¿Hasta dónde estarían dispuestos Sánchez y su PSOE a pactar con Podemos?

Pedro Sánchez, presidente del Gobierno de España. / RR SS
Pedro Sánchez.

La alianza del PSOE con Podemos pudiera provocar el efecto contrario al que se pretende, tanto porque muchos socialistas discrepan como por los recelos que provoca Pablo Iglesias en no pocos ámbitos del propio electorado socialista tradicional.

¿Hasta dónde estarían dispuestos Sánchez y su PSOE a pactar con Podemos?

Da la sensación –basta leer sus manifiesto, su programa político y lo que dice a diario Pedro Sánchez– de que lo que justifica el pretendido giro a la izquierda, como ahora dicen, del PSOE, son sus complejos frente a Podemos. Y para ello, para ser más PSOE no se les ocurre otra cosa que plantearse la alianza con quienes lo han desplazado de una parte de su espacio político y de su electorado. Y en consecuencia, como ya ha hecho Sánchez, hay que asumir alguna de las proclamas de los bolivarianos, empezando, cómo no, con cambiar radicalmente la postura públicamente mantenida; es decir, aliarse con lo que hasta ayer el pretendiente a recuperar la secretaría general del PSOE decía (cito) “Los populistas que conducen a Venezuela” (fin de la cita).

Pero la cosa no para ahí, sino que un partido que se supone constitucional estaría dispuesto, como ya lo estuvo Pedro Sánchez, a acomodarse a un acuerdo con quienes no lo son; es decir, el variado muestrario del independentismo catalán y sus asociados antisistema, además del propio Podemos. Y de paso, introducir un cambio tan substantivo en la postura histórica del PSOE, afirmando que Cataluña es una nación, más allá de la mera retórica; esto es, con todas sus consecuencias.

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Pablo Iglesias habla claro.

 

Para entender a Podemos hay que leer su programa y sobre todo observar lo que dicen sus dirigentes, lo que hacen y lo que pretenden. Aparte de sus proclamas de regeneración moral (cuando en su casa alistan una variada gama de sujetos no precisamente ejemplares, como pasa en todas partes), Podemos tiene una obsesión con desmontar la idea misma de España, como si sus medidas sociales y otras propuestas que, sin duda, pueden ser asumidas, conllevara meterse al mismo tiempo con las procesiones de Semana Santa en Sevilla, la Ofrenda a Santiago o cualquier otra manifestación popular que tenga algo que ver con la manifestación pública de tradiciones que son del agrado de grandes masas de la población, como si esos fueran los problemas del país que hasta ahora a nadie ha molestado, que se sepa.

La representación sociológica

El profesor Giovanni Sartori explica con tres términos el mal que aqueja a Podemos, sus contratas y marejadas: confunden las cosas. Explica Sartori que una cosa es la representación legal, que nadie cuestiona, de quienes ostentan por elección o designación un cargo o representación política; otra la representación política; es decir, la de todos aquellos que piensen lo mismo. Pero eso no supone (máxime como ocurre con las leyes electorales que permiten la coalición de minorías) que, como pasa ahora en España, la representación legal y la política sea al mismo tiempo la representación sociológica y menos del conjunto de una sociedad variada, donde todos los ciudadanos deben merecer el mismo respeto.

¿Y qué pasa con Podemos y ahora con el movimiento seguidista del PSOE?, pues que se traslada por parte de quienes detentan al poder sus propios prejuicios personales a la sociología, de modo que imponen, contra natura o el sentimiento general del resto de la población lo que ellos piensan. Y eso está pasando en los lugares donde Podemos gobierna con el PSOE. ¿Qué le importará al alcalde de Zaragoza –el de la gomina- que los bomberos quieran celebrar una misa el día de su patrón? Habrá unos que irán a misa y a otros no. Pero convierte todos estos gestos en la marca de la casa.

En la ciudad de A Coruña, el alcalde ha dejado de presentar el voto a la Virgen del Rosario. Ahora lo hace una asociación. Otros alcaldes, del PSOE lo mantuvieron. Sobre el carácter religioso de la ofrenda, prevalece el histórico, ya que fue una demanda popular de la población de aquel tiempo pidiendo la protección de la Virgen contra los ataques de Drake. Era simplemente un acto municipal es histórico que forma parte del patrimonio de la ciudad. Y se borra la historia. Insisto, ¿eso era un problema municipal?

Y así se pueden citar otros muchos ejemplos. ¿Qué tiene que ver todo esto con la eficacia de la gestión pública y a quien molesta? Y el PSOE ya secunda esa misma dinámica cuando pide que se suprima la transmisión de la misa por TVE que presta un servicio a personas enfermas o impedidas. ¿Ese es un problema que ataca el laicismo del Estado?

Si Sánchez se vuelve a hacer con las riendas del PSOE, como parece posible, habría que recordarle aquellas palabras de Fernando de los Ríos, cuando advertía a sus correligionarios que un socialista primero debe pensar en España; luego en el partido y finalmente en sí mismo. Sánchez ha invertido los términos, y tal parece que quiere ser presidente del gobierno a cualquier precio, aunque sea a riesgo de entregarse o depender del entendimiento de quienes de forma repetida consideraba incompatibles con su propia concepción de la política y de las necesidades de España.

Pero en ese caso, ¿hasta dónde estaría dispuesto a llegar en cuanto a asumir el programa de Podemos y sus contratas? Más parece, o me parece a mí, que el camino de la Moncloa debería planteárselo el PSOE de modo distinto que llevando a Pablo Iglesias como compañero de viaje. Ya veremos el resultado. ¿Y si ocurriera todo lo contrario; es decir, que en lugar de desplazar a la derecha, el recelo que provoca Podemos en amplias masas de ciudadanos tuviera el efecto contrario?

Aparte proponerse la regeneración moral de la política en general (y en su propia casa), de la recuperación del Estado de bienestar para todos los ciudadanos, y de afrontar los más graves problemas del país, el PSOE debería tratar de homologarse con sus partidos hermanos europeos, pero me temo que va a derivarse hacia el chavismo bolivariano, que tanto denostaba Pedro Sánchez antes de ayer.

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