Las elecciones del 6 de noviembre en Nicaragua: una farsa para aupar a Daniel Ortega

Rosario Murillo y Daniel Ortega, presidente de Nicaragua. / Twitter
Rosario Murillo y Daniel Ortega, presidente de Nicaragua. / Twitter

Daniel Ortega, quien alguna vez fue un luchador por la democracia contra la dictadura somocista, sucumbió ante su propio poder, para perpetuarlo en el seno de su propia familia. Intenta asegurarlo ahora con su mujer como sucesora designada.

Las elecciones del 6 de noviembre en Nicaragua: una farsa para aupar a Daniel Ortega

El domingo 6 de noviembre habrá oficialmente elecciones en Nicaragua. Para elegir, dice la convocatoria, presidente, vicepresidente, parlamentarios nacionales y los representantes al Parlamento Centroamericano. Unas elecciones  que  la narrativa gubernamental -ecléctica desde el punto de vista ideológico, sui generis mezcla de lo esoterico lo religioso y lo político, que combina alabanzas y oraciones a la Virgen Maria con consignas electorales, y asume como nadie el principio gobeliano de repetir- presenta como "una fiesta de color, alegría y nuevas victorias"

Cualquier evento electoral conlleva algún grado de incertidumbre. Cualquier evento electoral cierto. En este no, porque no lo es, y no habrán sorpresas.

Para todos en Nicaragua, y para los que de alguna manera siguen los acontecimientos en el país centroamericano, es un hecho indiscutible que Daniel Ortega será el ganador. Corrijo: ganador no, porque ganar supone participar de una competencia previa, y este no es el  caso. Ortega ha preparado todo para que los resultados le sean favorables. Corrijo de nuevo: para que los datos finales le sean favorables, y asi él y su esposa, sean declarados Presidente y Vicepresidenta repectivamente por los próximos cinco años. Es la fórmula de la sucesión dinástica activada.

Daniel Ortega será el ganador. Corrijo: ganador no, porque ganar supone participar de una competencia previa, y este no es el  caso. Ortega ha preparado todo para que los resultados le sean favorables.


Daniel Ortega es por séptima vez en 32 años, el candidato presidencial por su partido.Ha sido el único que en nombre del FSLN ha aspirado al supremo cargo. Quienes en el pasado hicieron el amago de competir internamente para ser los postulados por el partido de la bandera roja y negra, todos - los que viven- están fuera del FSLN. Fueron expulsados en distintos momentos. El más connotado de ellos, Herty Lewites, falleció en el 2006, en plena campaña electoral siendo el canditato de una vigorosa y competitiva alianza de fuerzas de izquierda y democráticas, opuesta a Ortega. De Lewites es una frase que ya es consigna de mucha generaciones de nicaraguenses: "Nací en una dictadura y no quiero morir en otra". No logró Lewites su aspiración: nació bajo el somocismo, contra el cual  luchó, y murió cuando Ortega eliminaba obstáculos, para establecer su  proyecto autoritario

No habrá sorprendidos el domingo seis de noviembre, incluso entre los que se declaran aspirantes presidenciales  por los otros partidos, todos satélites, socios o criaturas de Ortega. Ellos, como toda la opinión pública, saben que participan en una farsa, en la que se les ha asignado,no de manera gratuita, un papel, el de candidatos. Buscan al menos recibir prebendas o una curul de diputados, que implica poco trabajo, jugosos salarios e importantes prerrogativas que garantizan un nivel de vida muy por encima del promedio en el segundo país más pobre de América.

No habrá sorprendidos el domingo seis de noviembre, incluso entre los que se declaran aspirantes presidenciales  por los otros partidos, todos satélites, socios o criaturas de Ortega.


Daniel Ortega, que alguna vez fue un luchador por la democracia contra la dictadura somocista, sucumbió ante su propio poder, para perpetuarlo en el seno de su propia familia. Intenta asegurarlo ahora con su mujer como sucesora designada.

Hoy Ortega encarna todo lo contrario que representó la revolucion sandinista - por lo demás irrepetible- de 1979, y de la que él mismo fue -la verdad sea dicha- uno de sus principales dirigentes. Aquella gesta que protagonizó el pueblo nicaraguense, se hizo por la democracia, por la libertad, por la soberanía nacional, para establecer el pluralismo político y practicar el no alineamiento en política exterior. La gesta de los nicaraguenses concitó atención y simpatía mundial, pero fue derrotada por los errores de sus dirigentes, por la guerra fratricida a la que dio lugar y por la voluntad ciudadana en las urnas el 25 de febrero de 1990. Y también por los coletazos del final de la Guerra Fría.

Desde su llegada a la presidencia en el 2007,  con solo el 38 % de los votos, gracias a un pacto de mutuos beneficios con Arnoldo Alemán, caudillo liberal, Daniel Ortega ha concentrado en él y en torno a él y su mujer, más poder que ningún otro gobernante en la historia de Nicaragua, desmanteló  la institucionalidad democrática que había empezado a contruirse desde 1990, ilegalizó a los auténticos partidos opositores, sometió, con chantaje y seducción monetaria a  los magistrados de los poderes del estado que no eran de su partido  hasta colocarlos a todos bajo su égida, restituyó la reeleción continua y ha entregado derechos ilimitados sobre una gran franja del territorio nacional a un oscuro empresario chino, so pretexto de la construcción  de un canal interoceáncico, que por lo demás ha recibido el rechazo mayoritario de la población campesina potencialemnte afectada. En política exterior  ha alineado al país  en el bloque ALBA, liderado por el atribulado régimen venezolano y mantiene una alianza, que han denominado estrategica, con Putin y con el gobierno de Irán. Así las cosas, lo  que ocurrirá en Nicaragua el próximo domingo 6, es un mero trámite, mediante el cual Ortega pretende legitimidad.


Sin embargo, el rechazo de amplios sectores de la sociedad nicaraguense, y la Niaca Act, le han obligado a sentarse con la Secretaría General de la OEA, para abordar el tema electoral en una "mesa de intercambios".
La mesa de intercambios en sí misma  no ha generado grandes expectativas en la oposición nicaraguense, que agrupada  en dos grandes bloques ha intensificado sus demostraciones en la última semana, especialmente  el Frente Amplio lo ha hecho en las zonas campesinas, que fueron escenario de la guerra civil en los ochenta.
Guerra que por cierto dejó cerca de 50 mil muertos, y que fue el resultado  de una parte, del cierre de los espacios democráticos durante el primer gobierno de Ortega, y del abierto apoyo de la admisnitración Reagan a los alzados en armas.Hoy, aunque nadie en la oposición quiere la guerra, todos  saben que ese ha sido el sino de la historia nicaraguense. Por eso la apuesta de la lucha es lograr nuevas y verdaderas elecciones.El único camino para conquistar la democracia en paz.

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