Enemigo a las puertas: guerra de Ucrania, dimensiones del conflicto

Esta imagen captada por satélite muestra un nuevo despliegue de tropas de Rusia a menos de 30 kilómetros de la frontera con Ucrania. / RR SS
Esta imagen captada por satélite muestra un nuevo despliegue de tropas de Rusia a menos de 30 kilómetros de la frontera con Ucrania. / RR SS
La decisión de la UE y OTAN de suministrar armas a Ucrania ha supuesto todo un cambio de paradigma y redefinición de ambas organizaciones, que parecen estar equilibrando la lucha en el campo de la batalla convencional.
Enemigo a las puertas: guerra de Ucrania, dimensiones del conflicto

El pasado 24 de febrero el mundo se estremecía ante unos hechos que, aunque anunciados por la inteligencia americana, los Estados se negaban a creer posibles: un nuevo conflicto en el corazón de Europa. Con el fantasma de dos guerras mundiales y las guerras de los Balcanes, la Unión Europea emprende un rumbo sin precedentes en su organización, mientras que la OTAN resucita de un letargo expansivo pero carente de misión.

Quizás hoy nos resulte muy evidente oír hablar de países claramente diferentes como son Rusia, Bielorrusia y Ucrania. No obstante, sus orígenes son objeto de disputa tanto para políticos como para historiadores. Y lo cierto es que el corazón eslavo de la antigua Unión de las Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) y de los Estados actuales mencionados ha de ser buscado en la Rus de Kiev -entidad monárquica feudal del siglo IX d.C.- No es objeto de este artículo hacer un repaso histórico de los acontecimientos que dibujaron las fronteras de los mapas actuales, pero sí es preciso mencionar cómo a día de hoy el pasado histórico y el origen eslavo siguen siendo centro neurálgico del nacionalismo en la región y de los conflictos que la sacuden.

constructo político comunista

En 1922 surgía la URSS, fruto de la unión de las repúblicas de Rusia, Ucrania, Transcaucásica y Bielorrusia, cuatro Estados que evolucionaron hasta convertirse en el Leviatán que fue la URSS durante los años de la Guerra Fría. A ella se irían añadiendo toda una serie de repúblicas, además de otros Estados que orbitaron dentro de su ámbito de influencia y protección. Todo este constructo político comunista acabó por colapsar en la navidad de 1991 cuando sus quince repúblicas optaron por la independencia. La descomposición de la URSS será un elemento clave para la comprensión del resurgir nacionalista en Rusia, afincado en un sentimiento de humillación y ensalzamiento del pasado glorioso que avivarán los conflictos del siglo XXI.

El ultranacionalismo ruso, con el paneslavismo como germen, quedó difuminado tras la descomposición de URSS, presente en todas y cada una de las antiguas repúblicas soviéticas. De manera autónoma a veces, otras, promocionado desde el Kremlin de Moscú, el ultranacionalismo ruso ha sido un factor desestabilizador en las regiones donde se inserta, siendo aprovechado por Rusia para llevar a cabo sus políticas intervencionistas. En el escenario que nos ocupa, Ucrania, los ultranacionalistas del Donbás se encuentran abiertamente enfrentados con el gobierno de Kíev en una guerra civil desde 2014. La población prorrusa de dicha región ucraniana ha sido utilizada por Moscú como elemento justificador de su ataque a Ucrania, al denunciar el supuesto “genocidio de rusos”.

La mencionada disgregación de la Unión Soviética vino acompañada de un arraigado sentimiento de humillación y discursos populistas y ultranacionalistas que, impulsados desde el poder, favorecieron una sensación de amenaza por la expansión de la OTAN y la UE. Todo ello, en un contexto de extrema pobreza y desestructuración de la economía y hundimiento de las redes de protección social. Este sentimiento de humillación, desde un punto de vista de vista ruso, ha chocado con el hecho de haber tenido que soportar una sustancial presencia militar americana en su tradicional área de influencia, rompiendo el monopolio de Rusia como garante de la seguridad en la región. La incorporación en 2004 y 2007 de diez estados postcomunistas (tres de ellos antiguas repúblicas soviéticas) a la Unión Europea, y la ampliación de la OTAN tras la Cumbre de Praga, supusieron nuevos agravios al nacionalismo político ruso.

