El "pacto entre perdedores"

Sede del PP en la calle Génova de Madrid.
Sede del PP en la calle Génova de Madrid.

Bienvenidos, pues, al club, democrático y parlamentario. Ha costado y debemos congratularnos. Pero hay que hacer las cosas bien y transparentemente. Con la pugna entre Santamaría y Casado han aflorado las contradicciones.

El "pacto entre perdedores"

El mantra repetido constantemente hasta ahora por miembros del Partido Popular del llamado “pacto de perdedores” está produciendo un efecto boomerang en cuanto el PP ha decidido introducir mecanismos participativos en las elecciones internas, instrumentando unas atípicas primarias a dos vueltas. Lo que hasta hace poco, ejercido por otros partidos o Cámaras, era para el PP antidemocrático y de efectos inicuos, ahora va a posibilitar, en palabras de Cospedal, “una magnífica opción”: coronar a Pablo Casado para dirigir “un proyecto ilusionante y de futuro”.

Es cierto que, como dijo Borges, “las erratas mejoran mis textos” y que la política se hace ritmo de correcciones, prueba y error, faltaría más, pero ello encierra dificultades y  contradicciones. Para un partido político de estructura vertical, fuertemente jerarquizado y presidencialista, cualquier mecanismo de participación de las bases supone riesgos de incoherencia. Si se obedece al “principio monárquico” (que se extiende ideológicamente más allá de la Corona), se está entonces -como explicó Herrero de Miñón ya en 1972- por la exclusividad del poder real de “expresar la voluntad del Estado y de ejercer, en consecuencia, los poderes públicos”. Si esto se lleva al seno de un partido político, resulta lógico y coherente que se aplique el “dedazo” para designar al sucesor. Esto es el PP y esto es lo seguro, lo cuerdo y sensato, lo que los partidos de izquierda no entienden. Y así fue siempre. Y por eso el anatema a los “pactos de perdedores”: el que gana, gana y punto… esto conllevaba largo tiempo ventaja para el PP en las municipales, con alcaldes paternalistas y muñidores. Pero esto ha dejado, al parecer, de funcionar electoralmente. De ahí las primarias. Y de ahí, “a rastras”, las primarias atípicas.

La posibilidad de configurar mayorías, a pesar del dedazo y de la mayoría simple, es propio de sistemas parlamentarios y de los partidos no presidencialistas. Cambiar esto supone cambiar las “esencias” del Partido de que hablamos. Yo creo que habría, más que criticar, ayudar a una homologación democrática y participativa del PP.

Bienvenidos, pues, al club, democrático y parlamentario. Ha costado y debemos congratularnos. Pero hay que hacer las cosas bien y transparentemente. Con la pugna entre Santamaría y Casado han aflorado las contradicciones. Y más aún con el sistema “híbrido” puesto en marcha por el PP: si Soraya ganó en primera vuelta, ¿por qué dar a “los perdedores” la posibilidad de volcar el resultado con una segunda vuelta?; y ¿por qué dejar este suplementario control en manos de los compromisarios-cargos orgánicos del Partido? O bien la segunda vuelta sobra democráticamente (el que gana, gana, y es presidente o es alcalde, estamos hartos de oír) o bien se demuestra que el sistema ni es plenamente democrático ni, sobre todo realmente participativo. Pura galería.

De todas formas, una vez más, bienvenidos sean los intentos democratizadores y participativos del PP y con aquello -las mayorías parlamentarias- que nuestra Constitución consagra. Decía Gracián: “antes loco con todos, que cuerdo a solas”. @mundiario

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