Una década de estabilidad convirtió Galicia en sitio políticamente distinto

Alberto Núñez Feijóo. / Mundiario
Alberto Núñez Feijóo. / Mundiario

Las tres legislaturas de Alberto Núñez Feijóo contrastan con el período políticamente más convulso de la reciente historia de España. El presidente de la Xunta de Galicia no niega la severidad de los recortes, que él prefiere denominar ajustes. ¿Recuncará?

Una década de estabilidad convirtió Galicia en sitio políticamente distinto

En esta hora de balances de sus casi tres legislaturas en San Caetano, a Feijóo le gusta destacar que, por encima de todo, han sido diez años de estabilidad política en Galicia, que contrastan con el periodo políticamente más convulso de la reciente historia de España. Y tiene claro que las confortables mayorías que reiteradamente le otorgaron los gallegos sirvieron para afrontar la crisis económica en mucho mejores condiciones que otras comunidades, más prósperas pero con gobiernos precarios y débiles, en minoría, incluso en coalición, permanentemente amenazados de bloqueo por los grupos de la oposición. Para bien, hemos sido sitio distinto. Él confía en que de cara al futuro la ciudadanía de este país, a la hora de votar, y por la cuenta que le tiene, siga apostando por garantizar la gobernabilidad.

El presidente de la Xunta saca pecho por el éxito de una gestión rigurosa, en ingresos y gastos, cuyo lema se resume en aquello de hacer más con menos. No niega la severidad de los recortes, que él prefiere denominar ajustes. Es consciente de que hubo sectores sociales que pagaron un alto precio. Los acometió porque no le queda otro remedio (como a cualquiera le hubiera gustado no tener que hacerlos). Venían impuestos por la obligación de cuadrar las cuentas. Sin embargo, subraya que, a pesar de esos duros sacrificios, la Comunidad fue capaz de mantener a flote los servicios públicos esenciales para la ciudadanía (educación, sanidad, prestaciones sociales...) que en otras latitudes sufrieron un dramático deterioro. El refrendo inequívoco de las urnas, en su opinión, acredita que la gente de a pie así lo entendió.

Don Alberto es de los que creen que la austeridad vino para quedarse y que ya nunca se podrá gestionar la cosa pública con aquella "alegría" de los años previos a la gran recesión. Lo cual no significa renunciar a revertir hasta donde sea posible muchos de esos recortes. Eso es algo que dependerá en gran medida de la mejora del sistema de financiación, pendiente de revisión desde hace años. Porque lo cierto es que, en adelante, ningún gobierno gallego, sea del color que sea, podrá saltarse los límites de déficit público rigurosamente establecidos y la capacidad de generar mayores ingresos propios siempre será muy inferior al aumento de los compromisos de gasto. Lo contrario es poner en riesgo el autogobierno como tal.

En el entorno del presidente siguen empeñados en convencerlo para que "recunque". Y entre los argumentos que emplean destacan lo cómodo y agradecido que resulta gobernar con presupuestos expansivos, ahora que ya no hay que seguir apretándose el cinturón, gracias precisamente a haber hecho los deberes cuando tocó. A Feijóo le resulta tentador aspirar una nueva mayoría absoluta y ser el único mandatario autonómico que la consiga en esta época de consolidación del pluripartidismo. Sin embargo, el de Os Peares es de los que creen que en la política, como en la vida, hay ciclos que hay que saber cerrar cuando toca. Y que acertar a la hora de dar el relevo constituye la última y definitiva prueba de fuego sobre la verdadera talla de un líder. Y es bien sabido que una retirada a tiempo siempre es una victoria. @mundiario

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