Brevemente, algunos de los elementos característicos del sistema político ruso son el fuerte presidencialismo -la personalización del poder en la figura del presidente-; un poder ejecutivo carente de controles de facto; una justicia de dudosa independencia; un poder legislativo –Duma- de escasa relevancia y supeditada al ejecutivo; escaso y débil arraigo del sistema de partidos; unos medios de comunicación parciales; y un sistema oligárquico que supone el reparto y sustento de los pilares económicos del Estado.

la expansión de la OTAN desde un punto de vista ruso-céntrico

En todo análisis de escenarios de conflictos, hemos de evitar de caer en el etnocentrismo, por ello, a la hora de explicar algunas de las decisiones así como en vistas a poder anticiparnos a posibles escenarios se ha de tratar de entender la idiosincrasia de los pueblos. El pensamiento eslavo presenta una marcada sobrevaloración del bien común y del Estado frente al individuo, a la vez que el culto a la personalidad y la omnipotencia del poder. Entender esto es fundamental a la hora de plantearnos si las medidas económicas y militares que toma occidente jugarán un papel de desgaste en el sistema ruso o si, por el contrario, favorecerán la cohesión interna y el ultranacionalismo ruso.

“Es fundamental a la hora de plantearnos si las medidas económicas y militares que toma occidente jugarán un papel de desgaste en el sistema ruso o si, por el contrario, favorecerán la cohesión interna y el ultranacionalismo ruso.”

En este sentido y sin pretensión de justificación alguna, desde un punto de vista ruso-céntrico, la expansión de la OTAN ha sido interpretada como una amenaza a la propia seguridad del país así como de su ámbito de influencia. Obviando el derecho de todo Estado a adherirse libremente a los tratados y organizaciones internacionales que considere oportuno, Rusia ve en la ampliación del Atlántico Norte una amenaza a su seguridad. El paso de la OTAN de diez miembros iniciales a los treinta que la integran hoy, lleva a las fuerzas de occidente hasta las fronteras rusas. Planteado ello, es imposible no recordar cómo en 1962 se desató la crisis de los misiles tras la instalación de ojivas nucleares en la isla de Cuba por parte de la URSS.

La llegada de Putin, tras el caos de la presidencia de Yeltsin, vino acompañada de la aceptación de cualquier medida favorable a reafirmar el poder de Moscú. Su aterrizaje en el Kremlin estuvo precedido por una campaña de declaraciones en favor de la recuperación de la grandeza nacional rusa. Putin subordinará los intereses corporativos militares a su persona, consolidando paulatinamente su autoridad por medio del nombramiento de personajes de su confianza –muchos antiguos miembros y compañeros del KGB- en los puestos más decisivos de la jerarquía militar. Toda una reestructuración de las fuerzas armadas rusas. Esta remodelación, llevada a cabo inteligentemente por el mandatario ruso durante los más de veinte años que lleva en el poder, hacen algo poco probable que altos mandos en el ejército y detractores del presidente puedan llevar a cabo movimientos que pudiesen poner fin a la guerra en Ucrania.

Antes de centrarnos concretamente en el conflicto actual en Ucrania, hemos de recordar que no estamos ante el primer ataque orquestado por Vladímir. Desde su llegada al poder, Putin ordenó campañas de diferente índole y motivación en escenarios de su influencia, Chechenia (1999), Georgia (2005), guerra del Donbás (2014) y anexión de la península de Crimea (2014); además de otros movimientos estratégicos enfocados a desestabilizar la región y hacer ver a Rusia como un agente necesarios para garantizar la seguridad de la misma: Moldavia y Transnistria.

“movimientos estratégicos enfocados a desestabilizar la región y hacer ver a Rusia como un agente necesarios para garantizar la seguridad”

Todos estos movimientos no son más que un paso más en las complejas estrategias que todas las grandes potencias globales llevan a cabo con el fin de reconfigurar los equilibrios de poder internacionales. En definitiva, una reestructuración de las relaciones internacionales.

Durante los años de la Guerra Fría (1947-1991), las relaciones de poder a nivel internacional se caracterizaron por ser un sistema bipolar, donde el poder de coerción e influencia fue ejercido por dos grandes potencias nucleares que configuraron dos bloques que dividieron el mundo desde punto de vista ideológico/económico. La estabilidad estaba garantizada por el equilibrio bipolar, mediante el poder de persuasión que ambas potencias ejercían la una sobre la otra, la intención de evitar el conflicto directo a toda costa y el miedo a éste. El cambio vino dado por la erosión económica de la URSS, incapaz de mantener el pulso a los EE.UU. en su desarrollo militar.

Tras la caída de la URSS, el sistema se redefine hacia un modelo unipolar, donde el poder hegemónico fue ejercido por los Estados Unidos de América, superior militar, económica e ¿ideológicamente? La estabilidad vino dada por la hegemonía sin discusión de los EE.UU. y el cambio estuvo marcado por el desgaste del poder blando (influencia cultural, ideológica y diplomática) de los americanos, así como por la pujanza de nuevas potencias como China y la Unión Europea.

