Donald Trump se muestra partidario de facilitar el derecho a portar armas

Donald Trump haciendo el gesto de disparar un arma. / RR SS
Donald Trump haciendo el gesto de disparar un arma. / RRSS

El candidato republicano reafirma la vigencia de la Segunda Enmienda y deja clara su posición a favor de portar armas en cualquier lugar y ocasión.

Donald Trump se muestra partidario de facilitar el derecho a portar armas

Chicago es la tercera capital de Estados Unidos atendiendo a su población tras Nueva York y Los Angeles. Las autoridades locales se muestran preocupadas por la evolución de los crímenes con armas de fuego en la ciudad. En los primeros ocho meses del año, 2.808 personas has sido tiroteadas lo que supone una media de 82 a la semana. Fruto de tanto gatillo fácil, 487 ciudadanos han sido asesinados. Más que por los números en términos absolutos, la alarma parece producirse por la comparación: en Nueva York llevan 222 víctimas por disparos de armas de fuego; en Los Angeles, 176.

La Segunda Enmienda

Si extrapolamos las cifras anteriores a las ciudades españolas, nos encontraríamos con que en Barcelona, por ejemplo, se producirían 2.369 disparos por armas de fuego en un año, lo que provocaría 411 muertos; en Vigo, serían 75 las personas asesinadas, 178 habría en Sevilla y 804 en Madrid.

Situaciones aterradoras como la de Chicago (y las de Nueva York o Los Ángeles también) se explican habitualmente a partir de violentos conflictos sociales, de la miseria en la que se desenvolviesen sus ciudadanos o de la preeminencia de grupos de crimen organizado. Estamos refiriéndonos a las tres principales ciudades del país más desarrollado del planeta. No parece justificado en modo alguno atribuir ninguna de las características anteriores a las mencionadas metrópolis.

La única explicación posible procede de la Segunda Enmienda. Es ésta una cláusula incorporada a la Constitución de los Estados Unidos que proclama el derecho de todo ciudadano a portar armas. Donald Trump así lo explicita en lo que denomina sus “posiciones” de cara a las elecciones presidenciales del 8 de Noviembre: “The Second Amendment to our Constitution is clear. The right of the people to keep and bear Arms shall not be infringed upon. Period.” Y no hay más que hablar, parece sentenciar el candidato republicano.

Este derecho civil a portar armas nos retrotrae a aquellas películas del Far West que nos instigaban a reconocer al cadencioso John Wayne como el más fiel representante de la Justicia en el mundo. Esa misma idea parece haberse grabado en la conciencia colectiva de los norteamericanos.

A un europeo le cuesta entender no ya la rotundidad del aserto constitucional sino el hecho mismo de que tal “derecho” se haya incluido en la ley suprema de los Estados Unidos de América. Quizás sea conveniente recordar que el texto original fue aprobado en Setiembre de 1787 y que la Segunda Enmienda se añadió ya en 1791. Este derecho civil a portar armas nos retrotrae a aquellas películas del Far West que nos instigaban a reconocer al cadencioso John Wayne como el más fiel representante de la Justicia en el mundo. Esa misma idea parece haberse grabado en la conciencia colectiva de los norteamericanos al nivel de tradiciones e iconos como el Día de Acción de Gracias, la Super Bowl o Mickey Mouse.  

Las armas y Donald Trump

En cada ocasión que se produce un asesinato de ciudadanos por arma de fuego en algún colegio de Estados Unidos, o en un centro de trabajo, o en plena calle o donde sea, se repiten las declaraciones a favor (y también en contra) de dificultar el acceso a estos artefactos letales. Semeja que el problema ocurre únicamente cuando las muertes se concentran en un recinto o área limitada. Es muy posible que durante esa misma jornada, un número de asesinatos superior se haya acumulado en el resto del país.

La postura del candidato republicano a la presidencia Donald Trump no admite dudas. Tras el ataque de noviembre de 2015 en París que dejó 130 muertos, manifestó –en declaraciones ante la National Rifle Association– que si la gente en el club Bataclan hubiese estado armada, la cosa habría acabado de forma distinta. En lugar de desarmar al agresor, Trump parece inclinarse por la opción de armar al agredido. Reminiscencias del Far West tal vez.

La radicalidad de Donald Trump en torno al derecho a portar armas se confirma en cada aspecto. Si el candidato republicano vence en las próximas elecciones, la ya laxa regulación vigente tendería a relajarse. Por ejemplo, la licencia que hoy es precisa para cada Estado, se extendería al conjunto del país. Trump no se muestra a favor de restringir la portabilidad de armas en ningún espacio, tampoco a reforzar las comprobaciones de criminalidad de los solicitantes ni a prohibir la venta de determinados modelos.

La radicalidad de Donald Trump en torno al derecho a portar armas se confirma en cada aspecto. Si el candidato republicano vence en las próximas elecciones, la ya laxa regulación vigente tendería a relajarse.

Detrás de la política amigable en torno a las armas en Estados Unidos, florece un extraordinario negocio. Estas son algunas de las cifras que lo ilustran: 13.500 millones de dólares ingresa anualmente la industria armamentística USA; 3.100 millones $ de ventas en el comercio al por menor; 11 millones de armas producidas al año, el 96% destinadas al mercado nacional; stock aproximado de 300 millones de armas propiedad de particulares; en el 31% de los hogares estadounidenses hay al menos un arma. Parece que el refranero español está acertado una vez más, en esta ocasión cuando afirma: “Armas y dineros, buenas manos quieren”.

Una confesión personal para finalizar: me fío más del criterio decimonónico de Gustave Flaubert que del escandaloso de Donald Trump. El autor de Madame Bovary dejó escrito: “No le demos armas al mundo porque las utilizará”.  

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