¿Era para esto la buena educación de los selectos?

Mariano Rajoy, presidente de España. / Expansión
Mariano Rajoy, presidente de España. / Expansión

La altanería con que afrontan las sentencias judiciales que han provocado habla de un dogmatismo irreductible, ajeno a las reglas democráticas.

¿Era para esto la buena educación de los selectos?

El dogmatismo de quienes lo saben todo y tienen ocasión de mandar daña la convivencia. La sensación de poder les ciega y, a partir de ahí, sus despropósitos crecen en dimensiones alarmantes. Ha sucedido con los jerarcas de religiones que pasaron a ser hegemónicas en diversas sociedades. Y es igualmente perceptible en la trayectoria de recientes encausados de la Audiencia Nacional o en cómo se parapetan ante la sentencia correspondiente los residuales mandos del partido al que estuvieron afiliados aquellos.

De lo primero es buen ejemplo cierto cristianismo. Desde que alcanzó posición clara de poder en el siglo IV, trató de erradicar no solo discrepancias internas, sino  las de cuantos tuvieran creencias o hábitos de vida diferentes de los que obispos y clérigos difundían como verdad absoluta. El “Dios lo quiere” se convertiría pronto en grito de combate para perseguir discrepantes o disidentes y, en multitud de guerras y batallas, las facciones en lucha se adornaron con lemas alusivos a la protección divina.  

Esa altanería dogmática de poseer “la verdad” tiene una tupida historia de alianzas que documentan las series de Concordatos y Acuerdos como los preparados entre el Vaticano y  España entre 1976-1979. También se atestigua viendo cómo el viejo eslogan de las cruzadas, invocado en las guerras carlistas y en la de 1936, pasó a ser Opus Dei, organización ocupada en marcar –desde su control del CSIC en 1939 y del Ministerio de Educación más tarde- todo el sistema educativo. En el presente, del peso específico alcanzado desde entonces, habla la impronta que imprime a la LOMCE la confesionalidad religiosa o la opción de segregar que, en los conciertos educativos, puede darse legalmente. La sentencia reciente del TC respecto a tal asunto –ocho magistrados frente a cuatro- confirma la largueza de este dogmatismo por encima del sistema educativo español.

Hacia la metamorfosis de los selectos

En el tránsito del XIX al XX, cuando el catolicismo buscaba no perder presencia política, el P. Ayala publicó una guía de éxito. Eran los albores de la “Acción católica” y la “Democracia cristiana”. Formación de selectos retomaba un estilo -que el jesuitismo había impulsado- inspirador, entre otras, de la Asociación Católica de Propagandistas (ACdP) y de la que fundaría Escrivá de Balaguer. Por ósmosis educadora, pronto hubo intrépidos cruzados, vicarios de las ambiciones de la jerarquía eclesiástica que, en plena guerra, ya asumieron competencias educativas. Desde 1978 esa tradición ha seguido viva, no solo por las posiciones que la Conferencia Episcopal defiende –como si de algo instituido pero incompleto se tratara-, sino, además, por cómo  las edulcoradas maneras de aquel dogmatismo son trasvasadas por sus peones en la arena política. En una situación indecisa de crisis como la que se está viviendo después de los acontecimientos judiciales últimos –a los que la comparecencia de Cospedal en la Comisión parlamentaria sobre corrupción negó seriedad-, son de interés los oportunistas cambios de gesto de muchos de los actores políticos de estos años en trance de ser rebajados de servicio con la moción de censura.

Las transiciones son inciertas y buscar recambios para no perder comba está en su esplendor para un nuevo reparto de papeles. Los modales del tipo Gürtel o Zaplana son insostenibles, por muy selectos que sean los colegios donde sus protagonistas afinaron el currículum. No es exhibible el altanero gesto despectivo de agresivos entusiasmos en que se han movido, acríticos ante tanto atropello como han jaleado. Tampoco el triunfalismo de cuando, con mayorías amplias, monologaban entre sí y ejercían la intolerancia represiva frente a los discrepantes. 

La metamorfosis de los más taimados, disfrazados de humildes servidores de la patria, está en marcha. ¡Atentos a lo que salga de este impasse! La actitud de Rajoy respondiendo a Margarita Robles en el Congreso presagia que todo deba seguir igual de dogmáticamente inamovible. Ya lo adelantó Giuseppe Tomasi di Lampedusa en El Gatopardo@mundiario

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