¡Detén tu mano, Mariano, Zoido, Cospe...! ¡No la fotem!

Mariano Rajoy, jefe de Gobierno de España y Carles Puigdemont, expresidente de Cataluña. / RR SS
Mariano Rajoy y Carles Puigdemont. / RR SS

De las dos posibilidades que rondan en la cabeza del Honorable President, el referéndum o la cárcel, le mola más la segunda que la primera. Una puede acabar como una ridícula victoria pírrica, la otra, en cambio, le ofrece la posibilidad de entrar en el Olimpo de los mártires.

¡Detén tu mano, Mariano, Zoido, Cospe...! ¡No la fotem!

Qué emotiva, qué dramática, qué enaltecedora declaración de intenciones de Carles Puigdemont hace unos días, ante esa parte de su amado, robado, oprimido y perseguido pueblo decidido a hacer de su capa un sayo: “¡Estoy dispuesto a ir a la cárcel!”. ¡Coño!, y El Solitario (¡toma el dinero y corre!) cada vez que atravesaba la puerta de un banco; y esas infelices “mulas” que suben a los aviones transoceánicos embarazadas de coca; y Juana Rivas, emparedada entre su derecho subjetivo a decidir la desconexión unilateral de los hijos de su padre y la sentencia de un tribunal que rechaza su declaración unilateral de independencia. Lo que pasa es que incluso en las cárceles hay clases, hombre. Que ahí dentro no es lo mismo entrar como un Honorable delincuente, un distinguido banquero, un patriótico asesino etarra, una conmovedora tonadillera, que como un simple chorizo. Que Puigdemont, de mayor, quiere ser o el Simón Bolivar catalán o el paradigmático preso político por la causa.

Claro que todo el mundo tiene derecho a practicar eso que los católicos llaman el libre albedrío. Bárcenas, por ejemplo, practicó el libre albedrío de ocultar su botín en esa isla paradisíaca fiscal y bancaria de los tesoros a la que llamamos Suiza, y ya ven ustedes como le está luciendo el pelo. Rato con mayúscula, lleva ya un largo rato con minúscula con un pie en la cárcel y el otro a punto de compartir el mismo destino. La Pantoja prefirió dinero en mano a las amenazas a su libertad sobrevolando aquel largo y tortuoso camino a El Rocío de la mano de Julián Muñoz. Y Blesa, con todos los respetos que se merece un ser humano acorralado en un trascendente callejón sin salida, tuvo que tomar la dramática decisión de privarse de la vida para evitar que la Justicia, la sociedad, la Ley, le privasen de la libertad.

El actual Honorable President es muy libre de elegir entre pasar por el aro de La Constitucion del 78 o marcarse un falso y demagógico Mandela o hacerse un Martin Lther King y salir al recurrente balcón del Palau de la Generalitat a soltar un plagio en catalán del conmovedor discurso del Premio Nobel de la Paz en el Memorial Lincoln: “Anoche tuve un sueño...

Hombre, que yo recuerde, en Sudáfrica se padecía un flagrante y denigrante apartheid y en los EEUU seguían, erre que erre, practicando el deporte nacional de “Matar al ruiseñor”.

Las preguntas que se me ocurren, a unos 45 días del 1-O, pueden considerase tendenciosas, de acuerdo, pero no queda más remedio que formulárselas: ¿si hubiera apartheid en Cataluña, qué parte de la sociedad catalana lo estaría padeciendo? ¿Si por un casual existiese cierto sentimiento de segregación social, cultural, lingüística, de igualdad de oportunidades, quiénes serían los ruiseñores y quiénes los enmascarados miembros de un Ku Klux Klan en la catalana terra donde reina pero no gobierna la venerada Moreneta?

Aquí, ya ves, todo dios propone soluciones para el llamado conflicto catalán: negociaciones exconstitucionales, excepciones asimétricas, ínfulas federalistas preconstituyentes, ver venir el referéndum, echarse para atrás y dejarlo pasar bajo el irresistible influjo del Derecho a Decidir, cosas así. Pero, ¡coño!, de nuevo con perdón, en el caso de Cataluña, a mis escasas luces, no se cumple esa propiedad aritmética de la conmutatividad. Quiero decir que el orden de los factore puede alterar el producto. Porque, no nos engañemos, una cosa es averiguar cuántos y quiénes podrían sentirse víctimas antes de contestar a la pregunta que se cuece para este próximo Otoño de los Patriarcas catalanes y, otra, muy distinta por cierto, cuántos y quiénes se atreverían a rasgarse públicamente las vestiduras si se consuma el referéndum, una mínima mayoría se sale con la suya y una gran minoría se resigna a afrontar un invierno, una sucesión de inviernos de sus descontentos.

Mi Lucha, Mein Kampf, La meva Lluita...

Lejos de mi la funesta manía de hacer odiosas comparaciones. Sobre todo comprobando como le ha ido a Felipe entre los suyos con esa reflexión en la que mezclaba churras con merinas, dictaduras de Pinochet con dictaduras de Maduro. Pero quiero recordar al personal, por si estamos padeciendo un episodio de amnesia histórica, que un tal Hitler, ¡lagarto, lagarto!, también estuvo dispuesto a entrar en la cárcel para mantener la pureza y superioridad de la raza aria. O sea, mal asunto cuando alguien está dispuesto a entrar en chirona con tal de mantener una obsesión de pureza y superioridad de una tribu sobre otras.

En esas cárceles de las que siempre salen como héroes, de los suyos, claro, los tipos iluminados, pasa lo que pasa, oye: que el personal se aburre, hay que matar el tiempo y se pone a escribir panfletos de esos, “Mi lucha”, “Mein Kampf”, “La meva lluita”, que lo mismo se convierten en best sellers agitados por el viento del fanatismo y esparcen en la historia semillas de Juventudes Puigdemontianas, SSAA, SSs, Gestapos, movidas de esas que, en general, acaban como el rosario de la aurora.

La Honorable duda entre ser otro Rey Pirro o un Mandela catalán

Qué más quisiera Puigdemont que conseguir la foto entrando en una cárcel rodeado de sus Junqueras, sus Romevas, sus Forcadellas, sus Annas Gabriel, sus Rufianes, sus Llach, su cínica guardia de corps nacional-independentista! De una cita con las urnas alegal, ilegal, unilateral, se suele salir como Pirro, aquel conmovedor Rey de Espiro que, tras la victoria más patética de la historia, legó a la posteridad un lamento que no sé cómo se traduce a la lengua catalana: “Otra victoria como esta y volveré solo a casa”. De una cárcel, en cambio, con las cajas de resonancia mediáticas, hay posibilidades de salir como un mártir. Esa es, a 16 de agosto de 2017, la cuestión. Nos queda la esperanza de que alguna voz, de algún más allá, resuene bíblicamente en el despacho oval de La Moncloa: ¡Detén tu mano, Mariano! ¡Detén las manos de Zoido, de La Cospe, de cualquiera que piense que más vale pájaro en jaula que cientos de pájaros volando a orillas del Mediterráneo! Si, si, ese que curiosamente llaman, seguimos llamando, je, el Mare Nostrum.

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