No es el vecino el que elige al alcalde

Sede del Ayuntamiento de Madrid, en la plaza de Cibeles.
Sede del Ayuntamiento de Madrid, en la plaza de Cibeles.

A día de hoy, ni siquiera los alcaldables que cuentan con amplias mayorías pueden dar por seguro que accederán al cargo el día 15 de junio, que es la fecha establecida para la constitución de las nuevas corporaciones municipales.

No es el vecino el que elige al alcalde

Mientras no se modifique la normativa electoral, solo hay dos formas de acceder a una alcaldía tras las elecciones municipales: o contar con el respaldo de la mayoría absoluta de los concejales electos o haber sido la lista más votada por la ciudadanía. La elección del alcalde, al igual que la de presidentes de las diputaciones, no funciona como la del presidente del Gobierno o de la Xunta, donde basta con obtener más "síes" que "noes" en la votación a la que se ha de someter cada candidato a la investidura. En la noche del 26-M y en los días posteriores se han escuchado y leído especulaciones, muchas de ellas descabelladas, o puras quimeras, sobre posibles pactos y coaliciones que no tienen en cuenta lo previsto en la legislación vigente y que por tanto no son viables.

A la espera de que alguna vez se cambian, hay que atenerse a unas reglas de juego que son las que son y no las que muchos de buena fe querrían que fuesen. Porque no es verdad aquello que dijo Rajoy de que "es el vecino el que elige al alcalde" y mucho menos lo de que "es el alcalde el que quieren que sean los vecinos el alcalde" (sic). Con el marco legal actual, los votantes eligen concejales y son estos a su vez los que, de entre ellos, escogen a quien ostentará la alcaldía durante los cuatro años que dura un mandato, salvo que sea removido por una moción de censura. Es, pues, una elección indirecta, porque nuestro sistema no es presidencialista, sino representativo, de modo que a los electores solo se les consulta una vez (no hay segunda vuelta) y son los representantes por ellos elegidos los que escogen al primer edil cada vez que haya que hacerlo.

Por eso, a día de hoy, ni siquiera los alcaldables que cuentan con amplias mayorías pueden dar por seguro que accederán al cargo el día 15 de junio, que es la fecha establecida para la constitución de las nuevas corporaciones municipales. Nunca son descartables las sorpresas. Hay sobrados antecedentes de situaciones de lo más disparatado, como la ruptura de la disciplina de grupo en el momento decisivo o que, por despecho, se invista alcalde a quien es el único representante de su partido o al que encabeza un grupo político muy minoritario que después no va a poder gobernar, por más empeño que le ponga. Quienes las propician pasan por alto que ese tipo de aberraciones las pagan en última instancia los ciudadanos, no sus rivales políticos, a los que pretenden fastidiar.

Pero el auténtico despropósito y el mayor de los fraudes, a la hora de retorcer la voluntad de los votantes, es dar la alcaldía a quien ni siquiera fue el más votado -incluso contra su voluntad-  para después abandonarlo a su suerte o, lo que es aún peor, torpedear cada una de sus iniciativas hasta provocar la parálisis de la administración local, que es la que presta al ciudadano algunos de los servicios esenciales en el día a día. Es ahí, en ese tipo de situaciones kafkianas, donde la política cae en total descrédito y se abre un verdadero abismo entre la ciudadanía y sus representantes. Porque la gente de a pie no entiende a qué juegan los políticos, abdicando de sus responsabilidades en lugar de dedicarse a la noble tarea del servicio público, que es para lo que son elegidos... y por lo que cobran. @mundiario

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