Despliegue militar de EE UU en el Caribe: ¿desbloqueo final a la crisis de Venezuela?

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El presidente de EE UU, Donald Trump, en compañía del Fiscal General, William Barr (izquierda) y el secretario de Defensa, Mark Esper / Getty Images, BBC.
Washington se juega su última carta. En este momento, está en curso un ultimátum de EE UU a Maduro. La Casa Blanca ya activó su estrategia de "todas las opciones sobre la mesa, incluida la militar".
Despliegue militar de EE UU en el Caribe: ¿desbloqueo final a la crisis de Venezuela?

La humanidad y el complejo sistema-mundo en el que vivimos y existimos han evolucionado para siempre. Las guerras, que son el estado de materialización y expansión de los grandes factores del poder global, han mutado hacia mecanismos no convencionales que combinan el arte de la negociación, que es la política, la presión diplomática y la disuasión militar no bélica para reequilibrar la correlación de fuerzas en una zona del planeta que durante años ha sido foco de grandes ciclos de inestabilidad social, tensión política y regresión económica; América Latina. 

La política exterior en esta región -su propio hemisferio- de la mayor superpotencia que ha conocido la humanidad en este siglo, y que aspira a dominar todo el sistema global de la postmodernidad; Estados Unidos, es convertir a Venezuela en el epicentro de los flujos de petróleo, capital, inversiones y movilidad intrarregional de Sudamérica, pues así como su envidiable posición geográfica y geopolítica en el norte de América del Sur la ha convertido en un potencial diamante en bruto que nunca ha podido ser explotado para el bien, hoy es un puente en el tránsito y circulación del elemento más peligroso para la estabilidad social y humana a nivel regional y mundial; la droga en sus complejas redes modernas de narcotráfico por la vía marítima. 

En este contexto es que EE UU decidió ejecutar una operación internacional de carácter militar-policial con el objetivo de contener el origen (Colombia) y la conexión (Venezuela y el Caribe) del vasto monopolio del narcotráfico que tiene sus mercados centrales, precisamente, en territorio norteamericano y de ahí hacia el destino final al otro lado del Océano Atlántico: Europa.

La mayor potencia del planeta envió a un sector de sus Fuerzas Armadas, las más poderosas y grandes del mundo, hacia el Caribe oriental, muy cerca de las costas de Venezuela. Sin embargo, se trata de una estrategia de las llamadas “de golpe suave” (soft power) de alcance geopolítico para neutralizar el que Washington –polo de poder de Occidente- considera como el mecanismo con que el régimen neocomunista de Nicolás Maduro financia y sostiene su estructura de poder en Venezuela, que ha inducido una compleja crisis política, económica y social interna cuyos efectos expansivos por la migración masiva de venezolanos han generado saturación y mucha presión en los sistemas fiscales de las principales economías de América del Sur (Brasil, Chile, Colombia y Perú), que son al mismo tiempo los mayores mercados financieros, comerciales, energéticos y geopolíticos de EE UU en lo que la Casa Blanca denomina su “patio trasero”.

El objetivo estadounidense

Por lo tanto, no es una mera convergencia de hechos la alineación casi consecutiva de la acusación de EE UU contra Maduro por narcotráfico, la propuesta de un plan de transición política en Venezuela planteado por el secretario de Estado Mike Pompeo y luego el anuncio de un despliegue militar antidrogas en el Caribe con rumbo a las costas venezolanas.

La Casa Blanca se ha posicionado en una estrategia histórica con la que, nuevamente, prevé demostrar su pulso y dominio en América del Sur de todas las redes de capital, petróleo, tecnología, capacidad militar, telecomunicaciones, comercio e influencias diplomáticas de la región, tal como hizo en 1989 en Panamá cuando incursionó en una redada armada para deponer al entonces presidente y dictador de ese país, Manuel Noriega, también acusado por narcotráfico. He ahí el trasfondo de esta nueva jugada de ‘los gringos’, como se le conoce a EE UU en Latinoamérica.

De hecho, ese último precedente histórico de una acción armada del complejo militar-industrial estadounidense en la región es el punto de partida y la premisa de la Administración de Donald Trump para advertirle a Nicolás Maduro, presidente (de facto) de Venezuela, que si no accede a una negociación condicionada del poder con garantías judiciales, concesiones de cuotas de poder y transición política con EE UU y un eventual Consejo de Estado interno, su persona y su cúpula militar serán objeto de una operación de aprehensión por captura internacional que ya ha sido emitida por el Departamento de Estado y la Interpol (Policía Internacional) en vista de que el narcotráfico es un delito contra la seguridad, la paz y la estabilidad mundial.

Ultimátum definitivo a Maduro

“En Venezuela, tenemos una particularidad que no hemos tenido desde la década de los 80 en Panamá: un personaje que usurpó los poderes de un Estado y los puso al servicio del narcoterrorismo. Lo vimos con Noriega en los años 80 y lo estamos viendo actualmente con Nicolás Maduro en Venezuela, eso crea una amenaza a sus vecinos y a Estados Unidos. Estamos en una coyuntura que es cooperación o confrontación. No es el momento de bravuconerías, sino del sentido común que dicta que nadie que se haya confrontado a la Justicia norteamericana ha salido bien. Hay una salida buena y pacífica si existe la cooperación. La confrontación, haya sido con Manuel Noriega, Pablo Escobar o el Chapo Guzmán, nunca termina bien. Nicolás Maduro debe arrepentirse de todas las oportunidades que ha tenido en el último año. Su situación de aquí a 3 o 6 meses no va a mejorar, es imposible. Aquí no hay un panorama para que la situación para Maduro mejore. La oportunidad que se le está presentando es generosa, factible, y se puede llevar a cabo con cooperación. Si lo que busca es la confrontación, ningún modelo tiene un final feliz para ellos (el régimen chavista)”, dijo hoy en una entrevista al canal EVTV Miami el director para América Latina del Consejo de Seguridad Nacional de EE UU, Mauricio Claver Carone, un diplomático de muy estrecha confianza para Trump.

