El dogma macroeconómico del presidente Rajoy en España acaba de fracasar

El presidente del Gobierno de España, Mariano Rajoy.
El presidente del Gobierno de España, Mariano Rajoy.
El Ministerio de Fomento lleva más de dos años sin licitar reparaciones de carreteras. Se nota en el deterioro de las vías. ¿No cabe ofertar a parados del sector un trabajo a tiempo parcial?
El dogma macroeconómico del presidente Rajoy en España acaba de fracasar

El dogma macroeconómico de Rajoy acaba de fracasar. Las medidas exclusivamente estructurales, en el puro terreno monetario-financiero, no generan de modo vegetativo la reactivación económica, sino todo lo contrario. Con su política, al final de legislatura los indicadores estructurales y macroeconómicos van a estar (excepto supuestamente en el terreno del mítico déficit) peor que cuando accedió al poder. El gobierno, sus economistas y asesores áulicos, y los “expertos” de la eurozona naufragan dentro de los estrechos límites de la hoja de cálculo.

No han sido capaz de gobernar para los ciudadanos, ni de valorar su problemática y sus capacidades. Y está desperdiciando esas capacidades y todo el esfuerzo formativo que ha realizado nuestro país durante treinta años. Y devalúa la vida misma de los ciudadanos que, afectados por el paro, se han convertido en vulnerables para todo tipo de desgracias: desde los desahucios o el deterioro de su calidad alimentaria, hasta la merma de la autoestima y de la esperanza social, o “esperanza país”.

Desde que comenzó la crisis nos han tachado de ingenuos a quienes reclamábamos medidas “micro”, que tuvieran en cuenta iniciativas para la gente concreta, con creación de empleo –aunque fuera coyuntural-, para sustentar al menos una economía de resistencia. Es pan para hoy y hambre para mañana, nos decían mirándonos por encima del hombro. Y mientras, inventaban la óptima fórmula del hambre para hoy y la miseria para mañana. Y engrosaban el coste del desempleo, que anda por los 30.000 millones de euros anuales. Un gasto que convertido en mero subsidio es un gasto desperdiciado. Cuando, con un esfuerzo de imaginación y de logística, ese gasto se puede convertir en algo socialmente útil que genere empleo, que beneficie al bien común, e incluso que acabe creando riqueza.

El Ministerio de Fomento lleva más de dos años sin licitar reparaciones de carreteras. Se nota en el deterioro de las vías. Habiendo parada tanta gente del sector de la construcción, ¿no se podría establecer un pacto entre gobierno, sindicatos y patronal, consensuado en el parlamento, para ofertar a parados del sector un trabajo a tiempo parcial para desarrollar esta actividad, con un planteamiento atractivo e incentivador? Este ejemplo podría trasladarse a otros muchos ámbitos en los que se ha achicado la acción pública, con riesgo de deterioro de inversiones que nos ha costado mucho realizar. Para ello, es cierto, hay que desarrollar una política novedosa y revolucionaria. Hay que modificar leyes: pero en una semana se modificó la Constitución y no tembló la tierra… Habría que dejar muy claro a los destinatarios de esas ofertas que no consumirían sus derechos contributivos acumulados, y que ese tiempo les computaría para sus derechos pasivos. Y a ese dinero de los subsidios –que no es poco cada año- habría que añadir algunas partidas a financiar con esa deuda que no hemos dudado en dejar crecer para un apoyo a los bancos, por ahora socialmente improductivo.

¿Por qué no dedicar todo un aparato como el del INEM a diseñar un plan de fondo para articular todas las iniciativas que hacen falta? Y que desde el ministerio de Empleo, las comunidades autónomas, los municipios, los sindicatos, se haga un esfuerzo de imaginación y de diálogo para buscar fórmulas concretas de creación de empleo. Fórmulas debatidas y consensuadas en el parlamento y que se consulten con los ciudadanos. Y que cambien el tono de nuestra sociedad, con una actividad dinámica y participativa capaz de construir una economía de lo concreto, con nombres y apellidos. Que alcance a las personas, que promueva una cultura de la laboriosidad, que premie la iniciativa, que estimule la solidaridad. Y que esté presidida por la conciencia de que de ésta tenemos que salir todos juntos. Primero con medidas de choque, con medidas de emergencia. Y después con la búsqueda industriosa de iniciativas que aprovechen nuestros recursos naturales y humanos, y que a base del aprovechamiento de esos recursos, a base de fomentar la innovación y proyectos de desarrollo, vaya construyendo un nuevo tejido productivo capaz de estructurar empleo y reportar riqueza.

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