El ajuste la Administración española exige un pacto del Gobierno con las autonomías

Secretaría de Estado de Administraciones Públicas, en Madrid.
Secretaría de Estado de Administraciones Públicas, en Madrid.
El Gobierno de Mariano Rajoy tendrá que olvidarse de la mayoría absoluta y recuperar la vía de la negociación para atraer a los díscolos a la causa de la reforma estrella cuya necesidad nadie discute.
El ajuste la Administración española exige un pacto del Gobierno con las autonomías

Un país como el nuestro no puede sostener una estructura administrativa tan grande, ineficiente y despilfarradora. Por eso, la reforma de las administraciones responde a una necesidad sentida por los expertos y por los ciudadanos que saben que se ha creado una inmensa red de organismos, empresas públicas, fundaciones y chiringuitos varios, no siempre para prestar un mejor servicio, sino para ostentación de poder de los políticos de turno que, al tiempo, colocaban a sus parientes y amigos al frente de esos tinglados.

Seguramente esta tenía que ser la primera reforma que debió emprender el Gobierno que, de haber empezado por racionalizar y modernizar las administraciones para reducir el enorme gasto público, seguro que los recortes aplicados a los salarios de los funcionarios, a la sanidad, a la educación o a la asistencia social serían más suaves o incluso, en algunos casos, no serían necesarios por el ahorro obtenido con el adelgazamiento de la estructura del Estado.

La letra suena bien. La reforma, es amplia, ambiciosa -la más ambiciosa de la legislatura- y está bien trabajada con 217 medidas para lograr que las administraciones sean más austeras, útiles y eficaces. Se trata de modernizar los servicios y trámites administrativos, de eliminar organismos -¿para cuándo la supresión de diputaciones y fusión de concellos?- y empresas públicas, de acabar con los excesos y delirios para obtener un ahorro importante que el Estado y las comunidades han de revertir al pueblo en forma de nuevos servicios.

Falta la música. Falta saber cuánto tiempo tardará el Gobierno en ponerla en marcha porque, como le ocurriera a Don Quijote en El Toboso, en el ambicioso camino de la reforma de las administraciones el ejecutivo va a "topar con la iglesia" de las comunidades autónomas que no están dispuestas a adelgazar su montaje político-administrativo, que es su instrumento de poder e influencia.

Por eso, falta saber también si ese mismo Gobierno será capaz de vencer la resistencia de las autonomías -incluida Galicia-, que en algunos casos es una rebelión anunciada, convenciéndolas de las bondades de esta reforma que les quita competencias y afecta a sus intereses políticos.

Es la hora del trabajo político. El Gobierno tendrá que olvidarse de la mayoría absoluta y recuperar la vía de la negociación para atraer a los díscolos a la causa de la reforma estrella cuya necesidad nadie discute.

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