La operación

Por ese motivo, al ser tratado como un objetivo militar y penal de carácter internacional en una operación de EE UU contra los monopolios de poder transnacional que durante años han creado un ecosistema criminal en América Latina (los del narcotráfico), Maduro se enfrenta ahora a un contexto que va mucho más allá de lo político, pues es un frente geopolítico en el que él mismo y su élite castrense están dispuestos a iniciar una confrontación armada de muy altos costos para Venezuela contra las fuerzas navales estadounidenses, tanto así, que el jefe del régimen ordenó desplegar toda la artillería pesada de la Fuerza Armada venezolana para “prepararse para el combate”, según dijo este pasado viernes en una clara referencia a lo que se avizora como una posible escalada de tensiones militares con EE UU, pero que muy probablemente se basará en una estrategia de disuasión de Washington para obligar a Maduro a negociar bajo coacción ante su rechazo a la propuesta de transición institucional y colegiada que Pompeo le lanzó como un último salvavidas el pasado 31 de marzo desde el Departamento de Estado (la más alta esfera de poder diplomático de EE UU en todo el mundo).

Así que, al haber enviado y posicionado poderosos barcos de guerra, aviones espía y miles de tropas estadounidenses en el mar Caribe, cerca de las costas de Venezuela, EE UU podría levantar un bloqueo naval en las aguas internacionales colindantes con las aguas territoriales de Venezuela en el Caribe occidental para cerrar el tránsito de la droga hacia México y también en el Caribe oriental para cortar el tránsito de la droga hacia Aruba, así como el envío de petróleo hacia Cuba y el tránsito de los buques rusos hacia el Océano Atlántico que transportan petróleo y oro venezolano hacia Moscú, China y Turquía.

Según información ofrecida a la cadena británica BBC por parte del asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Robert O'Brien, buques destructores, buques de combate litoral, barcos guardacostas, aviones P8, aviones E-3 Awacs y aviones E-8 JStars son los elementos militares que EE UU colocó cerca de Venezuela y con los que podría establecer un perímetro de seguridad marítimo y aéreo que aísle a Maduro y sus más altos funcionarios en caso de que no accedan a una última oferta de negociación y transición dentro del plazo de tres a seis meses que, en la vocería del diplomático de la Casa Blanca para América Latina, Mauricio Clave-Carone, Trump le dio al líder chavista para que entregue el poder o libere cuotas progresivas en la medida que reciba garantías y concesiones no políticas por parte de EE UU, sino solamente judiciales, diplomáticas y personales.

¿Por qué en medio de una pandemia mundial?

Ante el estado de parálisis económica, comercial y de conectividad aérea en una suerte de fase de desaceleración de la globalización posmoderna por los efectos sociales y humanitarios de la crisis sanitaria mundial desatada por la expansión coronavirus, EE UU toma ventaja de que el espacio aéreo internacional está prácticamente vacío –a excepción de los vuelos de ayuda humanitaria de China, Rusia y Cuba– para crear una especie de zona militar de seguridad o ‘zona cero’ tanto por aire como por mar con el objetivo de colocar al mar Caribe, el lado oriental del Océano Pacífico (salida de la droga producida en Colombia) y a Venezuela en un epicentro geopolítico de alcance transnacional en la lucha contra el narcotráfico, cuyos monopolios y mafias aprovechan el camino libre dejado por la parálisis del transporte mundial de petróleo y mercancías para movilizar los cargamentos de droga hacia los mercados globales de Occidente.

Por esa razón es que Donald Trump dijo en su rueda de prensa el 2 de abril que "en cooperación con 22 naciones asociadas, el Comando Sur de EE UU (brazo militar del país en América Latina) aumentará la vigilancia, interrupción y captura de cargamentos de droga en el Caribe y el Pacífico, además de dar apoyo adicional a los esfuerzos de erradicación de cultivos (de cocaína)".

"Durante años, los carteles han usado estas rutas para traer la cocaína principalmente desde Colombia, pero ahora también desde Venezuela. Y estas rutas marítimas en ambas costas se han convertido en las vías principales para traer cocaína a EE.UU.", señaló el fiscal general estadounidense, William Barr (acusador del narcotraficante mexicano Joaquín ‘El Chapo’ Guzmán y ahora de Maduro) después de esa declaración de Trump.

Washington lanza así su ofensiva más agresiva, que no se veía desde la incursión en Panamá en 1989, contra el narcotráfico en la región –génesis de la industria transnacional de la droga–. Entonces, al haber estudiado y concluido que, junto a las exportaciones ilícitas de oro y petróleo, el narcotráfico es la presunta tercera fuente de financiamiento de la estructura de poder de Maduro, EE UU aprovecha su estrategia de aislamiento geopolítico más allá de las sanciones financieras y la presión diplomática a través del lobby internacional del “gobierno interino” de Juan Guaidó –líder opositor– para reducir y neutralizar el último foco de la expansión neocomunista y del capitalismo autoritario chino-ruso en América, que es el régimen de Maduro en Venezuela, otrora Dubai sudamericano. @mundiario

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