El dilema corneliano de Puigdemont

Mariano Rajoy, jefe de Gobierno de España y Carles Puigdemont, expresidente de Cataluña. / RR SS
Mariano Rajoy y Carles Puigdemont. / RR SS

La tragedia catalana parece el dilema entre amor y deber... El telón se cierra y deja el escenario vacío.

El dilema corneliano de Puigdemont

Como en toda tragedia teatral, el protagonista se enfrenta a un dilema.

El primer acto terminó el primero de octubre con la proclamación de la Independencia de Cataluña por parte de La Generalitat. Puigdemont, el narrador de toda esta utopía, teatralizó su postura frente a miles de espectadores alentados por las réplicas de la CUP.

En el segundo acto, el presidente de la Generalitat no contestó a la pregunta clara y concisa del Presidente del Gobierno. Rajoy quería escuchar con vehemencia si declaró la independencia de Cataluña.

Puigdemont evitó la sinceridad e instó a Rajoy a reunirse para dialogar sobre la condición actual en Cataluña.

El telón se cierra y deja el escenario vacío.

Puigdemont se enfrenta a un dilema corneliano. Debe elegir entre dos valores tan complementarios como son el deber y el amor. En efecto, su papel como Presidente de la Generalitat lo posiciona frente al pueblo catalán, debiendo responder por sus actos. En estos momentos, su deber es dar voz a la “mayoría” de catalanes que votaron SÍ en el referéndum. Su honor está en juego por el colosal llamamiento que propulsó. Sin embargo, hace unos días suspendió la declaración de independencia. ¿Debe seguir con su ambición o su amor propio y ego han superado su deber?

Tal es la situación corneliana a la que se enfrenta. Se encuentra sumergido en un dilema que no conllevará repercusiones favorables.Sea cual sea su decisión, las consecuencias serán negativas tanto para España como para Cataluña.

Esta situación lo ha llevado a una crisis interna. Primero dentro de su partido. La CUP y ERC le presionan y le exigen que siga con la desconexión con España. La obra de teatro que montó se ha convertido en una pura tragedia. Las mentiras y los engaños se han interpuesto en el escenario.

Por otra parte, la crisis interna obstaculiza los intereses de España. Cuántas empresas han trasladado su sedes sociales y cuántos españoles han reivindicado su malestar con la ruptura de la unidad española.

Y ahí no termina el problema. La Unión Europea se niega a intermediar por daños colaterales en el resto de países de Europa.

Desde hace unos días la pantomima se perpetua aún más. Puigdemont no habla, no actúa, solo mueve hilos de un lado a otro. Sigue simulando su deseo a la independencia pero teme ser derrocado y verse convertido ya no en el protagonista líder sino en una marioneta en mano del Estado.

Esperemos a leer el tercer acto.

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