El encaje de Cataluña en España es tarea para políticos competentes y con altura de miras

Mariano Rajoy, en Barcelona. / Mundiario
Mariano Rajoy, en Barcelona. / Mundiario

Negando el punto central del envite soberanista confirma el interino monclovita la superficialidad de sus análisis políticos, dominado por los prejuicios y los oscuros objetos del deseo imperial.

El encaje de Cataluña en España es tarea para políticos competentes y con altura de miras

Negando el punto central del envite soberanista confirma el interino monclovita la superficialidad de sus análisis políticos, dominado por los prejuicios y los oscuros objetos del deseo imperial.

Don Mariano rechaza dialogar con el Honorable y descarta una solución política del enfrentamiento institucional creado por la demanda masiva de autodeterminación, porque según sus cuentas la consulta resultó un fracaso monumental. Esta declaración acusa insensibilidad democrática y desconocimiento de la cuestión de fondo 

La democracia es un sistema de gobierno inventado para resolver por medio del debate y las urnas los conflictos que plantean los intereses encontrados de las clases sociales y las distintas maneras de entender la cosa pública. Que el Jefe del Ejecutivo central afirme que no tiene nada que hablar con el de Cataluña, es una prueba definitiva de su desprecio de las reglas del juego democrático, lo que le inhabilita para desempeñar tan alta magistratura. Aún le falta un año de mandato, pero ya acumula méritos para que no se le escape  el título del peor presidente de la democracia.

Negando el punto central del envite soberanista confirma el interino monclovita la superficialidad de sus análisis políticos, dominado por los prejuicios y los oscuros objetos del deseo imperial. En realidad, se trata de un duelo a muerte, no entre el centro y la periferia, como se pretende, sino entre dos nacionalismos excluyentes espoleados por sentimientos que la razón es incapaz de sujetar. Se impone reconocerlo: si poco menos que la mitad de los ciudadanos catalanes detesta ser español, tenemos un problema político cuya solución (supuesto que la tenga) sólo puede venir por la negociación y el pacto. 

El presidente de la Generalitat lleva la iniciativa porque sabe que el PP interpreta el órdago independentista como un contencioso legal para dirimir en los tribunales de justicia, ya que el uso de la fuerza dañaría a la marca España; y el PSOE no se atreve a desmarcarse por miedo a su electorado jacobino. Este planteamiento timorato no lleva a ninguna parte y da alas a la causa de los soberanistas catalanes, y lo demás son gaitas.

El encaje de Cataluña en España es tarea para políticos competentes y con altura de miras, y de ésos no tenemos ni para un remedio. Los más de los males de nuestra nación se deben a que la clase dirigente no alcanza a ver más allá de sus narices.

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