un fugado.
La democracia estadounidense, tan aplaudida por los conversos, mandó al exilio y a la cárcel a numerosos ciudadanos perseguidos por el macartismo, entre otros, Charlie Chaplin. Y es que también se pueden violar las leyes en una democracia consolidada. ¿Es Assange, de Wikileaks, que destapó las cloacas, el último en tener que exilarse? @mundiario
Hijo de un exiliado