Entre políticos y jueces: Crónica de cómo andan las cosas por España

A estas alturas, a una se le empiezan a tambalear todos los vocablos que no me indiquen la dirección precisa para ver con claridad cuando las redes atraparán a cuanto corrupto pulula por este país.
Entre políticos y jueces: Crónica de cómo andan las cosas por España

Algunas veces tengo al sensación de estar arrodillada en el primer banco de una catedral gritando al arte que me rodea y a las estatuas a las que intento darle vida en mi corazón, que me enseñen cuál es el siguiente versículo a la palabra resignación.

Pero se ve que no debo cumplir con los diez mandamientos, porque se niegan a desvelarme ese secreto bíblico o me remiten a la palabra fe.

Y a estas alturas, a una se le empiezan a tambalear todos los vocablos que no me indiquen la dirección precisa para ver con claridad cuando las redes atraparán a cuanto corrupto pulula por este país, para comprobar que de teorías no vive el hombre y para rematar con praxis esas peroratas que salen del ombligo de los diputados y senadores pero se quedan pegadas en las paredes de las cámaras como si tuvieran pánico a ponerlas por escrito y con mayúsculas.

Seguramente es porque saben que si salen del auditorio y llegan a los juzgados por imperativo legal, no les quedaría más remedio a muchos que resignarse a dejar sus escaños.

Demasiada incapacidad, excesivo egoísmo partidista y narcisismo, y una obscena cobardía para coger el toro por los cuernos.

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