¿Dificulta la corriente mayoritaria de la derecha un discurso común frente al terrorismo?

El presidente del Gobierno y el Rey en la manifestación de Barcelona. / Twitter
El presidente del Gobierno y el Rey en la manifestación de Barcelona. / Twitter

Es muy difícil compartir un discurso común sobre  las causas y efectos del terrorismo islamista con la opinión publicada representativa de la derecha española, caracterizada por su islamofobia y catalanofobia.

¿Dificulta la corriente mayoritaria de la derecha un discurso común frente al terrorismo?

Mientras sectores muy importantes de las izquierdas integran en su relato la necesidad de las soluciones policiales y asumen la proporcionalidad de las actuaciones de los Mossos, la mayor parte de la opinión publicada de la derecha española se ancla en la islamofobia y en la catalanofobia y  quiere desconocer los efectos de las políticas exteriores occidentales y la influencia del wahabismo saudí en el terrorismo islamista que actúa en Europa.

Es muy difícil compartir un discurso común sobre  las causas y efectos del terrorismo islamista con la opinión publicada representativa de la derecha española, caracterizada por su islamofobia y catalanofobia.

El atentado del 11-M mostró la vinculación entre las políticas exteriores y militares occidentales  y el terror yihadista. Esta clase de opiniones de la derecha española, sin embargo, rechazan considerar que la política exterior USA y de sus aliados en Irak o Siria alimente al yihadismo. Algunos incluso siguen defendiendo exóticas teorías de la conspiración en relación con aquel atentado, en las que ETA cumpliría una mayor o menor función, totalmente descartada por la investigación judicial.

Estas opiniones niegan también la simbiosis ideológica de Arabia Saudí y alguna otra monarquía del Golfo Pérsico con las comunidades islamistas radicalizadas de donde surgen los terroristas y su apoyo financiero a las mismas. Porque admitir esta realidad supondría un replanteamiento general a las relaciones políticas y económicas (entre ellas la venta de armas españolas) entre estos Estados y el Estado español, que defiende  una supuesta  tradicional amistad con estos regímenes. Una amistad que pasa por la cercanía a la familia real saudí del anterior y del actual Jefe de Estado, incluso en la defensa de los intereses de determinadas grandes empresas. Teniendo en cuenta esta realidad, eran previsibles las críticas que algunos de los manifestantes le dirigieron al Rey en la manifestación del sábado de Barcelona.

Esta clase de opiniones desprecia estos factores fundamentales y centra  su relato en la islamofobia. La apertura a los refugiados propiciaría el terrorismo islamista y las comunidades musulmanas europeas serían pasivas colaboradoras , cuando no coadyuvantes, de las acciones terroristas. Olvidan que el 92% de los muertos del Estado islámico son musulmanes y que sólo desde el fundamentalismo yahabista (que interpreta el Corán mediante la tradición y la sharia) encuentra justificación a la agresión a los no musulmanes.

Y después está la catalanofobia. Desde el minuto uno se intentó vincular los asesinatos con la gestión del Govern independentista, criticando la supuesta acogida de musulmanes en Catalunya, la respuesta policial de la Generalitat y ¡el uso parcial del catalán! en las ruedas de prensa.

Desde las izquierdas se asumió  en gran medida ya que la respuesta al terrorismo incluye la prevención y represión policial y, en ese sentido, es paradigmática la general aceptación de la proporcionalidad de las intervenciones letales de los Mossos. Pero, en cambio, la derecha española no avanza en su visión del problema. En estas circunstancias la unidad frente al terrorismo islamista es muy difícil.

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