Dentro y fuera de España ya se sabe que ser corrupto tiene un coste político

Pedro Sánchez y Mariano Rajoy./ Mundiario
Pedro Sánchez y Mariano Rajoy./ Mundiario

No puede servir de amparo el argumento tan manido del Partido Popular del “tú más”. Es irresponsable y traslada una imagen nefasta de España al exterior.

Dentro y fuera de España ya se sabe que ser corrupto tiene un coste político

Dejando fuera de este artículo y sin querer hacer mención a lo que nos parece un necio proceder –las descalificaciones con las que el partido del Gobierno ha querido desacreditar al proponente de la moción de censura, celebrada en las Cortes, en las que ha llegado,  incluso, a insultos personales, a los que con muy buen criterio Pedro Sánchez no ha querido replicar–,  la democracia española, hoy, es un poco más madura y “un poco más democracia”.

Es la parte positiva que debemos extraer de lo sucedido y respecto a lo cual debemos felicitarnos.

Seguir adelante con un Gobierno censurado por una sentencia tan contundente como la de Gürtel, trasladaría un mensaje a esta sociedad, devastador, al hacer creer a los ciudadanos que la corrupción está arraigada en todos los ámbitos institucionales del país, y de alguna manera, amparada por el Parlamento y parlamentarios en quien reside la soberanía nacional. Esta imagen de corrupción de todos, y en todo, comenzaba a ser terrible para cualquier político y ciudadano de bien, pero sobre todo, con los que religiosamente cumplimos con las obligaciones fiscales y defendemos un civismo homologable al de cualquier país avanzado. Se ha mencionado varias veces en el debate parlamentario que cuanto más corrupto es un país, más estancamiento de la pobreza y más diferencias sociales está abocado a sustentar y padecer, y así es.

No nos puede servir de amparo el argumento tan manido del Partido Popular del “tú más”. Es irresponsable y traslada una imagen nefasta de nuestro país al exterior.

El PP se ha amparado en la necesaria estabilidad de la política y de los mercados financieros para atrincherarse, pero es inviable que un gobierno en las condiciones a las que ha llegado el de M. Rajoy pudiera tener estabilidad en lo que resta de legislatura.

El asalto realizado, sin ningún pudor, por el partido de Gobierno, al Poder judicial y a su consagrada y necesaria independencia, el descrédito del propio Ministro de Justicia, quien públicamente descalificó a magistrados, capaces de cambiar fiscales y jueces según les venía a bien; un ministro enfrentado a una reprobación, continuas quejas y una huelga de un sector tan conservador, en esta materia, como el de jueces y fiscales, las continuas quejas de funcionarios de Radio Televisión Española, y por tanto el asalto y control de los medios de comunicación, la ley mordaza, el desmantelamiento sibilino de Estado del bienestar, especialmente de la sanidad y la educación pública, (privatización de hospitales, inversión más fuerte en colegios concertados que públicos…), son argumentos demasiado importantes como para que esta moción no prosperase. Con este panorama, es evidente, que el éxito de la misma no debía de depender de ningún pacto entre partidos, era un ejercicio de responsabilidad política de los parlamentarios.

Dos conclusiones, a pesar de que hay una larga lista, quiero sacar de ella.

> A pesar de todos los malos augurios que se prevén por un gran sector de la población, muy influenciado por los sectores más conservadores de la política, deseo y quiero pensar que un momento nuevo ha llegado, como ha dicho  Margarita Robles, un tiempo en que los partidos políticos progresistas de este país, hayan aprendido de los errores pasados y sepan aunar fuerzas y  poner encima de la mesa, los puntos en común, y saber alejar las grandes diferencias que los separan, y todo ello con la meta de defender y restaurar el Estado del Bienestar y la cohesión social y territorial de España, a la que el partido que se va, y a pesar de su reiterado discurso triunfalista, ha hecho tanto daño.

> La segunda, es creer que el desgaste que realizarán el PP y Ciudadanos, que presupongo no tendrá límites, miramientos, ni consideraciones en el uso del terror al secesionismo y en la manipulación de las víctimas del terrorismo, no germine y genere miedo en la ciudadanía. El Partido Socialista no debe minimizar la importancia de ese frente y Podemos deberá madurar como fuerza política, y  tal y como le ha manifestado Pedro Sánchez para no vender metas imposibles de realizar o conseguir, al menos, en esta complicada legislatura. La izquierda necesita más que nunca demostrar prudencia y madurez.

Solo con diálogo se pueden solventar los problemas, y quizá en esto también se abra un nuevo período.

El gesto de Sánchez y su discurso ha sido realista, valiente y responsable. Veamos si esto puede ser un verdadero giro en la política de este país o si por el contrario la Izquierda vuelve a decepcionar a una población muy cansada ya de pensar que “todos son iguales”. Si esto último sucediera el precio puede ser demasiado alto, terriblemente incalculable. @mundiario

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