Rajoy va a hacer el ridículo cuando el G-20 le pregunte qué pasa en España

Mariano Rajoy, presidente español.
Mariano Rajoy, presidente español.

Si en España no queda claro qué está pasando con el Gobierno, habrá que ver qué se saca de la chistera el presidente cuando los principales líderes globales lo interroguen. 

Rajoy va a hacer el ridículo cuando el G-20 le pregunte qué pasa en España

Cuando, en estas horas, los colegas que asisten al G-20 en China, que ya se han acostumbrado a tenerle a él al frente del Gobierno de España, pregunten a Rajoy qué diablos ha pasado en nuestro país y, sobre todo, qué diablos va a pasar, supongo que nuestro presidente en funciones lo va a tener complicado para explicar lo que muchos nacionales, la mayoría, no comprenden. Quizá ni él ha entendido cabalmente lo que le/nos ha pasado. Uno mismo, que se dedica a esto desde hace demasiados años -he asistido a todas las sesiones de investidura, menos a la famosa de Calvo Sotelo el 23-F-, ha de confesar que salió de la sesión de (no) investidura del vienes bastante, muy, confundido -aunque todo se esperaba-, y que los diversos titulares de los medios a lo largo de las últimas horas demuestran que son muchos los que comparten mi perplejidad.

Porque, ahora, lo que puede suceder, a tenor de lo escuchado en las breves intervenciones de esta jornada parlamentaria, y siguiendo el rumbo que marcan los diversos titulares, es lo siguiente. Tome nota y desanímese un poco más:

-Que, a partir del comité ejecutivo del PP de este sábado, empiece a abrirse la veda para una sustitución de Mariano Rajoy, al fin y al cabo derrotado en la investidura, al frente del PP, partido ganador de las últimas elecciones, aunque haya sido por mayoría insuficiente, pero muy destacada sobre el segundo, el PSOE. No creo que esto ocurra: no he escuchado una sola voz _en alto_ dentro del PP que acepte una sustitución de Rajoy. Cosa que, por otro lado, sería muy difícil y, salvo dimisión de parte -eso no se lo cree ni él-, exigiría la convocatoria al fin de ese congreso nacional que lleva año y medio posponiéndose, que alguien se presentase arrostrando la lapidación, y que ganase al de Pontevedra.

-Que, tras la última serie de 'noes' acumulada por Pedro Sánchez, empiecen a levantarse voces en el PSOE pidiendo un congreso federal, no ya solamente un comité federal, que diga de una vez por dónde quiere la militancia que vaya el partido, si por la ruta incierta marcada por el secretario general o por la no menos neblinosa que nos parecen marcar algunos 'barones' y miembros del 'viejo testamento', ruta que podría incluir una abstención para que Rajoy salga investido, contando con el pacto con Ciudadanos... o no, que ya se vio el viernes que ese pacto no es demasiado sólido, como bien se encargó de poner de manifiesto la desastrosa última intervención de la sesión, a cargo del portavoz 'popular' Rafael Hernando.

En todo caso, una sustitución de Sánchez al frente del PSOE parece, en estos momentos, tan improbable como la de Rajoy, aunque vaya usted a saber: ambos no se entienden, ni se entenderán, por muchos extraños compañeros de cama que haga la política. Con otros/as dos al frente, ya tendríamos Gobierno desde hace meses. En todo caso, es seguro que vamos a ir empezando a escuchar posiciones más comprometidas contra las tesis oficiales en la Ejecutiva de las que hasta ahora hemos oído dentro del que es el principal partido de la oposición, donde hay mucho miedo a manifestarse públicamente.

