¿Por qué España no copia todo lo bueno de Alemania e incorpora tanto de lo malo?

Último modelo del Mercedes SL 500, fabricado en Alemania.
Último modelo del Mercedes SL 500, fabricado en Alemania.

La crisis económica no ha servido para cambiar España y sentar las bases de un país sin corrupción, con un nuevo modelo económico, socialmente justo. ¿Se sale así de la recesión?

¿Por qué España no copia todo lo bueno de Alemania e incorpora tanto de lo malo?

La crisis económica no ha servido para cambiar España y sentar las bases de un país sin corrupción, con un nuevo modelo económico, socialmente justo. ¿Se sale así de la recesión?

 

Nadie mínimamente informado duda de que existe una agenda alemana para España o una agenda española escrita desde Alemania. Los más políticamente correctos la disfrazan diciendo que hay ciertos mandatos de la Unión Europea, que para el caso sería el recadero. Un mero disfraz político e institucional, porque en Europa manda Alemania.

¿Y tan malo es lo que dicta Alemania? No. Ni siquiera está ahí el problema, ya que muchos diagnósticos que hace Alemania sobre España son correctos. Fueron indiscutibles sus críticas al saldo de la balanza por cuenta corriente y el consiguiente crecimiento del déficit público y, por añadidura, del endeudamiento, en este caso no solo público sino, sobre todo, privado. O sus apelaciones a la mejora de la productividad y, en definitiva, de la competitividad en los mercados. Incluso se comprenden sus críticas al modelo de enseñanza en España, tanto por su bajo nivel de resultados, como por los desequilibrios que hay entre formación universitaria y profesional. Es más, la mayoría de sus ‘sugerencias’ a medio plazo están bien fundamentadas y son racionales.

Entonces, ¿por qué tanta crítica a Alemania? Por tres razones. La primera, que manda hacer muchos deberes pero no ayuda a hacerlos, algo a lo que está obligada como locomotora económica –y, de facto, política- de Europa. Es decir, Alemania no está siendo solidaria y se limita a regañar a los chicos malos de la clase (Grecia, Italia, España e Irlanda) sin ofrecerles ni ayudas, ni incentivos, ni oportunidades. La segunda, que no es de recibo aprovecharse de las penalidades de sus vecinos para obtener ventajas en la financiación de su Tesoro y de sus empresas. Lejos de asumir los eurobonos, daña a quienes los  piden. Y en tercer lugar, no dar ejemplo con la transparencia de su sistema financiero, parte del cual sigue oculto a la lupa de las instituciones europeas; otra clara señal de que Merkel las mangonea cuando y como le da la gana.

Si se quiere, hay un cuarto reproche, aunque éste ya sería compartido con el Gobierno español. A este paso, España va a importar casi todo lo malo de Alemania (minijobs, políticas de inmigración insolidarias, corruptelas…) y casi nada de lo bueno (cajas de ahorros pegadas a la economía productiva, I+D+i, competitividad basada en el incremento del valor añadido y no en la devaluación salarial, formación profesional dual pagada en parte por los empresarios, horarios racionales, conciliación, límites de velocidad más flexibles en las autopistas…).

Y no solo eso. Hay frentes en los que España, lejos de converger con Europa, diverge. El caso más evidente es el de las cajas de ahorros o de la banca regional, que las autoridades federales miman con esmero, para mayor gloria de sus empresas industriales, mientras que aquí se las han llevado por delante con el pretexto de que fueron mal gestionadas. Si extrapolásemos ese argumento, a estas alturas no existirían ni la Corona, ni el Gobierno, ni las comunidades autónomas, ni las diputaciones, ni los ayuntamientos… Y, obviamente, no existiría el Senado y tropecientos chiringuitos más que pagamos entre todos.

Por desgracia, la crisis no ha servido para cambiar España y sentar las bases de un país sin corrupción, con un nuevo modelo económico, socialmente justo. Al contrario, la crisis está sirviendo para generar desigualdades económicas y sociales. @J_L_Gomez

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