El Debate sobre el estado de la Nación fue un debate de patinadores de olas

Le llamaron Debate sobre el estado de la Nación, pero no fue más que otra ocasión perdida, al menos de cara a conseguir que España encauce su futuro y salga de la crisis económica.
El Debate sobre el estado de la Nación fue un debate de patinadores de olas

Alfredo Pérez Rubalcaba, líder del PSOE

Le llamaron Debate sobre el Estado de la Nación, pero no fue más que otra ocasión perdida. Menguó en apenas una reunión de alterados surfistas cabalgando sobre las olas sin dedicar un minuto a contemplar lo que hay bajo la superficie marina. En estos momentos lo que menos necesita España son surfistas volando sobre la cresta de la ola huyendo en su espuma de una realidad que ni aciertan a diagnosticar. Lo que el país reclama urgentemente son buceadores de potentes pulmones cargados de dignidad cívica, vocación social y sentido de estado. Que bajen al fondo del mar para atacar la problemática que late bajo una superficie engañosa.

La sociedad española acumula a lo largo de décadas éxitos notables en educación, salud, cultura democrática y un razonable grado de integración social. Pero desde hace un tiempo, con agudización critica en el último año, la ciudadanía siente que la sociedad en la que vive se desmorona peligrosamente. Oscilando entre la pobreza absoluta y la nada ideológica. Bajo esa superficie que comienza a ser de mar picada, hay un macrocosmos que palpita inquieto. Cuya vida discurre de espaldas a esos surfistas enfundados en sus trajes de neopreno que los hace impermeables a lo cotidiano. Enzarzados en la absurda pendencia del “y tu mas”, que se descalifica al evidenciarse que en fondo no pasa de simulaciones sin animo de dañarse...

Las calles reflejan una ciudadanía harta de la charada de unos partidos que desde sus mayorías monopolizan el poder por vía de una ley electoral a medida. Que inundan con sus tentáculos todo el corpus institucional en un reparto que hace que ningún organismo del estado y de los contrapoderes previstos sea ajeno a la mediatización de las directivas partidarias. Cuando cierta figura que según gana en años resulta más atrabiliaria afirmó que “Montesquieu había muerto”, sabía bien de que hablaba. Lo mismo que cuando enlodaba la democracia amenazando, y no de balde, que “el que se mueva no sale en la foto”. De lo que se vanagloriaba tal dirigente, era de echar tierra sobre lo que Montesquieu propuso en el siglo XVIII, la división de poder: ejecutivo, legislativo y judicial. Los pilares básicos de un estado democrático.

Brecha entre la ciudadanía y los políticos

La brecha entre la ciudadanía y los políticos que a capa y espada mantienen sus comportamientos atrincherados en el oligopolio que representan, debilita una democracia ya muy deslucida. Y no contribuye a mejorarla, la pantomima de este debate insípido desarrollado en el Congreso, carente de interés tanto por lo que se dijo como por lo que se calló.

La sensación es que las mayorías de la Cámara van a su aire, de espaldas la realidad. Son tenaces en su sordera ante las voces que advierten que el recorrido iniciado en la Transición se agotó. Cada vez se yerguen mas voces, que reclamando en principio la reforma constitucional, no descartan ya la posibilidad de un proceso constituyente. Esta Segunda Restauración, calco del turnismo de la Primera, se diluye consumida por razones similares. Un sistema electoral con escasa capacidad de conectar al elector y al electo, corrupción sistémica, bolsas trágicas de marginalidad, brechas sociales severas, deterioro institucional…Incluso el mismo descrédito de la jefatura del estado en manos de una familia que se esfuerza en trasmitir un día si otro también mensajes poco edificantes. Justo los que tienen la mayor cuota de responsabilidad, son los que debieran tener presente una frase de Juan Pablo II, “la democracia debe ir acompañada de virtud”.

La respuesta esta en los labios de cientos de millares de personas en las calles. Las que protestan amargamente ante lo la visión de un país empobrecido de manera vertiginosa. Desvertebrado y pasto de discusiones cruzadas. Devaluado al no poder depreciar la moneda. Con millones de parados y centenares de miles de estafados por unos dirigentes bancarios, que disfrutan de absoluta impunidad. Una justicia fracturada, asequible para pocos, e imposible para muchos. Los jóvenes comprobando en su piel que todos los caminos conducen al INEM… Mareas de ciudadanos y ciudadanas exigen, aun con templanza, - ¿por cuanto tiempo? -, enfrentar sin más dilación dolosa lo que se deja una vez tras otra sobre el tapete. Por pereza política, por su incomodidad, por una supuesta inoportunidad estratégica, o simplemente porque el país en que pretenden convertir España, “les va de dulce” para sus tropelías.

Una peligrosa tendencia de desprecio

La guinda de la semana la pone el consejero de Presidencia, Justicia y portavoz del Gobierno de la Comunidad de Madrid, Salvador Victoria sumándose a una peligrosa tendencia de desprecio a la ciudadanía mostrada por dirigentes conservadores, cuyos ejemplos mas próximos estarían en el mensaje a los parados de la diputada Sra. Fabra,… ¡que se jodan¡…, o el ex –tesorero/senador, Sr. Barcenas y su peineta a todo el país en un aeropuerto. En este caso, el portavoz del gobierno madrileño denigra a los que expresan su malestar en la calle llamándoles golpistas…Los golpistas del 23 F, Sr. Victoria, unos pagaron penas llevaderas en condiciones amistosas, y más de uno salió de rositas, ascendiendo y cobrando del erario público… Los golpistas de hoy, los financieros, salen forrados…. Esos son los golpistas… Los demás, son gentes honorables que tienen que apretar el cinturón incluso lo indecible para mantenerlos…Y su conducta solo cabria calificarla con una referencia bíblica, “santa indignación”.

Este debate de surfistas que tuvimos que padecer, tal cual se desarrolló era perfectamente prescindible. Y a fe que, surfistas por surfistas, es mucho mas grato el espectáculo que ofrecen en la Ensenada coruñesa del Orzan el mocerío que allí lo practica…entre otras cosas, porque lo hacen con convicción y gallardía.

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