España, ¿una nación adolescente?
Los síntomas, parecen confirmarlo; pero, algún día, alcanzará la madurez.
La adolescencia es un período vital en el que el ser humano, abandona la niñez y empieza a explorar su entorno en busca de su identidad personal. En ella, el ser humano se convierte en un volcán de emociones, que suele expresar de forma exacerbada; empieza a ejercer su autonomía individual, a través de la elección de amigos, futuro, afectos o aficiones; sus comportamientos, con demasiada frecuencia, son contradictorios, sobre todo con las personas más próxima, familia y amigos. Como resumen, diría que prevalecen las emociones sobre la razón.
Por otra parte, el adolescente se asoma al mundo que le rodea, indeciso, perplejo e inmaduro; se empapa de los estímulos y opiniones que la sociedad le propone y entra en una situación de vulnerabilidad, con el consiguiente riesgo de tomar decisiones que podrán influir de forma determinante en su futuro.
A veces tengo la impresión de que España se parece mucho al adolescente que busca su identidad, su yo, su personalidad, intentando mantenerse a flote en un proceloso mar de incertidumbres, dudas, abulia, desconocimiento y emociones. Esta opinión, lo admito, resulta contradictoria con la historia, con nuestra historia, pues España se encuentra entre las naciones más antiguas de Europa y del mundo –lo mismo da el puesto que, según opiniones, se le pueda atribuir.
Sin embargo, la realidad pone de manifiesto que nos encontramos en una permanente búsqueda identitaria, pues seguimos poniendo en duda cuestiones que no se discuten en países de nuestro entorno: forma del Estado, organización del territorio, relaciones entre las confesiones religiosas y el Estado, reglas de convivencia, la cultura, la educación o el pensamiento.
Y esto es así, porque todo español mantiene dentro del alma una lucha incesante y trabada entre las tan manidas dos “españas”, aparentemente irreconciliables: la clerical y la anticlerical, la tolerante y la intransigente, la de la razón y la de la pasión, la de la injusticia y la caridad, la mística y la de los pecados capitales, la cruel y la magnánima, la unionista y la secesionista, la laboriosa y la pícara, la creativa y la rutinaria,... y tantas otras.
Tras los acontecimientos de los últimos días, que se venían gestando desde hace años, algunos tenemos la sensación de que España sigue siendo una tarea inacabada, tras varios siglos intentando su construcción. Dicho de otra forma, España sigue siendo un adolescente en busca de su identidad.