Se escucha, expresado con todo desparpajo, que aunque Rajoy sea malo, hay que apoyarlo

Mariano Rajoy. / Twitter
Mariano Rajoy. / Twitter

Rajoy es malo… Pocos discrepan en ello. Pero ¿para quién?… Sería la pregunta inevitable. ¿Para los grandes intereses nativos y foráneos que jalean su continuidad? Parece que no. ¿Para la gran patronal y la banca que caminan cómodas por el escenario que el Sr. Rajoy les garantiza?

Se escucha, expresado con todo desparpajo, que aunque Rajoy sea malo, hay que apoyarlo

Mientras estamos atormentados por unas negociaciones que fluctúan entre el cuento “de la buena pipa”, de la infancia de aquellos que tenemos algunos años, hasta un comportamiento que haría las delicias de D. Mario Moreno (Cantinflas), hemos de soportar la cantinela de unos políticos hipnotizados en enroques. Esmerándose en ignorar las necesidades o urgencias colectivas. Y neciamente sordos a cualquier razón de parte contraria, evitando cual fuego del averno, matices, ponderación en los actos o sopesar las consecuencias de los mismos.

No más edificante, es ver desembarcar de su senda incierta en orden a sus orígenes, al pie de un yate o de una nacionalidad suramericana recién adquirida, personajes otrora respetables, que reputándose investidos de los rayos de Zeus, tratan de pontificar con campanuda voz áulica, sobre la senda a emprender en pos del interés patrio, que malpensados asimilarían al Ibex, las eléctricas, la banca multinacional o los grupos mediáticos todopoderosos.

¿Es malo Rajoy para los grupos multimedia que con mayor o menor descaro exigen una posición servil del PSOE al servicio de los intereses (no de España), sino de aquellos que sirve el ocupante interino de La Moncloa?

Se escucha, expresado con todo desparpajo, que aunque Rajoy sea malo, hay que apoyarlo… Quien tal dice lo hace con la coherente legitimidad, de haber negado su apoyo a las investiduras presidenciales que le toco participar, incluyendo la del Sr. Calvo Sotelo en pleno resaca del tejerazo. Llegado a este punto habría que dilucidar algún extremo… Rajoy es malo… Pocos discrepan en ello. Pero ¿para quién?… Sería la pregunta adicional. Inevitable. ¿Para los grandes intereses nativos y foráneos que jalean su continuidad? Parece que no. ¿Para los grupos multimedia que dominan los espacios de la comunicación y con mayor o menor descaro exigen una posición servil del PSOE al servicio de los intereses (no de España), sino de aquellos que sirve el ocupante interino de La Moncloa?  Pues no debe ser el caso. ¿Para la gran patronal y la banca que caminan cómodas por el escenario que el Sr. Rajoy les garantiza? Sin espacio al error, podría decirse que no.

¿Entonces para quien es malo?… Pues sin duda, para los que sosteniendo el valor fundamental de los derechos civiles y sociales, alzan su voz discrepante. Para los que con tozudez apoyada en la razón sostienen que el economicismo egoísta y especulador no puede ser el mecanismo de vertebración de la sociedad. Para los que creen que la única barrera contra la opresión y la arbitrariedad es un pueblo ilustrado y por ello defienden la socialización y defensa del derecho a la enseñanza, impartida sin mediatizaciones de confesiones religiosas u otras, de adoctrinamiento manipulador.  Para los que, con rigor, con talante claro y decisión cívica quieren aproximarse al pleito territorial (aunque para ello sean requeridos retoques serios en el armazón constitucional).  Por cierto, problema no de nuevo cuño, pues desde el fallecimiento de aquella Isabel llamada Católica y andanzas de su viudo Fernando, la dinastía Austria y la borbónica, estuvo siempre latente en mayor o menor grado.  Reto que hará menester desenmascarar, tanto los que hacen razón de vida emboscados en los repliegues identitarios, como a los que reniegan del dialogo aferrados a las rancias esencias que desde siglos ensangrentaron el país en un unitarismo impositivo frente al imperio de la razón y convivencia  entre distintos.

