La derrota de Iglesias se llamará Senado

La derrota de Iglesias se llamará Senado

Si todo sigue como está, el PP volverá a renovar su mayoría absoluta en el Senado, y ese resultado conducirá a una legislatura en la que, en cualquier caso, la frustración será la tónica dominante. El único responsable de que esto pueda ocurrir tiene un nombre: se llama Pablo Iglesias.

Si hay una certeza sobre los resultados del próximo domingo es que, si Pablo Iglesias no lo remedia, el PP conseguirá un nuevo triunfo en el Senado. El motivo es que la izquierda acude a esa urna peor dividida que la derecha, y la ley electoral no perdona. Baste recordar que los tres millones de votos a los de Rivera en esa urna no sirvieron ni para que consiguieran ni un solo senador, pero tampoco para evitar la mayoría absoluta de los de Rajoy. No es necesario extenderse sobre lo que este hecho significa de cara al futuro inmediato. Por lo demás, queda demostrado que hasta quienes avanzan con el viento de cola pueden tropezar dos veces en la misma roca.

También hay una certeza sobre las circunstancias de cada uno de los dos líderes políticos que proponen un cambio político hacia la izquierda, y es la de que Pablo Iglesias disfruta de un margen de maniobra mucho mayor en Unidos Podemos que el muy estrecho que Sánchez sufre en el PSOE. Y hay un principio sobre el comportamiento humano generalmente aceptado por todo el mundo: establece que quien dispone de mayor poder y libertad asume también mayor responsabilidad en el resultado final.

Puestas sobre la mesa ambas evidencias, quedan solo tres días pero hay todavía una posibilidad, solo una, para conseguir que el 26J Unidos Podemos gane las elecciones generales y, además, facilite la victoria completa del conjunto de la izquierda, de tal manera que durante la próxima legislatura pueda modernizarse y ampliarse esta nuestra democracia tan deteriorada y corrupta. En este momento, solo Pablo Iglesias está en condiciones de hacerlo.

 Antes de desvelar la única acción posible, y necesaria, recordaremos algunos hechos.

 De las entrañas del 15M de 2011, aquella movilización histórica que tanto tuvo que ver con el nacimiento de Podemos, surgió la propuesta de rechazo al Senado en las urnas de aquel año. Una consigna que seguimos cientos de miles de españoles porque era justa tal como se planteó: se trataba de un aldabonazo dirigido a una clase política instalada, toda, para la que esa Cámara solo era, y sigue siendo, un privilegio, cuando no también el blindaje contra la acción de la Justicia. Todo a costa del contribuyente y durante casi cuarenta años. ¿Quién no recuerda los viajes a Canarias de Monago? En resumen, una “mamandurria” de la que supo disfrutar la liberal Aguirre, nada menos que durante los siete años del muy guerrero Aznar.

 Tras las elecciones europeas, es decir, en cuanto los de Podemos comenzaron a probar las mieles de lo institucional, Iglesias abandonó aquella consigna y comenzó a hablar de reformar el Senado. Dicho sea de paso, y aunque no tenga directamente que ver con la reflexión que propongo, el único que sigue reclamando lo mismo que defendió la única consigna dirigida a las urnas que nació del 15M sigue siendo Albert Rivera, que propone su eliminación, y la de las diputaciones.

 A principios de 2015, la proximidad de las elecciones que se celebrarían el 20D reactivó aquella inquietud. Coincidieron hasta diez iniciativas distintas pidiendo a los partidos, a través de Internet, que se comprometieran a suprimir el Senado. Y al menos una de las peticiones planteaba que, para evitar el peligro de que el PP renovara en esa Cámara su mayoría de bloqueo a cualquier reforma, los partidos del cambio deberían formar una coalición ganadora solo para esa urna y, de esa forma y sin torcer la voluntad democrática ciudadana, paliar los efectos deformantes de la voluntad popular que impone la Ley Electoral, y que permiten que un partido con muchos menos votos que los demás abuse de una mayoría que no tiene en la sociedad.

 Pero ahora no corresponde lamentarse, sino actuar para triunfar en las urnas que se acercan y con las reglas establecidas, para después poder cambiarlas.

 Si todo sigue como está, el PP volverá a renovar mayoría absoluta en el Senado, y ese resultado conducirá a una legislatura en la que, en cualquier caso, la frustración será la tónica dominante. El único responsable de que esto pueda ocurrir tiene un nombre: se llama Pablo Iglesias.

 Y la única manera de que este desastre no se repita es que Pablo de la orden de retirar todas las candidaturas al Senado presentadas por Unidos Podemos, y pida concentrar el voto en las del PSOE. La inmensa mayoría de los votantes de UP seguirían tal consigna, pues muchos votaban al PSOE. En cambio, si el plan fuera que Sánchez retirara las candidaturas del PSOE y pidiera el voto para las de Podemos, el porcentaje de seguidores dejaría mucho que desear y podría ganar la derecha heredera. Ambos comportamientos de los dos electorados de izquierdas son también evidencias, como lo es una Ley Electoral a la que, para que triunfe la democracia, hay que derrotar con sus propias armas.

Aún hay tiempo para la victoria. A ninguna persona que esté leyendo esto es necesario demostrarle por qué la estrategia electoral ante la urna del Senado debe ser distinta que ante la del Congreso. Y tampoco hace falta explicarle lo que significaría una legislatura en la que decenas de senadores del PSOE fueran deudores de una decisión tan inteligente como generosa de Pablo Iglesias. Pero quizás al líder de UP le limita una fuerza interior que pone un techo demasiado bajo a su capacidad para un liderazgo que, quien sabe, hasta podría ser solo coyuntural.

Comprendería las razones para sus cálculos maquiavélicos si, jugando a aprendiz de brujo, pudiera estar considerando que no le convenga ahora una derrota definitiva del PP. En este caso debe saber que está jugando con un fuego en el que nos quemaremos nosotros, porque estamos hablando de un partido político que es un verdadero peligro para España. El de un Montoro que buscaba con descaro apoyo parlamentario para que España se hundiera (siempre resucitaremos gracias a la dignidad de personas como Ana Oramas). O también el partido de un Fernández Díaz que con una mano intriga desde las cloacas para eliminar políticos catalanes y, con la otra, amenaza con cerrar la sátira política de “El Mundo Today” porque el aliento de la derrota les ha hecho perder el sentido del humor. Y también el partido de la corrupción como hilo conductor de todo su funcionamiento.

Postdata: He recibido los sobres con la propaganda de todos los partidos para ir a votar. Solo en el de Unidos Podemos falta la papeleta para votar al Senado. Llamo a algún amigo y me confirma que también le ha pasado lo mismo. Hablo solo de Mallorca. Probablemente es un error, pero ojalá fuera una premonición.

Ánimo Pablo, levántate más valiente que nunca mañana, arregla errores de un golpe y danos la noticia que estamos esperando. Conseguirás cambiar el futuro de España de un plumazo y, a fin de cuentas, acciones como esta son a las que nos tienes acostumbrados.

Comentarios