En energía, el Gobierno español marca objetivos correctos usando medios inexplicables

José Manuel Soria. / TVE
José Manuel Soria, ministro de Industria. / TVE

España depende casi en un 80% del exterior en energía, por lo que está  obligada a exprimir hasta la última posibilidad sus posibles recursos. Por cierto, con sentido común.

En energía, el Gobierno español marca objetivos correctos usando medios inexplicables

La práctica totalidad de los medios de comunicación debaten sobre posibles exploraciones en busca de hidrocarburos en aguas relativamente próximas a Baleares y Canarias. Como España solo tiene soberanía en aguas del Atlántico y del Mediterráneo, es solo en estas aguas donde se pueden buscar recursos propios. Así pues el objetivo inicial parece muy lógico. Lo que empieza a ser discutible es quien realiza la prospección, que medios utiliza para ello y que garantías se ofrecen sobre las repercusiones en el bien público común, que es medio ambiente, de esas actividades. Y aquí está la clave del asunto, se conceden autorizaciones, especialmente en el Mediterráneo,  a empresas multinacionales, muchas de ellas con todos sus intereses absolutamente ajenos a España, incluso a Europa, se permiten usar directamente los procedimientos más baratos, como los sísmicos, existiendo alternativas con menores riesgos para el medioambiente, aún cuando sean algo menos eficaces, y por último, ningún representante de la Administración, en especial el ministro, ha mencionado siquiera que exista alguna garantía, mínimamente cuantificable, si surge algún daño.

Este gobierno dice tener como prioridad la potenciación de las renovables, objetivo lógico de toda lógica ya que es un recurso propio, seguro e inagotable. Lo que es más que discutible son las decisiones que acompañan la declaración. Primero, cambiar en pleno lanzamiento de las inversiones las reglas del juego, como han hecho y de forma radical, crea lo que, en términos internacionales, se califica de inseguridad jurídica y garantiza contenciosos que el gobierno español tiene difícil ganar, haciendo recaer en el conjunto de los ciudadanos las casi seguras indemnizaciones que habrá que dar a los inversores extranjeros. Y segundo, hacer cambio sobre cambio sin una previa elaboración de un Plan Energético Nacional, al menos con el medio plazo mínimamente previsto, condena a la incoherencia el resultado del parque de producción eléctrico, por ejemplo se ha terminado por sobre ponderar la cara energía fotovoltaica (error compartido por el gobierno anterior), frente a la competitiva, e incluso barata,  eólica, a la que se limita la funcionalidad por el escaso bombeo hidráulico autorizado.

Del lio montado con el loable y solo teórico objetivo del abaratamiento de las tarifas eléctricas, es casi imposible encontrar explicación racional, salvo que se empeñan en mantener que el mercado puede resolver algo en lo que la historia y la experiencia demuestran que no existe mercado libre, ni por aproximación, el ministro del ramo al menos debía conocer algo tan básico como que el oligopolio tiene unas reglas de funcionamiento, estudiadas por algunos economistas y disponibles en las publicaciones universitarias.

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