El Máster

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Cristina Cifuentes y Javier Ramos.

El término Máster - que significa Maestro - se impuso en EE UU allá por los 60-70. Ni siquiera hace falta un doctorado. Se paga por ello y te lo dan como si coleccionases fundas de sopa avecrem en cantidad suficiente para, lo quieran o no, dorar con méritos absurdamente ampulosos y sin valor alguno salvo para engordar un céuve que ni el Tato valora.

A pesar de lo insistente de la noticia -el Máster a Cristina Cifuentes, presidenta de la Comunidad madrileña -, un servidor daba por cierto que sería una especie de flor de un día; y mañana, a buscar otra tal que alimentase el morbo más indignante al fisgón más ingenuo sediento de hacer miles de astillas de un árbol todavía en pie.

Nada más lejos de la realidad.

Ayer, sin ir más lejos, en un diario de tirada nacional, le otorgan una doble página al asunto de marras. Donde opinaban los de uno y otro bando incluyendo a los centradamente moderados.

No obstante mi escepticismo generalizado y pertinaz en toda causa, no pude dejar de quedarme algo, pues... no sé, como ojiplático. O parecido. Por mucho que uno se creyese totalmente curado y vacunado de espantos, las recaídas de tales males suelen ser imprevistas e irritantes. Como ocurre a un servidor, actualmente.

¿Era posible que mereciera dos páginas centrales un asunto tan banal y de más de una semana de edad? ¡Vaya que sí!

Porque, vale, la posibilidad de que apareciera en los telediarios y otros noticieros como ‘noticia de relleno’, era asumible. Incluso esperable. Pero de ahí al continuo machaque, en primeras páginas, de noticia tan vieja e insulsa, me resulta demasiado barato. Rozando lo domtíco (de Domty, al que suelo ir a gulusmear en algún rato de asueto).

No se trata ya de un acoso y derribo, a los que tan acostumbrados estamos, como si de dogma y precepto se tratase, sino que tras el derribo, todo se quedaría en agua de borrajas si no se remata el argumento con una buena ascua y cenizas al olvido.

O es destrucción total, o es tarea pendiente y de cumplimiento imperativo; sin medias tintas que valgan. Se conozca el hecho a fondo o nos creamos las palabras de cualquier redactor al paño, que aporta pelos y señales de tan ‘excelso’ quebrantamiento.

Como si de cuestión de principios inviolables y desacreditación intolerable se tratase, un tal señor Escobar - y todo su séquito vanguardero - suelta la noticia exclusiva, impactante, merecedora del mayor de los castigos conocidos y, sobre todo, digna de compra y visita perentoria a sus páginas, de que una tal Cifuentes, ha mentido en su ‘céuve’. Y, dejándose llevar por el asunto, el resto de noticieros nacionales también quieren sacar su tajada. ¡Qué menos!

No será el firmante quien defienda la actitud -y cobardía, tal vez- de la presidenta de los madrileños. Me libre Dios de ello. Pero, que tal minucia de céuve sea capaz de provocar todo un Pleno extraordinario, donde se dilucide si es digna o no del cargo que ostenta, me parece - a más de frívolo - caprichoso. Lo mire por el prisma que lo mire (salvo oscuras y escondidas intenciones predispuestas al escarnio gratuito, pero intensamente popular)

Que un Máster en no sé qué - fuere o no cierto - ponga en cuerda floja, sin parapetos y posible destitución de sus quehaceres diarios a una persona que intentó- quizá- marcarse un pegote que le han descubierto ser puro batracio, me resulta inquietante. Por por su cargante y chabacana fruslería.

Los unos abogarán acerca de que ‘ha mentido’ deliberadamente (¿existe otra manera de mentir?), que ‘no es capaz de reconocer su farol’, que ‘hasta ahí podíamos llegar’ , que en Política es inadmisible la mentira (¿¿??) y otras monsergas más que sin duda aducirán.

Los otros, intentarán - sin éxito y con inmensas cantinelas harto conocidas por redundantes - defender con  repulsiva tibieza a su correligionaria.

Posiblemente (solo posiblemente) la Presidenta tenga que abandonar su cargo. Y todo por un ridículo Máster en no sé qué, que ni hace padecer ni sufrir al cometido encomendado en sus tareas presidenciales.

¿No lo tienes? ¿Lo tienes a medio? ¿Te matriculaste y no fuiste a tan sublimes lecciones? ¿No presentaste el trabajo final del Máster porque España estaba ganando la Eurocopa? ¿No tienes el puñetero Máster? ¡Coño -castizo el vocablo, eh- pues dilo!

Si bien con ello no alcanzarás paz, siempre quedará un pedazo de gloria para el vencido.

Pero, por tu bien te lo digo señora Cifuentes - ni se te ocurra delegar tu defensa a los responsables de la universidad donde supuestamente conseguiste el Máster de la narices. El intento de justificación a tu favor por parte de un tal Javier Ramos -rector a la sazón de la universidad a la que se alude y que me niego a volver a escribir- fue sencillamente funesta. Se rodea de dos supuestos catedráticos y echa toda la culpa de lo que pase, pasa y pasará al sistema informático, puesto que el muy canalla se equivocó y consideró como ‘no presentado’ a una calificación de notable alto, como así dan fe los que le bandean (dos, eran dos).

Como para fiarse del tipejo, vamos (¡qué vergüenza me salió por todos los poros, oiga!). Posteriormente, el personaje rectoral -y quiero creer que rogando que la sensatez le fuese propicia de una maldita vez - solicita el peritaje del puñetero Máster a ‘personas académicas’ no ligadas a la institución universitaria. De una de las elegidas, mejor no hablar... por el momento.

«Un cuadro de abstracto conceptual con cierta tendencia ultra-vanguardista, vamos».

Cifuentes, mujer, dilo tu y ... punto pelota. Que más que seguro los que te acusan, acosan e intentan derribarte, tienen mucho por lo que callar. Puesto que siempre habla quien tiene porqué callar. Siempre.

Que un Máster -cierto o farolero- tenga en vilo a todo un país, es de locos.

El término Máster -que significa Maestro- se impuso en EE UU allá por los 60-70. Ni siquiera hace falta un doctorado. Se paga por ello y te lo dan como si coleccionases fundas de sopa avecrem en cantidad suficiente para. Es así, lo quieran o no dorar con méritos absurdamente ampulosos y sin valor alguno salvo para engordar un céuve que ni el Tato valora.

No obstante, tu supuesto Máster está levantando ampollas en todo un país, que jamás dejará de ser de ‘charanga y pandereta’.

¡Cuántos valiosos políticos a lo largo de la historia española solo sabían las famosas cuatro reglas! Me vienen a las mientes unos cuantos pero, me quedo sin espacio.

Y, mientras ocurre todo esto, las supuestísimas homologaciones de títulos de especialistas sin llegar. Así...barriendo para mi casa y como el que no quiere la cosa.

¡Eso si es atribuladamente triste y no un supuesto Máster que te cortará la cabeza fijo!

Decapitada políticamente con el tibio amparo de tus congéneres. ¡Eso si que si! @mundiario

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