El precio de la grandeza

Mariano Rajoy. / RR SS
Mariano Rajoy. / RR SS

Es cada día menos creíble que el presidente del partido y del Gobierno desconozca, aunque solo sea por interés personal, la urdimbre de corrupción con la que durante años se han enriquecido compañeros que ocupaban importantes cargos del Estado

Esperanza Aguirre, la gran ‘lideresa’ de los populares madrileños, acaba de dimitir en el último cargo que ostentaba: concejala y portavoz del PP en Ayuntamiento de la Villa y Corte, decepcionada a muy última hora con la banda de golfantes que ella misma encumbró y defendió con lágrimas de caimán; el fiscal imputa a Rodrigo Rato dos nuevos delitos de cohecho y malversación; el juez Velasco investiga ahora al ex ministro Eduardo Zaplana por su presunta vinculación con la trama corrupta organizada por Ignacio González; la Fiscalía Anticorrupción acusa de prácticas delictivas a la consultora que fundó Cristóbal Montoro y ahora preside su ex secretario de Estado Ricardo Martínez Rico

Y por ahí le andan los ‘granados’, ‘bárcenas’, ‘matas’, ‘cañetes’ y demás tropa nociva de un PP cuya dirección nacional actúa como si no conociera a ninguno y no supiera nada, absolutamente nada, de lo que a diario descubren e imputan jueces y fiscales.

Ni la cúpula del partido de la calle de Génova, ni sus medios más afines, que son mayoría, ni su complaciente militancia, ni buena parte de su electorado parecen darse por aludidos, con la intención, sin duda, de que pase el diluvio y no dar rédito electoral a las demás fuerzas políticas. Craso error, no porque la táctica camaleónica les resulte negativa, al menos de momento, y ahí están las encuestas sobre intención de voto aupándolos de nuevo a la victoria, sino porque, como decía Stieg Larson, escritor sueco, “no hay inocentes, solo distintos grados de responsabilidad”, y la falta de responsabilidad como la falta de transparencia gangrenan la Democracia.

Es cada día menos creíble que el presidente del partido y del Gobierno desconozca, aunque solo sea por interés personal, la urdimbre de corrupción con la que durante años se han enriquecido compañeros que ocupaban importantes cargos del Estado, ellos y las arcas del PP a través de múltiples redes de financiación ilegal.

Si Mariano Rajoy, en su próxima comparecencia ante el juez, no desvela cuánto sabe faltaría gravemente a su alta responsabilidad como jefe de Gobierno y, también, como ciudadano. Y si no sabe, si de verdad no se ha enterado de nada, muchos deberían preguntarse cómo puede dirigir el timón de España alguien que está en la inopia.

La regeneración del Partido Popular, para bien del sistema, exige una altura de miras que hoy por hoy brilla por su ausencia. Sin ella, su posible próximo triunfo en las urnas carecerá del crédito que debería tener y servirá de carnaza a unos populismos que crecen alimentados por los desvaríos de gobernantes incapaces y por la inmundicia administrativa de tipos que utilizaron el poder en beneficio propio.

“El precio de la grandeza es la responsabilidad”, dijo Churchill.

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