Elecciones municipales sin tensión

Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba / Telecinco.
Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba / T5

Con Rubalcaba, como con González o Rajoy, va desapareciendo un estilo, una forma rigurosa de entender la política. También una visión de España y de su historia. El apestado de las anteriores elecciones, Rajoy, es ahora el santo que debe salir en la procesión.

Elecciones municipales sin tensión

El fallecimiento de Rubalcaba, tan homenajeado como él mismo ironizaba sobre los cadáveres de las personas incómodas, ha abierto un pequeño paréntesis en la campaña de la triple convocatoria electoral, lo que permite hacer balance. Es un óptimo momento para el PSOE que además de gozar del monopolio informativo durante dos días a cuenta de las exequias ha recibido el oxígeno de la encuesta del CIS, que pronostica resultados arrolladores. Que esa encuesta adolezca de sesgos metodológicos notables es algo que sólo leerán los expertos. Lo cierto es que la campaña tiene un valor añadido evidente: ha disminuido notablemente la tensión y en consecuencia la agresividad que dominó las elecciones generales.

El PP está desnortado. Los resultados han sido tan noqueantes que han improvisado una pirueta, tan poco meditada como lo fue la anterior radicalización, para proclamarse los más centristas de entre los centristas. Y en consecuencia el apestado de las anteriores elecciones, Rajoy, es ahora el santo que debe salir en la procesión. Cabe suponer el pensamiento del interesado, una muestra del cual aflora entre líneas en la necrológica escrita sobre su rival, cuyo contenido le honra.

Casado e Iglesias juegan ahora de segundones. Cualquier posible éxito local será asumido por el candidato de turno mientras los resultados globales se leerán como responsabilidad de los jefes de filas. Todos los escenarios, locales y autonómicos, aventuran gobiernos de coalición y por lo tanto una gestión difícil de los resultados. Vox ha comenzado a moderarse tendiendo manos a la prensa, hasta ahora vilipendiada.

De las elecciones europeas poco hay que decir. Las habrá porque toca, pero el desinterés es mayúsculo. El último Consejo Europeo reunido esta semana en Sibiu, ha sido informativamente irrelevante, prueba de la parálisis en la toma de decisiones a la espera de que sea renovado. Las elecciones  sólo tienen un asunto de interés: medir el crecimiento del sentimiento anticomunitario, donde se agrupan populistas de toda especie. El resto será un reparto entre las grandes coaliciones de partidos. El reparto del poder en la Comisión dependerá en primer lugar de los acuerdos entre los Gobiernos de Francia y Alemania y luego de éstos con los Gobiernos próximos. Por todo ello resulta difícil hacer atractivas las elecciones europeas.

Si la campaña de las elecciones generales fue de bajo nivel intelectual y de debate, la actual no lo es menos. Es difícil escuchar ideas con fuste, pensamientos a medio plazo, elaboraciones que superen la lista de la compra. Los candidatos compiten por las fotos y las promesas más simples, obviando siempre la financiación. En realidad los distintos candidatos se parecen entre sí, evitando hablar de los temas complejos, tratando a los electores como a menores de edad y dibujando ciudades –o comunidades– parecidas a un parque temático. Como es algo común a todos los partidos, debemos asumir que son los tiempos del pensamiento líquido y de la banalidad en el mercado de las ideas.

Lo que resalta la desaparición de Rubalcaba a quien ni sus peores críticos tildaron jamás de frívolo o superficial. Ponderaban por el contrario su pensamiento estratégico, su energía negociadora o su clara jerarquía de las prioridades. Lo que no era contradictorio con las fintas tácticas, el malabarismo de las interpretaciones o la astucia en la planificación de las propuestas. Una personalidad poliédrica como corresponde a alguien de larga y brillante carrera. Tuvo que administrar, como Almunia en su día, las horas bajas de su organización, la división creciente y la ruptura del consenso interno en asuntos fundamentales. Sus sucesores no lo trataron bien. Él, como su rival también prematuramente fallecida, Carme Chacón, pudieron haber iniciado un nuevo rumbo en el socialismo español pero las circunstancias jugaron en su contra en ambos casos. Ambos se cuentan entre los muchos dirigentes barridos por la crisis política subsiguiente a la crisis económica. Con él, como con González o Rajoy, va desapareciendo un estilo, una forma rigurosa de entender la política. También una visión de España y de su historia. @mundiario

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