Así, a día de hoy, las relaciones internacionales se caracterizan por la multipolaridad, donde las alianzas y organizaciones internacionales dictan las normas de juego, y sus alteraciones conducen al cambio. Es en este escenario donde Rusia busca recuperar su voz ante unos Estados Unidos en declive político y económico, una China que viene pujando fuerte económica y militarmente, y una Unión Europea en momentos de gran desgaste tras las crisis económicas y sanitarias vividas. No obstante, muy al contrario de lo que buscaba Rusia, su campaña sobre Ucrania parece estar fortaleciendo los lazos de unión entre los miembros de UE, hasta el punto de poner sobre la mesa con más fuerza que nunca la necesidad de unas fuerzas armadas europeas. Del mismo modo, la OTAN, que venía siendo una organización que el propio presidente francés, Emmamuel Macron, calificó como en “parálisis cerebral”, se ve hoy más avivada que nunca.

Planteados estos aspectos que rodean y contextualizan el panorama internacional y regional de la guerra en Ucrania, debemos destacar algunos de los aspectos securitarios y defensa que caracterizan el actual conflicto.

La descomposición de la URSS supuso también un desmembramiento de su aparato militar. La pieza clave del poder ruso ha sido el arma nuclear, puesto que su ejército convencional está demostrando estar desactualizado y falto de mantenimiento. Además, la caída y división de las repúblicas exsoviéticas supuso un escenario de proliferación de armas que fueron a parar al mercado negro y a países del tercer mundo, alimentando los conflictos civiles, locales y regionales de media áfrica, a la vez que suponían un nuevo avance hacia lo que vino a llamarse nuevos conflictos  y guerras asimétricas; por no mencionar cómo esas armas alimentaron a células terroristas internacionales. El ejército ruso es una combinación de alta tecnología militar balística y nuclear, con un arsenal obsoleto que podemos ver, por ejemplo, en carros de combate abandonados por los campos de Ucrania.

La diferencia la marcan armas de destrucción masiva como las armas nucleares. Si bien todas las potencias del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas disponen de armamento nuclear, Rusia es la que cuenta con el mayor arsenal. A día de hoy los analistas aún discrepan sobre el grado de conservación de dicho material y de las capacidades logísticas para poder hacer uso de gran parte del mismo. No obstante, el poder destructivo de tan sólo una de estas armas que llegan a multiplicar la destrucción de Hiroshima por veinte, supone un elemento disuasorio más que suficiente. Desde la Guerra Fría, el concepto de destrucción mutua asegurada, paradójicamente, permitió la convivencia y equilibrio entre las dos grandes potencias, al saber que una vez pulsado el botón no habría vencedores. Esta misma herramienta es la que hoy permite a Putin llevar a cabo sus campañas militares sin miedo a una verdadera respuesta bélica de occidente, al mostrarse como un agente internacional impredecible.

Si bien el arma nuclear evitó el estallido de un gran conflicto como la III Guerra Mundial, no disuadió a las potencias de alentar e incluso llevar a cabo en primera persona guerras  regionales y locales como las de Vietnam, Afganistán, Iraq, Siria, Libia, etc. La diferencia hoy día viene marcada por el hecho de que el conflicto ha estallado en pleno corazón de Europa, cuando pensábamos que esto era algo impensable en pleno siglo XXI tras las sangrientas guerras de Yugoslavia.

La decisión de la UE y OTAN de suministrar armas a Ucrania ha supuesto todo un cambio de paradigma y redefinición de ambas organizaciones, que parecen estar equilibrando la lucha en el campo de la batalla convencional. Un aspecto que los analistas no debemos pasar por alto es el hecho de que, en base a ejemplos del pasado, esas armas podrían caer en manos de la propia Rusia o de organizaciones terroristas en un futuro una vez el conflicto se dirima. De ahí la importancia de establecer controles y destrucción del material abandonado.

La guerra de la información es otra de las dimensiones que presenta el conflicto. Tratar de ofrecer hechos veraces o cifras fiables es en sí una guerra de datos. Cada una de las parte en la contienda maneja sus cifras y hace públicas aquellas que mejor favorece a sus intereses. Ambos evitan hablar de sus propias bajas, Rusia hoy reconoce en torno a 1.351 bajas, la inteligencia estadounidense afirma que son más de 7.000 los rusos caídos en combate, mientras que Ucrania los eleva a 15.000. Del mismo modo, los enemigos no son sólo militares, también se ha de hacer frente a fake news y deepfakes, como la reciente grabación de un supuesto Zelensky pidiendo a sus tropas la rendición ante Rusia, o el veto occidental a medios propagandísticos rusos como Rusia Today y Sputnik.

Destacar el papel que están jugando las redes sociales al hacer llegar imágenes en primera persona de los acontecimientos vividos por los propios protagonistas y víctimas, relegando a la prensa de guerra a un segundo plano. Y es que, los reporteros de guerra son objetivo militar a abatir en los “nuevos conflictos”, como tristemente pudimos vivir en las guerras de Yugoslavia.

