Esencias de mujer en frasco de machos alfa

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Emily W. Davison, la mártir del sufragismo británico, arrollada por el caballo del Rey Jorge V.

Lo importante habría sido notar su ausencia, pero han puesto demasiado énfasis en que notásemos su presencia. Han caído en la trampa de las centrales sindicales, los partidos políticos y los francotiradores mediáticos. Han sido muy poco ellas y excesivamente ellos.

Esencias de mujer en frasco de machos alfa

Sobrábamos los hombres. Sobraban las banderas con logotipos de herramientas sindicales masculinas. Sobraba la solidaridad paternalista de los varones políticamente correctos. Sobraba la miopía mediática que prefiere impresionar a los televidentes con redundantes secuencias de cantidad, en vez de sorprendernos con innovadoras secuencias de calidad. Sobraban, por ejemplo, imágenes de calles abarrotadas de mujeres, y se echaban de menos imágenes de oficinas públicas y privadas, de empresas, de carritos de limpieza de habitaciones de hoteles, de aspiradoras, de escobas, de tablas de la plancha, de lavavajillas, de hornos, de sillas de ruedas de mayores dependientes, de cocinas, de automóviles en huelga de recogida de niños y niñas en el cole, como fiel reflejo de un apagón de lo cotidiano, un toque de queda  en el lado femenino de la vida, la ley del silencio en millones de ¡hogares, amargos hogares por un día!

Hemos hecho tanto hincapié en la visualización de la mujer este 8-M (un sugestivo ensayo general de un primer día del resto de sus vidas), que ha pasado algo inadvertido el disuasivo ensayo de un primer día del resto de la vida sin ellas. En realidad se trataba más de sentir su ausencia que su presencia, pero en la práctica hemos inmortalizado audiovisualmente sus presencias sin caer en la cuenta de que estábamos ninguneando sus ausencias. Antes del 8-M, nos preguntábamos cómo sería un día en la vida de España sin esencias de mujer. Pero, a medida que ha ido transcurriendo el día, con la obvia e inestimable ayuda de los telediarios, claro, nos ha entrado la nostalgia de lo que todos y todas queríamos haber podido llamar “el toque femenino” en exclusiva de las huelgas, de las manifestaciones, de las declaraciones, de las revoluciones, de todas esas actividades que el predecible, acomplejado, obtuso, vanidoso, estúpido género masculino ha ido devaluando, desprestigiando, inutilizando, condenando a la caducidad a lo largo de la historia.

Esperábamos la irrupción en nuestra sociedad de proyectos de hembras alfa del Serengueti o el Masai Mara que se exhiben en los documentales de la National Geographic, y resulta que, con honrosas excepciones,  han pasado por nuestras calles, por los platós de televisión, ante la opinión pública y la opinión publicada, fotocopias femeninas de los patéticos machos alfa que llevan siglos conduciéndonos a callejones sin salida. Puede que hoy, 8-M de 2018, les haya parecido a mis hijas un gran paso para la condición femenina, pero yo me hoy a ir a la cama convencido de que solo ha sido un pequeño y frustrante paso para nuestra sociedad, tan machista ella, tan manipuladora, tan cínica, tan avariciosa de votos y tan vacía de delirios de grandeza.

Resurgir de cenizas masculinas

En 1913, Emily W. Davison, la inmortalizada mártir del sufragismo británico, se dejó la vida atropellada por el caballo del Rey Jorge V. Había saltado a la pista durante el Derby de Epsom para colgar un cartel reivindicativo en tan majestuoso equino. Un siglo y cinco años después, marzo de 2018, los suspiros igualitarios de las españolas han sido atropellados por centrales sindicales, partidos políticos y francotiradores mediáticos. Yo creía que la mujer iba a intentar hoy resurgir de sus propias cenizas, pero ha preferido utilizar las cenizas sindicales, políticas y mediáticas que ha ido acumulando la condición masculina por los siglos de las siglas. @mundiario

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