Tras desaparecer la figura del 'republicano juancarlista', la monarquía no está asegurada

Tres generaciones: el rey Juan Carlos, el príncipe Felipe y la infanta Leonor.
Tres generaciones: el rey Juan Carlos, el príncipe Felipe y la infanta Leonor.

Todo indica que el rey de España decidió adelantar su ingreso en la clase pasiva aforada para intentar detener la creciente expectativa republicana, observa este profesor y analista político.

Tras desaparecer la figura del 'republicano juancarlista', la monarquía no está asegurada

Todo indica que el rey de España decidió adelantar su ingreso en la clase pasiva aforada para intentar detener la creciente expectativa republicana, observa este profesor y analista político.

La extemporánea abdicación de don Juan Carlos I certifica alguna de las quiebras de la glorificada Transición (a las que no es ajeno quien tiró de ella) y deja a Felipe VI la tarea de convencer al pueblo soberano de que la monarquía sigue siendo la única forma de Estado capaz de tejer los hilos de nuestra urdimbre diversitaria. Un regalo envenenado.

Todo indica que el rey decidió adelantar su ingreso en la clase pasiva aforada para intentar detener la creciente expectativa republicana. Ahora se descubre lo muy desacertados que estuvieron los padres de la Carta Magna al no plantear a quien debían la pregunta previa a su redacción: si querían o no volver a la estructura política que había destruido la sublevación militar de 1936. Por mucho que se afane la propaganda áulica en taparlo, ahí está una de las causas de que al engendro parido entonces le salieran pronto las pezuñas.

Están buscando algunos desvirtuar la cuestión de fondo con la anabolena de que a efectos prácticos casi no hay diferencia entre tener un Jefe de Estado vitalicio o renovable, aunque no se recatan de confesar que la idea monárquica tiene mala defensa racional. Aducen además, y no sin razón, que los males que padece esta democracia no desaparecerían con una III República, con lo que reconocen el hecho ya indiscutible de que la monarquía restaurada ilegítimamente no ha sabido dar cuenta del recado modernizador que prometiera.

Lo cierto es que, en trance de desaparición la figura del “republicano juancarlista”, no está asegurada la continuidad de la monarquía con el solo apoyo de los nostálgicos que ven en ella la perpetuación de un orden social, económico y moral que para ellos natural e inamovible, fundamento de la nación. El horizonte utópico a que apunta el esquema republicano es de suyo muy seductor, con tendencia a irresistible frente al realismo grosero.

Lo que sea ya romperá, pero así a bote pronto parece harto ilusorio esperar que el mero cambio zarzuelero consiga enderezar el rumbo errático de la vida política del país. Si faltan mimbres, pocas cestas puede hacer el cestillero.

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