El drama nacional son unas terceras elecciones. Esgrimiendo tamaño fantasma, se pretende, cual si una de reforma de Montoro se tratase, regularizar la corrupción como norma, el saqueo de lo público...

El drama nacional son unas terceras elecciones. Esgrimiendo tamaño fantasma, se pretende, cual si de una reforma de Montoro se tratase, regularizar la corrupción como norma, el saqueo de lo público, la inmoralidad absoluta de una clase política amparada en mecanismos de impunidad – por vía de ejemplo la Sra. Barberá-.  La impunidad de los delincuentes económicos, los escándalos políticos de diverso orden, de los que no es menor la actitud de Dña. Ana Pastor, poniéndose en evidencia en apenas  pocas semanas en el cargo, como servidora incondicional de su amo y señor, D. Mariano Rajoy… ¡La tercera autoridad del Estado!. Sobre la que los botafumeiros, no cesaron de fumigar loas… Quizás le tome un tiempo, pero pronto podrá emular, e incluso sobrepasar, a la Fiscalía General y los fiscales a sus órdenes en diligencia. Mostrándonos a un pueblo más bien avisado, que aún es posible sorprenderse más…Y más. Y mejor.

Se invierte la carga de la prueba y los que no aceptan lo intolerable se convierten en reos de la situación y el delincuente en víctima. En ello andan afanosos todos los analistas políticamente correctos, los  caballeros y damas de posaderas acomodadas en consejos de administración suculentos que en  periplo previo formaron parte de su jurisdicción, los políticos de la derecha inmemorial e inmortal en sus versiones halcón y light… y muchos otros que por allí pasaron… Si, seguramente, el gran drama nacional son las terceras elecciones… ¿Quizás porque ponen en evidencia la estulticia y nimiedad de los actores políticos, tanto de nueva como de vieja cepa? ¿Quizás porque pese a la reconocida desvergüenza y contumacia de estos en aferrarse a los cargos habrían de marcharse todos? ¿Quizás porque al hacer aguas un modelo por el que la sociedad transitó razonablemente hasta la fecha y  requiriendo hoy una seria reforma, tras cuarenta años y con una realidad muy distinta, la ineptitud es palmaria en aquellos que teniendo la herramienta entre sus manos, son incapaces de abordar las adaptaciones pertinentes para garantizar un periodo de convivencia similar?

La gran mayoría del cuerpo social, comprimido con alevosía su aliento vital, creen que el  auténtico drama nacional, es luchar por una vida digna, erradicar la pobreza de los hogares afectados por su metástasis, rescatar nuestra infancia y juventud de un destino insolidario, hacer del trabajo un mecanismo de calidad de vida y no de esclavización y de envilecimiento de los trabajadores… Luchar porque la ignominia de la impunidad, la corrupción, el amiguismo, el saqueo de lo público toque a su fin… Por lo que el artículo 1 de la Constitución de la República proclamaba en 1931… “España es una Republica de trabajadores de todas clases que se articula en régimen de Libertad y Justicia”.

Por cierto, entre todo lo que descarna la actual situación, está la evidencia del papel patético de la institución que ocupa por legado del dictador Francisco Franco la Jefatura del Estado. Su manifiesta ineficacia, su risible actuación en la crisis, su incapacidad operativa frente a la zafiedad trilera del presidente en funciones en sus dos “consultas”, bien fuese por limitaciones legales, bien por ineptitud del titular de la magistratura… Titular de tal Jefatura, que se ve sometido al suplicio de abandonar lo que mejor ejerce, su asueto, y sus idílicas vacaciones mallorquinas, para atender la vulgaridad de lo cotidiano en tiempo de tormenta…

Sí. No cabe duda…Terceras elecciones, drama nacional… o fracaso colectivo…Porque son el cruel espejo de la calidad política y democrática que tenemos y de la postergación moral a que nos condujo la descomunal estafa económica y social que llaman crisis…

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