Y es que, los reporteros de guerra son objetivo militar a abatir en los “nuevos conflictos”, como tristemente pudimos vivir en las guerras de Yugoslavia. 

futuros escenarios

Si nos planteamos cuáles pueden ser los futuros escenarios hacia los que se dirige el conflicto, podemos encontrarnos algunos tan diversos como la estabilización de Rusia en el oriente ucraniano (región del Donbás) y su control directo mediante anexión a Rusia; la estabilización en el Donbás y la implantación de un gobierno títere prorruso que además suponga un territorio tapón que separe Rusia de la OTAN; la continuación de las hostilidades hasta asegurar la conexión con Crimea y dominio del mar de Azov; e incluso la continuación hasta la dominación de toda Ucrania. Este último escenario parece dibujarse como el menos probable, por las dificultades que supondría controlar todo el territorio, hacer frente a una guerra de guerrillas e insurgencia y plantarse ante las puertas de la OTAN sin un escudo territorial de por medio. En este escenario, Rusia ya tiene malas experiencias como Afganistán, si bien la planicie de Ucrania dificultaría una defensa para la guerrilla, y el escenario se trasladaría a una guerra urbana.

El uso de armas químicas y de destrucción masiva que los servicios de inteligencia norteamericanos pronostica, supondrían un nuevo escenario y una escalada en el conflicto con implicaciones difíciles de imaginar. La puesta a disposición de nuevo armamento como tanques, aviones y misiles antibuques por parte de la OTAN, así como el ataque a intereses rusos fuera de su territorio –bases rusas en Siria, por ejemplo-, se vislumbran como posibles acciones de respuesta. En el peor de los escenarios, los analistas no se atreven a descartar el uso por parte de Rusia de armas nucleares técnicas –“mini”- en caso de un enquistamiento del conflicto en un equilibrio incómodo para los rusos, tratando de romper el estatus quo.

más allá de los intereses de la seguridad y defensa

Una última dimensión del conflicto nos lleva más allá de los intereses de la seguridad y defensa. Se trata del control del neón y el litio. Ucrania posee uno de los subsuelos más ricos  a nivel mundial en los llamados materiales raros, tan importantes para la fabricación de chips y baterías. De hecho, Ucrania produce la mitad del neón mundial y los EE.UU. le compran el 90% del mismo. De igual modo, Kiev juega un papel fundamental en el abastecimiento de materias primas como litio, cobalto y grafito para la UE. Si bien es cierto que el territorio ucraniano es estratégico para el suministro de estas materias a occidente, también es de vital interés para Rusia controlar estos suministros y poder hacer frente a su plan modernización de tecnología militar. Nuevamente vemos como una encarnizada guerra se implanta sobre un territorio rico en materias primas.

Ucrania posee uno de los subsuelos más ricos  a nivel mundial en los llamados materiales raros, tan importantes para la fabricación de chips y baterías.

Para finalizar, no podemos dejar de referirnos la más triste de las dimensiones, la dimensión humana. Más allá de la guerra de cifras mencionada, lo cierto es que son miles los fallecidos de ambos bandos, seguramente más del doble de heridos, y decenas de miles los refugiados que huyen de la guerra. No se sabe si cierto o herramienta manipulativa, pero no son pocos los vídeos que corren por la red con ejecuciones sumarias y humillaciones a los prisioneros de guerra en ambos bandos. Una triste realidad que es innata a la guerra y que parecíamos haber olvidado en un occidente que vive de espalda al sufrimiento tan cotidiano del tercer mundo,  pero que tan cerca se vivió en Europa durante los años 90.

Este tipo de acciones tan inhumanas –o quizás tan humanas, precisamente por la de veces que se han repetido a lo largo de la humanidad- ha provocado que desde los medios de comunicación y la opinión pública se vengan demandando acciones penales internacionales. Tanto es así, que se han abierto ya procedimientos ante la Corte Penal Internacional, a pesar de que Rusia no firmó nunca los tratados por lo que se somete a dicha jurisdicción –como tampoco lo hizo EE.UU-. Además, salvo un improbable golpe de Estado y entrega de Putin a la Corte, ¿quién osará detener el dirigente ruso y ponerlo a disposición de la justicia? En este sentido, las acciones penales del derecho internacional parecen descartadas.

¿Quién osará detener el dirigente ruso y ponerlo a disposición de la justicia? En este sentido, las acciones penales del derecho internacional parecen descartadas.

Como conclusión, cabría pensar en el viejo concepto teológico-político sobre la existencia de guerras justas, puesto que es difícil encajar el concepto de guerra dentro del bien que exige el objetivo de la justicia. Así, podemos afirmar que no existen guerras justas, pero sí guerras necesarias, y la ayuda a Ucrania se convierte en una necesidad por el bien de todos. @mundiario

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