-Sánchez lo va a intentar. Va a intentar su segunda pirueta imposible. Como no puede contar con la aquiescencia de los independentistas, porque se lo comerían vivo en su partido, volverá al 'deja vu': tratar de conciliar a los inconciliables Podemos y Ciudadanos frente a Mariano Rajoy, a quien seguirá presentando como el culmen de todos los males. Desde Podemos se ensayarán todos los cantos de sirena para que Pablo Iglesias, que ya sabe que no puede decir las mismas majaderías que dijo aquel 22 de enero cuando se entrevistó con el Rey, vea cumplido su sueño de ser vicepresidente de Gobierno de España, nada menos, aunque tenga que abandonar otras pretensiones sobre control de los servicios secretos y los medios públicos de comunicación. En fin, creo que, por mucho que repitamos eso de los extraños compañeros de cama, a Ciudadanos no le veremos con Podemos en un mismo saco, ni quiera compartiendo un 'sí', desde la oposición, a la investidura de Sánchez. La verdad es que, a base de tratar de pactar con Rajoy y Sánchez, ensayando actuar como eslabón entre ambos, el partido de Rivera se ha quedado algo descolgado. Un admirable fracaso, un magnífico intento, el suyo. Puede que le recompensen los electores, llegado el caso. Quién sabe.

-¿Y entonces? Escuché por los pasillos del Congreso el vienes hablar con demasiada normalidad de las terceras elecciones en el plazo de un año. Y de ese pacto (unánime) que ya se va empezando a delinearse bajo cuerda para reformar la ley electoral en lo tocante a la duración de las campañas, de manera que esos comicios no tengan que celebrarse el 25 de diciembre, lo que sería la debacle total, sino el 18, que será solamente el ridículo absoluto, que siempre es mejor, parece, que la debacle.

-Todo ha fracasado hasta el momento: los llamamientos de Rajoy a la gran coalición, los de Rivera a una oposición unida' para hacer las reformas necesarias manteniendo dos años a Rajoy al frente del Ejecutivo, las sugerencias para que Rajoy deje paso a otro, y lo mismo puede decirse del PSOE. Nadie ha cedido un milímetro: el que exigía referéndum para la secesión, sigue haciéndolo; el que dice 'no' a todo, en su negativa permanece; el que más cambios y regeneración debería ofrecer, coloca 'de tapadillo' en el Banco Mundial al amigo desprestigiado, quizá como postrer acto de gobierno. Solamente quien antaño andaba en el despropósito más absoluto, y me refiero, claro, a Pablo Iglesias, parece haber moderado un poco el tono, tratando de mantener como sea sus pactos territoriales y sus cinco millones, entre todas las formaciones agrupadas, de votantes, que no es poco. Pero Iglesias es lo que es y nunca será otra cosa y, desde luego, nada tiene que hacer en el Gobierno de España, sea cual sea ese Gobierno.

Quedan dos meses menos cuatro días para que hayan de convocarse nuevas elecciones, Sin haber reformado la legislación para impedir que haya pronto unas cuartas, que serían, como decía Einstein, una guerra con palos y con piedras. Y quizá ya sin electores, a los que no se puede mantener en un mayor grado de escepticismo, de desprecio hacia sus representantes y hasta burla de lo que se les está haciendo. ¿Qué tiene que hacer un jefe del Estado, que encima tiene las manos atadas, en una situación como esta, en la que las gentes a las que hemos, con votos e impuestos, otorgado nuestra representación, se han mostrado ya reiteradamente incapaces de solucionar los problemas que ellos mismos nos han creado? ¿Qué hará lo que queda de sociedad civil, que apenas existe más allá de la magnífica organización hostelera que es el sustento de la economía nacional? ¿Esperar resignadamente a que lleguen, vísperas de Navidad, como en 2015, nuevas oportunidades de introducir la papeleta en la urna y comprobar que, esta vez tampoco, en virtud de esta Constitución y de esta normativa electoral no reformadas, tienen nuestros males remedio?

Pues eso: que a ver cómo se lo explica Rajoy a sus colegas del G-20, a los medios internacionales que por allí andarán, y que, entre divertidos y alarmados, contemplan lo que está ocurriendo en la que seguramente es, turismo y Brexit mediante, la cuarta potencia económica de Europa.

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