Trump basa su campaña presidencial en la prepotencia y en premisas falsas

Donald Trump.
Donald Trump.

La expulsión a la fuerza del periodista Jorge Ramos de una rueda de prensa fue una acción desmedida y ultrajante que revela la intolerancia del candidato republicano.

Trump basa su campaña presidencial en la prepotencia y en premisas falsas

La expulsión a la fuerza del periodista Jorge Ramos de una rueda de prensa fue una acción desmedida y ultrajante que revela la intolerancia del candidato republicano.

No pasa un día sin que Donald Trump deje de hacer titulares. El pasado 25 de agosto, en Dubuque, Iowa, expulsó al conocido periodista de Univisión Jorge Ramos de una conferencia de prensa.

El hecho se produjo cuando Ramos cuestionó los planes de Trump sobre la inmigración. El candidato republicano ignoró las preguntas de Ramos, lo mandó a sentarse, le dijo que volviera a Univisión, y por último le hizo una señal a uno de sus guardaespaldas, que sacó al periodista a empujones del local.

Fue una acción tan desmedida como ultrajante, un atropello que indicó la forma en que el candidato presidencial está dispuesto a reaccionar si se siente incómodo con preguntas de la prensa.

Más tarde, Trump permitió que Ramos regresara a la conferencia y le preguntara sobre el tema. Las respuestas del magnate fueron tan bruscas como carentes de sustancia.

Pero aun así los comentarios del aspirante republicano revelaron la peligrosa mezcla de prepotencia, racismo y propensión al disparate que bulle en su mente.

Trump propone realizar deportaciones masivas de inmigrantes indocumentados, levantar un muro en la frontera con México y obligar al gobierno mexicano a costear su construcción, y negar la ciudadanía a niños nacidos en los Estados Unidos de padres inmigrantes, lo cual infringe la Decimocuarta Enmienda de la Constitución nacional.

¿Y cómo lograría estos propósitos si llega a la Casa Blanca? Deportar a once millones de personas (aproximadamente el número de indocumentados que se calcula viven en los Estados Unidos) conlleva un alto costo operativo y, peor aún, no se puede hacer sin cometer numerosos atropellos y violaciones de los derechos humanos. El muro es una idea tan ridícula como ineficaz, pero Trump planea conseguir que el gobierno de México lo costee amenazándolo con cerrar el flujo de remesas si se niega. Y está dispuesto a pedir que se cambie la Decimocuarta Enmienda de la Constitución.

Entre paréntesis, ¿qué tal si también cambia la Segunda Enmienda, la que usan los amantes de las armas para justificar su afición al tiroteo? No, eso Trump no lo va a hacer, porque nuestro excéntrico candidato es un partidario del derecho a andar armados hasta los dientes. Un derecho que acaba de costarle la vida en Virginia a una joven reportera, Alison Parker, de 24 años de edad, y al camarógrafo Adam Ward, de 27, baleados mientras realizaban un reportaje por un ex empleado de la emisora donde trabajaban las dos víctimas. El asesino terminó suicidándose.

A favor de las armas

Pero Trump está a favor de las armas. Le preocupa la inmigración (la que viene del sur, la latina; la de Canadá o de Europa, no). Le preocupa la presencia de indocumentados en los Estados Unidos. De indocumentados que llegan de México, a los que ha tildado de criminales y violadores –lo cual es un insulto y una mentira– y de ser una carga para los contribuyentes, lo cual también es falso. Y le preocupa que los niños nacidos en los Estados Unidos de padres extranjeros reciban automáticamente la ciudadanía norteamericana. Pero no ha dicho nada de la sangría nacional, del índice de asesinatos en el país, que aunque ha estado disminuyendo desde 1991 –con altibajos–, todavía es de unos 15.000 al año, de los cuales un poco más de la mitad se comete con armas de fuego. Trump apunta en otra dirección.

Las preguntas que le hizo Jorge Ramos en la rueda de prensa estaban dirigidas precisamente a uno de los argumentos que Trump ha utilizado a su favor en su campaña populista para ganarse a los sectores ultraconservadores: la inmigración. Pero Trump promueve su mensaje demagógico basándose en una premisa falsa: una crisis de inmigración que no existe. La frontera no es menos segura que antes, el presidente Obama ha sido el mandatario que más deportaciones ha ordenado, y la inmigración indocumentada se ha reducido.

En su campaña, Trump usa exageraciones e inexactitudes, y hasta injurias, para captar a una parte del electorado, cuyo fervor es alarmante. Esta parte del electorado está integrada mayormente por personas de tendencia muy conservadora, por los anarquistas del Tea Party, por racistas que han vuelto a enarbolar la bandera de la Confederación, por patrioteros que creen que los Estados Unidos están llamados por Dios a gobernar al mundo. El discurso xenófobo, desagradable y deshumanizante de Trump –como el actor Matt Damon lo calificó recientemente– es música para los oídos de ese sector reaccionario y fanatizado.

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