¿Es un asunto de Estado la educación entre iguales de los españoles?

Pedro Sánchez promete su cargo de presidente del Gobierno ante el Rey Felipe VI. / Mundiario
Pedro Sánchez promete su cargo de presidente del Gobierno ante el Rey Felipe VI. / Mundiario

Se habla estos días de buenísimos y presuntos “asuntos de Estado”, de diálogo y de disputas con la Moncloa. Se echa en falta la educación

¿Es un asunto de Estado la educación entre iguales de los españoles?

El verano es pródigo. La desinhibición hace que las obsesiones se salgan de sus reprimidos cauces, la prudencia desaparece y resplandece lo que importa. Atentos, pues, a ese subconsciente.  La presunta “ausencia de noticias” –y las olas de calor- no debieran pretextar que las serpientes de verano propiciaran el embobamiento informativo . 

Bullen por los medios –por si espabilan las neuronas- los grandes ASUNTOS DE ESTADO, en que la LEALTAD entre los distintos partidos debe ser primordial. Ese núcleo duro de cuestiones principales, cuasi inamovibles y reservadas, se supone que ha de preservarse del debate partidista en que fajarse a diario para darse a conocer mejor al tiempo que, aprovechando los descuidos o impericia de  quienes estén en el Gobierno, se prepara el terreno para su remoción. De Maquiavelo para acá este concepto central de la gestión política se ha perfeccionado tanto que  puede resultar a veces insignificante, tan válido para un roto como para un descosido. La organización estatal  -más desvinculada de personalismos a medida que se ha modernizado su burocratización- ha subsumido como propias las materias que en el Ancien Régime eran preocupación especial del monarca en el logro de “la felicidad de sus súbditos” e, incluso corrían a cargo de su “bolsillo secreto.

Esa vinculación  con un objetivo tan atractivo como variable ha permanecido incólume en la agitada historia de las transiciones desde que las monarquías autoritarias empezaron a desvincularse del feudalismo señorial. Y sigue siendo  impreciso en que medida los asuntos de Estado tienen que ver con la vida  ciudadana: supuestamente, el Estado es un ente superior que la engloba desde que la modernidad del siglo XV  barruntó una separación de recursos entre lo que era del rey y lo que pertenecía a sus súbditos. Pero casi siempre, pero más según quien mande, demasiadas veces tenemos la impresión de que sigue siendo verdad aquel veraniego eslogan que, trucado, proclamaba: “Cuando un monte se quema algo suyo se quema…, Señor Conde”. Redunda en ello que no nos distinguimos por tener una educación cívica acorde e igual para todos los escolares.

Algo suyo se quema…

Siendo punto tan sensible, audaz es que hayan aparecido en escena los ASUNTOS DE ESTADO. Con motivo de la visita de Casado a Sánchez en la Moncloa, el segundo le ofrece al primero cinco acuerdos que, a su entender, son claves por reservárseles esta categoría de alta política. De Casado, a su vez, se nos ha ofrecido un disenso previo, porque el territorio que prefiere marcar va por otros caminos. En este escenario supuestamente abierto, en que las primeras escaramuzas son para situarse en un campo propicio, a los lectores de prensa u oyentes de lo que transmiten las ondas, se les somete a los masajes también más proclives para predisponer preferencias. En su fuero interno, cada cual ha de ir inclinándose a merced de las fintas que propone cada actor político: el modo de hablar, el énfasis que da a cada cuestión, el riesgo de que pretende prevenir ante un panorama siempre incierto, irán disponiendo el  favor de cada votante hacia uno u otro lado… o hacia ninguno.

 No se han de olvidar, además, en el rápido devenir del verano,  las fugaces apariciones de los comparsas. Estos peones también juegan,  en pro de uno u otro lado del tablero de ajedrez. Ahí están –entre otros- los abanderados del franquismo, con frentes tan controvertidos como el Pazo de Meirás, Cuelgamuros o una supuesta desmemoria “vilipendiada”. Tampoco cesan los eternos profesos de del confesionalismo católico, indisoluble de los asuntos de Estado… Hay mucho donde fijarse, para seguir el nudo y el desenlace de lo que no es serie, novela ni obra de teatro, sino el núcleo  de las decisiones que se toman –o se van a tomar- en nuestro país. Llama la atención, en todo caso, que ni Casado ni Sánchez tengan la educación de los españoles entre los asuntos de Estado. De momento, en lo que trasciende a la opinión pública sobre tales preocupaciones, ¿siguen la tradición?  Atentos. @mundiario

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