El desafío soberanista catalán desata los suspiros de Oriol Junqueras

Artur Mas y Oriol Junqueras.
Artur Mas y Oriol Junqueras.

El llanto desesperado, malamente contenido, compungido, la sucesión de suspiros y la expresión del líder de ERC Oriol Junqueras es la expresión genuina del propio fracaso, de la decepción asumida.

El desafío soberanista catalán desata los suspiros de Oriol Junqueras

El llanto desesperado, malamente contenido, compungido, la sucesión de suspiros y la expresión del líder de ERC Oriol Junqueras es la expresión genuina del propio fracaso, de la decepción asumida y tal vez de la rabia contenida ante un proceso que comenzó con grandes ínfulas, desafiando al Estado, y lleva camino de acabar como un mal remedo de lo que quería ser, como un paripé para salvar la cara.

En la vida, lo sublime y lo ridículo está apenas separado en ocasiones por una tenue línea. En el caso de la convocatoria del referéndum del 9 de noviembre parece claro de qué lado nos hallamos ya. El lloroso Oriol ha advertido de que cuestiones como la consulta alternativa del 9N es "perder el tiempo. Dejemos de hablar y hagámoslo de una vez (la independencia), por favor".

Sus palabras suenan casi a admonición religiosa, a petición a la Virgen de Montserrat para que eche una mano y conmueva el duro corazón de Madrid. Anoten: "Lo pido con esperanza y al mismo tiempo también con la angustia de aquel que sabe que perder el tiempo no es bueno. Necesitamos hechos más que palabras, por el amor de Dios".  La quebrada voz del dirigente de Esquerra Republicana, entre sollozos, llegó a los radioescuchas como si fuera un sainete de Guillermo Sautier Casaseca de los años 50 o una versión de “Ama Rosa” a través de Catalunya Ràdio.

Junqueras acusa a su socio Artur Mas, por haber renunciado a organizar la consulta que suscitaba el consenso y la haya sustituido por algo distinto, un proceso participativo, que, al contrario que la primera, "no genera un mandato democrático". La verdad es que remedo preparado casi es peor. Le falta seriedad: No habrá listas electorales (el censo electoral no está a su alcance, los padrones no se cuentan con seguridad para toda la comunidad, y las listas de “votantes”, se harán sobre la marcha, de modo que el mismo sujeto podrá votar cuantas veces quiera…. O sea que ese vodevil no servirá para nada que no sea perder el tiempo.

Y es que no queda otro remedio que clausurar este proceso sin salida y volver al cauce constitucional. Ni las elecciones plebiscitarias ni la declaración unilateral de independencia van a resolver el problema. Si no se ha permitido el referéndum previsto, ¿a alguien se le ocurre que ir más allá tiene la menor posibilidad de prosperar?

Así que hay que sentarse a hablar, pero dentro del marco de la Constitución. Que es reformable, pero por el procedimiento adecuado y con la participación de todos. Pero en todo caso, nadie puede obtener réditos de este desafío al Estado. El llamado “hecho diferencial catalán” no es una divisa ni tiene que tener tratamiento distintito del “hecho diferencial murciano”. Por cierto, que Murcia o Galicia fueron reinos, pero no lo fue Cataluña ni las propiamente llamadas “Provincias vascongadas” (territorios distintos entre sí, con fueros distintos, en cada territorio).

Cada día que pasa el proceso soberanista se desinfla como un globo, claro que todavía tiene mucho aire dentro y además cuenta con la colaboración pasiva de un Gobierno central que espera que el globo se quede sin aire por sí solo. Lo malo es que el globo puede volver a inflarse otra vez mientras exista y haya voluntarios para soplar.

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