Tras las elecciones andaluzas, los partidos políticos han iniciado una particular berrea

Palacio de San Telmo en Sevilla.
Palacio de San Telmo en Sevilla.

La explosión de Vox como quinto partido que quiere participar en la tarta nacional, despierta un seismo en todos los demás. Ha empezado una berrea grotesca para conquistar el voto.

Tras las elecciones andaluzas, los partidos políticos han iniciado una particular berrea

El DRAE enseña que berrea es la brama del ciervo y otros animales en época de celo. Grito o lloro desaforado, principalmente de un niño, viene definido por el verbo berrear. Nunca estos lexemas habían tenido tanto eco hasta las elecciones andaluzas del dos de diciembre. Su resultado final arrebató catorce escaños al PSOE, seis al PP y tres a Podemos. Ciudadanos aumentó doce y Vox irrumpió de forma fulgurante en el Parlamento andaluz con otros doce. Esa misma noche, Susana debió berrear en silencio dado el semblante percibido cuando admitió su derrota. Imagino también la terrible tortura de miles y miles acomodados alrededor del poder. Podemos, al día siguiente, lanzó un berrido antidemocrático (¿acaso cabe otro?) induciendo a tomar la calle como símbolo y pujanza de “lucha antifascista”.

Vino luego un puente para ratificar la inacción navideña. Ya casi finiquitado el postrer año, se constituyó la Mesa del Parlamento encabezada por PP, Ciudadanos y Vox. Aquí, sin dar tiempo a iniciarse un nuevo año ni a concluir esas fechas magas e ilusionantes, se inicia la berrea. Teresa Rodríguez -es decir Adelante Andalucía, nomenclatura de Podemos- rechaza pactar con “la extrema derecha” para luego, sin remilgos dado el propio perfil, subscribir una vocalía solo con voz. El calificativo “extrema” me parece, cuanto menos, aventurado y, viniendo de Podemos, cínico. Los partidos extremados, radicales, pretenden romper el statu quo de un país. Este objetivo lo pretenden (a las pruebas me remito) Podemos, ERC, PDeCAT, Bildu, PNV y algún otro, incluyendo probablemente este PSOE. Todo lo demás comporta palabrería hueca, propagandística, embaucadora.

Como digo, terminadas las elecciones de Andalucía, una libido asexual, emotiva, vigorosa, impulsó una berrea implacable, agresiva, darwiniana, para reconquistar un harén figurativo lleno de trapisondas, mercedes y placeres inmensos, acopiado en casi cuatro décadas. Esa castración quirúrgica, ese coitus interruptus fulminante, produjo tal cúmulo de arrebato atávico que dio paso a cierta incredulidad razonable, quizás torpe neurosis. Sí, primero denota cierta aversión a la democracia cuando el pueblo manda hacer mutis por el foro, aunque se haya dado en épocas anteriores. Siempre que la sociedad compra su mentira, los políticos suelen rociarla con lisonjas; caso contrario, aparece un horizonte cargado de advertencias e insultos. Es decir, el individuo es inteligente cuando suscribe “la verdad revelada” y un necio, quizás un facha, si se aparta de ella. Más respeto, señores. Sean agradecidos; somos su maná.

A la berrea política le acompaña, complementa o guarda, una berrea mediática que sirve de encendida caja de resonancia. Ante este insano aplastamiento acústico podemos optar por dos subterfugios: apagar el medio audiovisual o colocarse tapones virtuales capaces de regular los decibelios recibidos. Ayer, verbigracia, leí en un digital “progre” el siguiente titular: “El gobierno de Macron avisa a Rivera y Casado por negociar con Vox”. Luego suavizaba el exceso con la auténtica noticia: Nathalie Loiseau, ministra francesa para asuntos europeos, había dicho que “las declaraciones de Vox sobre los derechos de las mujeres son preocupantes”. Diferencia sustancial, ¿verdad Escolar? Es una forma necia de sembrar el terruño de Vox porque encima ciertas manifestaciones, probablemente poco ortodoxas, suelen manipularse de forma voluntaria. El ardid se ha encarecido sobremanera.

Semejante berrea ha traído notables desafines y salidas de tono. Que mal les sienta el combate cuando su cornamenta se ve desarbolada porque, aun siendo más exuberante, empuja menos. José Luis Ábalos tuvo la osadía de expresar: “La derecha no tiene líneas rojas”. Mi compañero de profesión -si alguna vez ejerció como tal- demuestra poseer una memoria sietemesina, selectiva, ridícula. Hace ahora ocho meses, de ahí su fallo, Sánchez pactó con Podemos, independentistas catalanes, Bildu (todos ellos demócratas convencidos) y un PNV intrigante. El señor Ábalos desconoce con toda seguridad aquella sentencia castellana que dice: “No debe mentarse la soga en casa del ahorcado”.

Íñigo Errejón, acólito de Laclau y Gramsci, dejó la frase más inteligente -por tanto, menos comprensiva- de la orquestada berrea. “El bloque reaccionario está presidido por una voluntad de revancha al empuje por la redistribución y la democracia para pasar a disciplinar la sociedad española en el miedo y el odio”. Dos notas. Apodar reaccionario al bloque PP, Ciudadanos y Vox, es de una superioridad tan rancia como falsa, pues él de forma automática se ubica en la camada progre. Personalmente lo veo presuntuoso. Por otro lado, Laclau, Gramsci e incluso Korstanje (si hubiera alguna influencia de este último), eran investigadores, estudiosos puros de las dinámicas sociales, espíritus transparentes, mientras el señor Errejón queda contaminado (Lenin con el marxismo) por su pasión política. Irene Montero, mediocre, ramplona, anuncia cual falsa diosa: “Vienen tiempos de miedo”. Menuda primicia. Esta señora todavía no se ha enterado del hartazgo ciudadano. A decir verdad, tampoco la masa prócer ni analistas mediáticos.

Faltaba Echenique y su berrea: “Podemos es una formación democrática”. ¿Qué? Salvo yerro involuntario, ni yo ni la Historia conocemos un partido comunista democrático. El instinto marxista es totalitario y miserable; así viene constatado en todos los países que impera este régimen legitimado, antes o después, con violencia y sangre. Un apunte. Francia -cuyo gobierno era socialdemócrata- e Inglaterra (con gobierno conservador) reconocieron la legitimidad de Franco, no del Frente Popular, el veintisiete de febrero de mil novecientos treinta y nueve. Claramente le tenían más miedo a Stalin que a Hitler. Leer “Yo fui ministro de Stalin” (de Jesús Hernández Tomás, secretario general del PCE por entonces) puede dar idea del papel que jugó Rusia durante la Guerra Civil.

Ciudadanos -en esta berrea- ha mostrado más complejos que el PP, y ya es decir. Batiendo todos los récords del cinismo, Sánchez lamenta “la radicalización de PP y C`s” por el pacto alcanzado en Andalucía “con la ultraderecha”. Macron y Valls le someten también a presión y Rivera, absorto, embriagado por el éxito, responde a la altura de un subalterno y contra sus propios intereses. Estoy convencido de que solo él pagará tal agitación. Su falta de pragmatismo e inteligencia le costará caro, pues Vox representa, ahora mismo, el único obstáculo claro al tejemaneje ignominioso. Tiempo al tiempo.

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