Y después de 2020, ¿qué viene?

sanchez e iglesias
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.

No bastaba con gritar Jumanji un minuto antes del final de año. El juego sólo se ha interrumpido unas horas en las que la conciencia colectiva se concede una falsa tregua.

Y después de 2020, ¿qué viene?

Se equivocan quienes piensan que tras las campanadas y las uvas ya terminó el juego de 2020 y ahora se inicia una nueva partida para nuestras vidas. Se equivocan, pobres. No ha sido más que un breve paréntesis durante el cual nos empeñamos en olvidar todo lo malo que afecta nuestra vida, en un año de pesadilla en el que la Covid nos ha robado tres meses de vida y una realidad sustituida por un escenario amenazador en el que el mínimo descuido puede resultar trágico.

A la amenaza de la salud se han unido la económica, con una incertidumbre que coarta el presente cada día, y sobre todo, la social. España está dividida, ya a la fuerza, entre quienes apoyan al eje gubernamental de izquierdas y quienes desean fervientemente su caída. Para ambas posiciones el entendimiento con el rival -ya enemigo- está absolutamente descartado y ya saben, al enemigo ni agua.

El Congreso se parece al patio de un correccional en el que las distintas bandas se la tienen jurada, sin que se atisbe un ápice de sentido democrático real. Porque la democracia es, o debería ser, la voluntad de diálogo y comprensión donde se imponga la decisión de la mayoría, pero con el ánimo de beneficiar a la totalidad, no de sojuzgar a la minoría. Más aún cuando el sistema electoral elegido no depende tanto del número de votos para conseguir escaños, sino del lugar donde se producen. No olvidemos que la dupla que conforma el gobierno de izquierdas suma 155 escaños conseguidos con algo menos de diez millones de votos, mientras que el tripartito de centro-derecha obtiene tan solo 151 escaños con casi 500.000 votos más. Así, se entiende aún menos el aparente empeño que el duo Sánchez-Iglesias tiene en gobernar más contra sus oponentes que a favor de sus votantes. Su política partidista alimenta el oscurantismo en cada decisión, cuando no contradice alguna máxima manifestada sin rubor como parte del programa electoral.

Muchos, cientos de miles de personas con nombres y apellidos, quedarán atrás, no lo duden

2020 ha sido el año del destape de un Gobierno que ha mostrado la peor cara que se puede esperar de nuestros mandatarios. Mentiras constantes -y comprobadas- en casi todo lo relativo a la pandemia, ausencia de transparencia en la gestión con desprecio absoluto a la oposición y a los medios de comunicación, promesas incumplidas a los trabajadores, empresarios y autónomos de este país, acogotados a partes iguales por el virus y la desidia de un Gobierno al que las personas le interesan lo justo para buscar sus votos.

Pedro Sánchez ejecuta su estrategia personal de ser entronizado como presidente de todos los presidentes -con permiso de Zapatero- a través de una estudiada operación de mercadotecnia diseñada al milímetro por el comisario Iván Redondo. El año nuevo comienza con subida de impuestos que afectan a todos los ciudadanos y nos harán más pobres pero también con un ataque impositivo a las empresas en un periodo en el que todos necesitamos ayuda y esperanza para seguir adelante.

El futuro se presenta oscuro para millones de españolitos que sufriremos en nuestras carnes la incompetencia de un Ejecutivo que nada tiene de social y que se define por un sectarismo abrasivo que atesora cantidades ingentes de cinismo. Muchos, cientos de miles de personas con nombres y apellidos, quedarán atrás, no lo duden. Este país no va a hacer nada por ellos, por mantenerlos en la senda de la vida con la dignidad que tanto proclama nuestra Constitución. Y lo peor de todo es que quienes van a firmar su desgracia mantienen su sueldo mensual y sus privilegios, esos que pagamos todos aunque nos resulte casi imposible llegar a fin de mes.

España saldrá de esta crisis y nadie se acordará de los caídos, abandonados a su suerte, como ha ocurrido siempre. Piensen en ello cuando les entren ganas de entonar aquello de "yo soy español, español, español". @mundiario

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